El hombre que quería ser obispo

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Actualmente se desempeña como diácono en La Merced.

 

Es Rodolfo Carrara, diácono, el hombre de mayor edad en el clero actual de la diócesis. Una charla con el valor de su experiencia y compromiso.

TEXTOS. JOSÉ E. BORDÓN ([email protected]). FOTOS. LUIS CETRARO Y PABLO AGUIRRE.

Rodolfo Carrara es su nombre. Pero todos los conocen como “Fito”. Es diácono. Tiene 92 años y es, con esa edad, “el más viejo integrante del clero actual de Santa Fe”, destaca orgulloso. El que lo sigue en edad en la iglesia local es monseñor Silvestrini. “Yo cumplí los 92 el 2 de julio y monseñor Silvestrini el 22 de agosto”, confirma en el comienzo de una prolongada charla en su domicilio de la zona sur.

El interlocutor es una figura entrañable, querida, respetada, valorada en la feligresía de la ciudad. Se lo puede encontrar en la parroquia Nuestra Señora de La Merced, oficiando la palabra o acompañando a los sacerdotes en su calidad de diácono. Pero ha brindado su conocimiento en otras parroquias. Desde chico, cuando iba a los primeros grados de la Escuela Paso, y las maestras le preguntaban qué quería ser de grande, Fito respondía: “Quiero ser obispo”.

“No sé de donde habrá salido esa ocurrencia. Para las maestras eso les llamaba la atención. Creo que mucho tendrá que ver la enseñanza de nuestros padres. Cuando éramos chicos -rememora- y nos llevaban a dormir, primero nos hacían arrodillar frente a la cama para agradecerle a Dios su ayuda y repetir esa frase tan conocida: “Con Dios me acuesto y con Dios me levanto”. Orgulloso cuenta esa experiencia y otras tantas, desde que nació, el 2 de julio de 1922, en una casa de “Urquiza y bulevar” Pellegrini. Estudió en la escuela J.J. Paso, el bachillerato en el Nacional y comenzó a estudiar la carrera de Abogacía.

-¿Ahí hubo un cambio impensado?

- Sí, porque me nombraron en el Banco Nación, casa central, en Buenos Aires. Estuve 5 años. Luego me trasladaron a Santa Fe. Trabajé mañana, tarde y noche. A la mañana en el banco, a la tarde en un comercio, a la noche en (la compañía de) Teléfono. Tuve una mujer macanuda que me aguantó. Otra me hubiese echado. Fui contador del Nación en Calchaquí, luego en Vera y me jubilé en San Carlos Centro, en 1982.

- ¿Cuándo comienza su acercamiento formal a la iglesia?

- Después de jubilado, en 1983 comencé a estudiar en la Escuela de Sagrados Ministerios y Diaconado Permanente, que funcionaba entonces en el Arzobispado. Después vinimos a la iglesia de La Merced y finalmente, donde está ahora, en el Colegio del Huerto.

- ¿Qué le atraía de la Iglesia?

- Siempre fuimos una familia católica. Fui monaguillo de la iglesia de los Padres Agustinos Recoletos. Mi señora era de Liga de Madres de Santo Domingo, y cuando estuve en Calchaquí (1979) monseñor (Juan José) Iriarte (al frente de la diócesis de Reconquista entre el 23 de octubre de 1957 y el 28 de febrero de 1984) me hizo ministro de la eucaristía.

En 1990, después de 7 años de estudio, fuimos ordenados diáconos (Aldo) Ducrano y yo. Me asignaron a La Merced, luego monseñor Storni me pasó al Sagrado Corazón de Jesús y cuando perdí a mi esposa, volví a la Merced.

-¿Fue amigo de los sacerdotes?

- Fui tesorero de Cáritas y eso me hizo amigo de muchos de ellos, como (Hilmar) Zanello, (Elvio) Alberga y (Ricardo) Mazza. Hoy debo reconocer que en La Merced me siento amigo del padre Axel (Arguinchona), que es un sacerdote que atrae a la gente (lo dijo el diario, es uno de los sacerdotes más respetados de la diócesis). Mantenemos una muy linda relación de hermanos. Él sabe de mi aprecio, que es recíproco.

- ¿La iglesia que conoció hace ya algunos años, es la misma de hoy?.

- No. Hubo una serie de factores, que sería muy largo enumerar. Algunas cosas cambiaron, otras se desvirtuaron. Es que no podemos olvidar que somos todos pecadores, pero como el propio Papa Francisco dice “quién soy yo para juzgar a otro”. Tenemos que hablar del amor al prójimo, al necesitado, al que está solo, al enfermo, a todos debemos darle la mano. Eso ocurre, pero tenemos que convencernos de que hay hermanos que nos siguen necesitando.

- ¿Qué nos falta hoy a los cristianos?

- Tenemos que hablar más de la moral, practicar el diálogo, la tolerancia, el perdón. Si queremos ser felices tenemos que tener paz en el corazón, sin odio, sin rencores.

- ¿Es verdad que una cosa es la que se dice como cristiano y otra cosa es la que se hace?

- Sí. Es muy difícil ser cristiano, es difícil amar, es difícil la vida. Para ser buen cristiano hay que imitar a Cristo. Y es imposible. Dice San Juan: “El que dice que es de Cristo tiene que andar como Cristo anduvo”. Miremos a nuestro alrededor y nos vamos a dar cuenta de que se habla en nombre de Cristo pero se actúa según nuestra conveniencia.

- ¿La juventud se ha vuelto a entusiasmar con Cristo?

- Un poco. Falta que expresen más ese entusiasmo asumiendo el compromiso que tienen los jóvenes ante Cristo. Por eso, cuando le doy la comunión a un joven no puedo dejar de decirle “Qué cosa linda, lo felicito”, porque me emociona. Los chicos van a la iglesia hasta los 17 o 18 años. El estudio, la noviecita/o, pueden un poco más y abandonan. Después algunos vuelven. Los grandes sí se han vuelto a entusiasmar. Quizás haya influido en esto que el Papa Francisco es argentino, es nuestro.

- En la iglesia santafesina, este año sólo dos personas iniciaron estudios en el Seminario Católico. ¿Por qué tan poca vocación?

- Por un montón de cosas. Ocurre que a veces es la familia la que se opone. Pero también hay que tener en cuenta que la vida ha cambiado. Hay mucha libertad, mucha noche, mucha violencia. Pareciera que a los jóvenes ya no les llama la atención la espiritualidad. Intentamos y seguiremos haciéndolo, aunque parezca que es cada vez más difícil. Tenemos que rezar mucho para despertar vocaciones.

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“Fito es un hombre dedicado íntegramente a Dios. Ha vivido con firmeza ante la adversidad y por eso nos transmite su paz desde la alegría de Cristo”.

Axel Arguinchona, Párroco de Nuestra Señora de la Merced.

ESOS SILENCIOS

“Fito” Carrara tiene cosas que casi no comenta o poco le interesa hacerlo. Por ejemplo: en 1976 perdió a su hijo. Era militante de los movimientos de la época, reprimidos por la dictadura. Tiene nieto y bisnieto. Además, estuvo casado 57 años con Mirta Lidia Martínez, otra santafecina, a quien recuerda con entrañable cariño. También evita comentar por qué dejó por unos años su servicio en La Merced, pero en la charla dijo que la llegada de monseñor José María Arancedo cambió los ánimos en la iglesia santafecina.