Publicaciones

“Memoria de los ritos paralelos”

16-CULTU3.jpg

Miguel Grinberg en su juventud, junto a Witold Gombrowicz, Jorge Vilela y Mariano Betelú. Foto: Archivo El Litoral

 

De la redacción de El Litoral

En Memoria de los ritos paralelos, Miguel Grinberg anota su experiencia iniciática en los Estados Unidos, entre febrero y septiembre de 1964. “Toda mi experiencia de ese año en los Estados Unidos estuvo signada por la profecía y los divinos vaticinios. En todos los jukeboxes de los cafés del Greenwich Village sonaba el canto rebelde de Bob Dylan y Joan Baez; en múltiples ciudades del territorios las multitudes entonaban el ‘We Shall Overcome’ del movimiento de los derechos civiles del pueblo negro. Me crucé con los primeros hippies de Nueva York en la primavera de 1964 en la Plaza Tompkins del bajo East Side de la ciudad (donde hoy se celebra el Festival Howl como tributo póstumo a Allen Ginsberg)... “.

El libro, que acaba de publicar Caja Negra, transcribe los apuntes de este argentino, testigo privilegiado de un momento esencial de la contracultura, de los cambios y reformas que abarcaron de la liberación sexual a la defensa de los derechos individuales y al activismo artístico que impuso mundialmente el rock, la literatura beatnik, el misticismo y el pacifismo. Grinberg es autor de numerosos libros, traducciones y antologías relacionadas con el tema; fue fundador, editor y director de las míticas revistas Eco contemporáneo y Mutantia, y entabló amistad con figuras de la talla de Witold Gombrowicz, Jonas Mekas o Nicanor Parra.

Junto a la galería de escritores -como Henry Miller, Thomas Merton, Peter Orlovsky, LeRoi Jones o Robert Creeley- Grinberg describe su recorrido por el Village, las marchas de protesta, los conciertos, todas esas manifestaciones subterráneas que tanta influencia tendrían sobre jóvenes de todo el mundo, incluso detrás de la Cortina de Hierro.

Se destaca en este diario la polémica que el entonces joven Grinberg entabla con el poeta-pope Allen Ginsberg sobre el papel de la vanguardia poética: “Mi objeción a los ‘vanguardistas’ es que se la pasan atacando al otro segmento de la sociedad, tratan de demostrarle al ‘square’ que es un infeliz. Pero no le proponen nada, no tienen felicidades para exponer”.

En una dura carta que le escribe a Ginsberg, Grinberg escribe: “... todos ustedes insisten y provocan a las Leyes, haciendo cosas que desde el mismo comienzo saben que van a ser problemáticas. Y entonces se quejan como adolescentes, diciendo que los policías son gente mala, pero al mismo tiempo se divierten, porque uno de los privilegios de ser un ciudadano aquí es que pueden desafiar a la policía y divertirse. Pero nunca se motivan por lo que la policía le hace a la demás gente, sólo protestan cuando les secuestran libros o películas. En cierto sentido se sienten superiores porque son la vanguardia, algo que hasta el diario Herald Tribune reconoce”.

Apenas iniciado su periplo, Grinberg en una cafetería escucha la música de un jukebox: “No era tanto lo que expresaban los estribillos sino la energía contenida por la música, el vigor melódico, la potencia del ritmo, el unísono de las voces. Nunca había escuchado antes algo así. The Beatles. Ese mismo día hacían la tercera presentación televisiva de su debut en los Estados Unidos, según un diario que compré de inmediato. Las dos primeras habían sido los días 9 y 16. El contacto sonoro me produjo una intensa taquicardia. Allí sucedía algo que impactaba la sensibilidad, sin filtros. Lo viví como una señal de bienvenida a un nuevo mundo. Minutos atrás desconocía la existencia de esos chicos de Liverpool, y de pronto se abrían las compuertas del universo y fluían océanos de información trascendental. Lo visualicé como un estandarte más de la solidaridad que me venía inspirando desde hace años”.