Son 41 los pequeños afectados este año

El Hospital Alassia ya atendió la misma cantidad de niños baleados que en 2011

Las estadísticas muestran un incremento progresivo de estos casos en los últimos años. Hay una gran preocupación en la conducción médica del hospital, pero advierten que “es un problema muy complejo” y reclaman “un cambio de actitud de todos los sectores de la sociedad”.

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Atención. La mayoría de los menores que ingresaron este año al hospital son varones (un 80%), adolescentes, con una edad promedio de 11 años. Foto: Archivo El Litoral

 

Lía Masjoan

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En lo que va del año, ingresaron al hospital de niños Dr. Orlando Alassia 41 chicos menores de 14 años heridos por un arma de fuego. Es la misma cantidad que recibió atención en todo 2011, y algunos menos que en los años posteriores, cuando la tendencia comenzó a mostrar un paulatino crecimiento: 51 en 2012 y 53 en 2013. El problema es complejo, reviste múltiples análisis y tiene muy preocupada a la dirección médica del hospital.

“Hemos asistido a un aumento lento y progresivo de niños heridos por armas y sin dudas es una gran preocupación, no sólo de la conducción del hospital sino de todos los sectores de la comunidad”, dijo la Dra. Mariela Allassia, integrante de la dirección y médica intensivista infantil desde 1997. Tantos años de trabajo en la terapia, la convierten en una voz autorizada para hacer un llamado de atención: “Antes era extremadamente raro que ingrese un herido de arma de fuego al Hospital de Niños, aparecía un caso cada dos o tres meses. Pero estos últimos dos o tres años es cada vez más frecuente”. De todos modos, aclaró que esta realidad no es excluyente del hospital Alassia y que una situación similar se vive en muchas otras provincias argentinas.

Afortunadamente, ninguna de las 41 víctimas de estos 7 meses de 2014 falleció. Pero todos los casos demandarán mucho tiempo para revertir las consecuencias físicas y psicológicas producidas por las lesiones recibidas en medio de un hecho tan traumático.

“Son situaciones de orden traumático a nivel familiar y para el niño o adolescente que lo sufrió implican un proceso de duelo, porque seguramente hay una lesión que marcará un antes y un después”, explicó la psicóloga Lorena Aguirre, integrante del equipo de Salud Mental del hospital. Desde ese área se acompaña y se brinda contención a las familias y a los niños mientras están internados ya que no sólo habrá una pérdida posterior a la recuperación —algunos ya no podrán caminar, otros deberán encarar largos procesos de rehabilitación o ver disminuido el funcionamiento de alguno de sus órganos vitales—, sino que mientras están internados ya sufren pérdidas de su rutina cotidiana y de sus lazos sociales. El rol de las profesionales de salud mental es fundamental para acompañarlos y darles un espacio donde puedan expresar su bronca, su angustia y su dolor.

La mayoría de los menores que ingresaron este año son varones (un 80%), adolescentes (el 40,5% tenía 14 años), aunque al tomar todos los casos la edad promedio de las víctimas es de 11 años.

“En general son hechos que conmueven absolutamente a la familia y a todo el entorno del paciente, y las consecuencias son a largo plazo, como en todo accidente. Pero, particularmente, ser herido por un arma de fuego es uno de los hechos más violentos que puede sufrir un niño porque altera su vida y la de su familia, y ni hablar si hay un hecho policial en el medio como ocurre a veces”, aseguró Allassia.

Los porqué

En pos de elevar la mirada más allá de las cifras, ante esta situación tan triste, desde el Hospital de Niños señalan la importancia de “construir respeto y reconocimiento hacia el otro (el semejante) y esta transformación —de largo aliento— nos incumbe a todos como sociedad”.

Un disparador para propiciar el análisis es preguntar “¿Por qué hay tantos chicos baleados? y “¿qué podemos aportar?, desde nuestra mirada de psicoanalistas del Hospital de Niños frente a esta realidad que también nos conmueve, y cada uno desde su propio lugar en la sociedad”, se interrogó Aguirre.

Y entre las respuestas surgen palabras que ayudan a enmarcar la problemática: exclusión, marginación, fragmentación del tejido social, desamparo social, discriminación. Y se excluyen otras, que podrían ayudar a sanar, a salvar: solidaridad, lazo social, sujeto de derecho, semejante. El resultado es un marco propicio para que afloren la agresión y la violencia, sin siquiera darle una oportunidad a la palabra como mediadora en los conflictos.

La psicóloga lo explica así: “El planteo social-cultural actual es completamente violento. Hay un tejido social fragmentado, donde hay exclusión y empiezan a pesar las diferencias de tal modo que no se reconoce al otro como sujeto de derecho, como un semejante. No hay un lazo social, fundamental en la adolescencia porque lo hace pertenecer, tener un lugar en el mundo”.

