editorial

  • La decisión del gobierno nacional de dificultar severamente la exportación de productos lácteos coloca a la provincia de Santa Fe en una delicada situación.

Trabas a la exportación de productos lácteos

Primero fue la carne. Y ahora, la leche. El gobierno nacional insiste con la aplicación de recetas ineficaces, en sus infructuosos intentos por frenar los precios internos de productos esenciales de la canasta básica.

Desde la Secretaría de Comercio de la Nación, acaban de anunciar drásticas limitaciones a las exportaciones de productos lácteos, con el objetivo de reducir los precios a través de la generación de una sobreoferta en el mercado local.

Hace poco más de una semana, el gobierno suspendió las exportaciones de carne por 15 días por las mismas razones. Frente a este panorama incierto, crece la preocupación entre los productores y en los sectores industriales.

La situación es realmente paradójica. El país necesita dólares de manera imperiosa, pero el gobierno coloca trabas a las exportaciones. De esta manera, atenta contra el desarrollo de amplios sectores productivos con la supuesta intención de frenar los precios internos, pero el proceso inflacionario no se detiene porque la Casa de la Moneda imprime billetes sin respaldo las 24 horas del día. En consecuencia, la escalada de precios tiende a profundizarse.

La medida recientemente adoptada por la Secretaría de Comercio de la Nación coloca a la provincia de Santa Fe en una situación delicada. No sólo porque tiene la mayor cuenca lechera de Latinoamérica sino porque, además, en junio de este año una misión santafesina visitó Nueva Zelanda con el objetivo de generar nuevos negocios para el sector lácteo con la mira puesta en el mercado internacional.

Aquella misión estuvo encabezada por el gobernador Antonio Bonfatti, integrada por funcionarios provinciales y por más de cuarenta empresarios y productores.

La elección de Nueva Zelanda no fue casual: se trata del principal exportador de productos lácteos del planeta, pero ya no está en condiciones de incrementar su producción como para abastecer los amplios mercados que se abren en distintas regiones del mundo. Entre ellos, China; un país en el que anualmente nacen 26 millones de niños por año, muchos de los cuales tienen la posibilidad de consumir productos lácteos elaborados.

Por ese motivo, desde los últimos años los neozelandeses buscan socios para hacer negocios. Ellos saben que la Argentina está en condiciones de producir más y mejor leche. No sólo por la genética de sus animales sino, sobre todo, por la enorme capacidad y experiencia de sus productores.

Sin embargo, la política errática del gobierno nacional se convierte en una traba casi infranqueable. Durante aquella misión, Bonfatti y su comitiva hicieron enormes esfuerzos por convencer a los empresarios y funcionarios neozelandeses de que es posible invertir y hacer negocios con los productores y empresarios santafesinos.

De hecho, para principios de octubre próximo está previsto el arribo a la provincia de Santa Fe de representantes de Fonterra, la mayor cooperativa láctea del planeta.

Lo único que los neozelandeses piden es previsibilidad y reglas claras, que les permitan saber cuáles son las condiciones económicas y políticas para planificar sus inversiones y cumplir con sus compromisos a nivel internacional.

Ahora, la decisión del gobierno central de cerrar las exportaciones atenta contra la formulación de acuerdos que motoricen el desarrollo a mediano y largo plazo. Es que las reglas de juego no pueden variar de manera constante. Mucho menos, cuando las recetas que se aplican han desembocado históricamente en reiterados y profundos fracasos.

Las recetas que se aplican han desembocado históricamente en un profundo fracaso.