Hacia una ciudad más sustentable

“Las ciclovías también crean ciclistas”

Es lo que plantea Juan Carlos Kreimer, que vendrá a Santa Fe para presentar su libro “Bici Zen” en la Feria del Libro. Subido en la bici, el periodista y escritor muestra un nuevo horizonte para el transporte urbano.

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En su salsa. Juan Carlos Kreimer recomienda a los gobiernos locales que piensen a las ciclovías como una estrategia de desarrollo urbano y no como una moda. Foto: gentileza “Santa Fe en bici”

 

Gastón Neffen

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Compartir una “pedaleada” con Juan Carlos Kreimer seguro va a ser interesante. Fue periodista de rock a finales de los 60’, la remó en Europa en los 70’, escribió un libro sobre la salvaje irrupción del punk en Inglaterra -“Me dieron bola porque se dieron cuenta de que estaba tan desesperado, tan perdido como ellos”, contó en una entrevista en Página 12-, y editó en la Argentina la colección de libros “Para principiantes”, que baja el pensamiento de filósofos, intelectuales y científicos para los que comienzan a introducirse en sus obras.

En los últimos años, su pasión por la bici también lo llevó a publicar el libro: “Bici zen, Ciclismo Urbano como camino”, que publicó la Editorial Planeta. Para presentarlo va a venir a la ciudad, el domingo 21 de septiembre, y disertará en una charla (a las 19 en la Estación Belgrano, en el marco de la Feria del Libro) que organiza la Secretaría de Cultura de la Municipalidad, junto con la Librería El Arca del Sur (en su stand se realizará la charla) y el colectivo “Santa Fe en bici”. También participará de una “pedaleada” -a la que todos pueden sumarse- que arrancará ese día a las 17, en el Molino Fábrica Cultural; continuará por el Parque Federal y recorrerá distintos puntos de la ciudad.

El Litoral accedió a dos artículos que escribió Kreimer, que adelantan los temas de su charla (se pueden leer completos en www.ellitoral.com), que funcionan casi como un prólogo para pensar el Día Mundial sin Auto, que se conmemorará el día siguiente (22 de septiembre).

El primero -“Las ciclovías también crean ciclistas”- analiza las políticas que pueden implementar los gobiernos locales para impulsar un medio de transporte que es estratégico para hacer más viable y sustentable -y mucho más agradable y sana- la circulación en las cada vez más “trabadas” ciudades.

Kreimer dice que las ciclovías son la mejor publicidad para estimular el uso de la bici como alternativa al auto y al transporte público, y recuerda que el ciclismo urbano es el caballito de batalla universal en la movilidad sustentable. “Los gobiernos -plantea-, más allá de las luchas partidarias, deben ampliar la red de ciclovías de manera progresiva. Hasta reformular el tránsito y los hábitos de ciudadanos y vecinos, y darles a las ciudades su escala humana necesaria”.

Recuerda, además, que para impulsar el uso de la bici hay que tener voluntad de gestión -“no tomarlo como una moda sino como una estrategia de desarrollo urbano-, porque supone hacer cambios en el tránsito, sacarles lugar a los autos, a los estacionamientos y organizar campañas de educación y seguridad vial.

Pero las empresas, universidades y las ONGs también tienen que “pedalear”. Le pueden hacer, por ejemplo, mucho más fácil la vida a los ciclistas, al destinar un espacio seguro donde estacionarlas, con lockers para cambiarse, guardar la ropa y los equipos.

El camino de la “compasión”

En las ciudades que apuestan a que las bicis sumen más espacio, “los separadores de cemento, que van ganando calles y avenidas -cuenta Kreimer-, dejan de ser una política para favorecer la viabilidad y ofrecer seguridad. Hacen que los que van por acá y los que vienen por allá se sientan más cerca, más unidos. Partes de la misma red”.

Y ése es el desafío: aprender a convivir dentro de los densos flujos de tránsito urbano, en los que la “anomia” ante las normas de tránsito -de parte de todos los protagonistas de esa red (motociclistas, automovilistas, ciclistas y peatones)- y los desbordes -insultos, gritos y a veces golpes- son un emergente de la falta del sentido de compasión, diría Kreimer, que toma esta idea del budismo zen y que no tiene nada que ver con sentir pena, sino con comprender cómo es el comportamiento del otro y aprender a complementarse, a fluir juntos como parte de la misma red.

“Se trata de entender que unos y otros nos desplacemos a pie, en bici, en ómnibus o en una camioneta 4x4. Estamos compuestos de la misma esencia. Tenemos necesidades similares, somos igualmente vulnerables. Cuando un auto atropella una bici, ambos resultan afectados”, explica.

Este eje es ideal para ingresar al segundo artículo, que se enfoca en las responsabilidades de los propios ciclistas y se titula: “Un código interno para los ciclistas”.

“Los enemigos públicos del ciclista no son los automóviles, ómnibus ni alcantarillas sin tapa. Es él mismo. Su atención oscilante, arrogancia, temeridad y, por qué no, estupidez, pueden volverse en su contra y ocasionarle golpes similares o mayores que otros producidos por culpa de los conductores de vehículos motorizados, irregularidades del camino o falta de señalización”, reconoce.

Kreimer no es indulgente con las faltas de los ciclistas, que pasan semáforos en rojo, avanzan a contramano, circulan por viaductos y autopistas -en los que está prohibida la tracción a sangre-, usan el celular mientras pedalean y hasta pedalean por las veredas.

En su visión, un ciclista respetuoso, correcto y civilizado puede mostrar otro horizonte para el tensionante flujo de tránsito de las ciudades modernas. “Un automovilista que nos percibe cuidadosos, del espacio propio y del común, quizá repare en nuestra actitud y se contagie. O, al menos, nos mire con otros ojos”, concluye; y muestra un camino que también se puede recorrer sin la bici: el de respetar las normas, tomar en cuenta al otro y vivir -y contagiar- una vida mucho más armónica.