Sobre los móviles de la delincuencia juvenil

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(Télam)

En Delincuencia y deriva, una obra clásica de David Matza que acaba de reeditarse con nuevo prólogo del autor, el sociólogo estadounidense cuestiona las categorías tradicionales para entender el delito y pone en juego nuevas herramientas para explicar los móviles de los jóvenes que infringen la ley.

Matza, emblema de los estudios sobre delincuencia juvenil, trabaja sobre el impacto que han tenido las teorías del control, basadas en la idea de que los hechos delictivos se originan cuando se debilita o se rompe el vínculo entre el individuo y la sociedad.

Publicado originalmente en los 60, Delincuencia y deriva (editado por Siglo XXI) significó con su aparición una ruptura de las formas habituales de conceptualizar el delito juvenil que hoy revalida su vigencia entre los investigadores de este campo por sus aportes a la relación entre discurso y acción, y a las formas de reapropiación de la ley.

La obra comienza con una descripción de los elementos que trazan el vínculo con la sociedad convencional y se diferencia de teorías aún vigentes como la noción de “innovación” de Robert Merton, para quien el delito funciona como un atajo o camino alternativo para aquellos que tienen vedado el acceso a los medios “legítimos” de superación económica y social. Matza refuta la teoría de la diferenciación, que asocia a la “criminología positivista”. Así, sostiene que el accionar de un delincuente no es activado por valores y creencias antagónicas a lo convencional: quien comete un delito, sostiene, puede estar alentado por los mismos principios morales que el resto de la sociedad. Como sostiene Gabriel Kessler en la introducción al texto, el sociólogo estadounidense no niega los efectos del aprendizaje ni la importancia del factor grupal, pero difiere en un concepción acerca de aquello que se aprende, ya que en su visión lo que se asimila en el grupo de pares es una serie de argumentaciones que permite poner en suspenso la evaluación moral negativa de las acciones ilegales que pueden cometerse.

“Según su definición, dichas técnicas son la negación del delito o de la ofensa, una minimización del daño, una inversión de la culpa, una apelación a lealtades superiores, una reponsabilización trasladada a las propias víctimas”, apunta Kessler.

Así, de acuerdo a la tesis de Matza, una vez adquirida esta idea de neutralización, el individuo franquea la posibilidad de cometer delitos y en esa instancia se produce la segunda ruptura respecto a la criminología clásica: el autor cuestiona la existencia de una compulsión a la acción delictiva.

El ensayista objeta la posibilidad de una socialización diferenciada que moldearía a un individuo de antemano y lo empujaría a un carrera delictiva sin frenos: para Matza, muchos jóvenes desisten de las acciones ilegales al llegar a la vida adulta y por otro lado muchos de los episodios de esta naturaleza son esporádicos y se alternan con acciones convencionales como concurrir a la escuela o tener una vida social ordinaria.

El trabajo hace foco en el concepto de “deriva”, una fase que transcurre en “determinadas franjas subalternas” de la población juvenil en la cual los jóvenes pueden romper las leyes en determinadas ocasiones y escenarios, pero sin estar obligados a hacerlo y mucho menos a hacerlo de manera sostenida.

“Matza asegura que existe una subcultura del delito, pero que desde su perspectiva no se caracteriza por aquello que la opone a la cultura convencional sino más bien por lo que la acerca a ésta”, sostiene Kessler a propósito de una cultura que compartiría elementos más o menos presentes en la cultura hegemónica.

Cierta concepción de la masculinidad, la valoración del éxito y la ganancia rápida, y la ambigüedad frente a la atracción y el rechazo que genera la violencia, son algunos de los factores que unifican ambas visiones.

Revulsivo y resistido en su momento, Delincuencia y deriva inauguró una corriente de interpretación del delito que fue utilizada, entre otras cosas, para estudiar las argumentaciones de los genocidas a propósito de la perpetración de crímenes de lesa humanidad.