Por eso, en la práctica “es necesario propiciar dispositivos, experiencias, que habiliten un espacio para la adolescencia misma, la búsqueda de sus sueños, de sus proyectos, de compartir sus gustos e intereses con otros”, acotó Gabriela Bassani, otra de las psicólogas que integran el equipo de salud mental, y que tiene a su cargo talleres con adolescentes en el propio hospital en pos de estos objetivos. “Hay un desamparo social, un desvalimiento del niño que salió a jugar a la calle y lo atravesó una bala perdida, de sus padres que no pueden protegerlo y de las escuelas que están inmersas en esto y se sienten sin respuestas y con pocas alternativas de abordaje”, aportó Aguirre.

Insertos en este escenario, cualquier intento de solución será de largo plazo y cada integrante de la sociedad, desde el lugar que ocupe, puede aportar su granito de arena. “¿Qué podemos hacer? Procurar la calma; si tiene un arma, déjela; charle. Hay que regenerar el lazo social”, planteó Allassia. “Hay que apostar a la palabra, al diálogo, a ver al otro como semejante”, agregó Bassani. “Cada uno debe militar la solución; todos los días debe construir y favorecer una sociedad más pacífica, pensando en la responsabilidad ética que le cabe desde el rol que desempeña”, cerró Aguirre.

 

El dato

Accidentes

de tránsito

La cantidad de niños que sufre accidentes de tránsito es otra de las grandes preocupaciones que tienen los profesionales del Hospital de Niños. Las cifran son muy superiores a los que fueron heridos por armas de fuego. Sólo en 2011, ese hospital atendió a 796 chicos menores de 14 años lesionados por accidentes de tránsito, unos dos por día. La mayoría iba en bicicleta y en moto. Y la tendencia se mantiene.

otra mirada

por Mariela Allassia

La violencia urbana y su reflejo en el hospital

Ya desde el primer informe de la Organización Mundial de la Salud sobre violencia y salud, en 2002, conocíamos la cifra de que más de 1 millón y medio de personas pierden la vida violentamente en todo el mundo. Los expertos en salud pública señalan que estos datos no son sino la punta del iceberg. Las muertes y discapacidades causadas por la violencia convierten a ésta en uno de los principales problemas de salud pública de nuestro tiempo en el todos los territorios. Ya la directora General de la OMS de 2002, Dra. Gro Brundtland, afirmaba: “La violencia nos lanza un reto en muchos terrenos. Nos obliga a ir más allá de nuestro concepto de lo aceptable y cómodo para cuestionar la idea de que los actos violentos son meras cuestiones de intimidad familiar o de elección individual, o bien aspectos inevitables de la vida. La violencia es un problema complejo, relacionado con esquemas de pensamiento y comportamiento conformados por multitud de fuerzas en el seno de nuestras familias y comunidades, fuerzas que pueden también traspasar las fronteras nacionales”.

Los expertos afirman que aunque las estadísticas son escalofriantes, la situación está lejos de ser desesperada. “La violencia no es inevitable, ni constituye un componente intrínseco de la condición humana. En todo el mundo, se encuentran pruebas de que la violencia puede prevenirse con una diversidad de medidas destinadas a los individuos, las familias y las comunidades”.

En el año 2014, la estadística del efector de salud, sugiere un incremento de niños heridos por armas de fuego. Los hechos particulares que rodearon a cada episodio en particular fueron de múltiples causas, pero predominaron los que ocurrieron el episodios callejeros, muchos confusos, con jóvenes adolescentes como víctimas y protagonistas, y otras veces, mucho menos frecuentemente, enfrentamientos con niños pequeños como víctimas presenciales inocentes.

El tema del armamentismo no puede ser deslindado del fenómeno mediático social y cultural del “miedo al delito”. Cuando el sentimiento de inseguridad se centra en la cuestión criminal, la violencia comienza a filtrarse por todos los poros de la sociedad. La violencia es objeto de investigaciones sociológicas, y tiene fuertes consecuencias en la salud de las personas y conjuntos sociales, como también un fuerte impacto en los servicios de salud, con costos directos (médicos, salud mental, de emergencia, servicios legales y judiciales) e indirectos en la sociedad: las muertes prematuras, la reducción de la productividad, el ausentismo, la pérdida de la calidad de vida y otros daños intangibles.

En el problema de la violencia y las armas de fuego, se trata de reconocer que es un problema social complejo, y por lo tanto no puede encontrarse ninguna solución desde una visión unidimensional. Se debe alentar al diálogo entre los sectores y llamar a la paz en los hogares y nuestra comunidad.

Fuente: (Extractos de “Mortalidad por armas de fuego en Argentina 1990-2008” de OPS y de Informe OMS 2002).

Médica Intensivista infantil (MP 11238), Hospital de Niños Dr. O. Alassia.