De domingo a domingo

A la defensiva, el gobierno habla mucho y se enreda peor

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La culpa es de los diarios, de las automotrices, de Brasil, de los buitres, de Barack Obama, de las encuestas, del poder concentrado, de los opositores, de la medición de pobreza de la Universidad Católica Argentina y de todos los demás, de “ellos” en la jerga de Kicillof. Foto: EFE

 

Hugo E. Grimaldi

(DyN)

El sábado próximo, en el Vaticano, Cristina Fernández entrará en Santa Marta y el Papa Francisco, preocupado como está por el equilibrio emocional y político de la presidente, casi seguro la recibirá con una sonrisa y su bendición. Más allá del protocolo, que en el caso de la jefa del Estado argentina quedará de lado, desplazado por el sentimiento mutuo, ésa será la parte más amable de la reunión.

Ha trascendido que en el almuerzo, el Sumo Pontífice quiere hablarle de algunos temas que ella bien podría abordar en su alocución en las Naciones Unidas, como las guerras en el mundo y el desempleo creciente de los jóvenes. Ambos comparten muchos prejuicios sobre el negocio financiero como destructor de empleos, aunque no por eso la visitante deberá concluir que el Papa acuerda necesariamente con la estrategia kirchnerista de patear el tablero en la cuestión de la deuda.

Lo más difícil para Cristina vendrá de parte del ex cardenal Bergoglio, el preocupado padre Jorge, quien la mirará fijo y muy probablemente sin decirle nada, le hará sentir el frío que hoy le recorre por la situación social de la Argentina y por el descrédito que intentó propinarle a la Iglesia nada menos que el ministro preferido de la mandataria, Axel Kicillof.

Kicillof dice que hay menos pobres

Para halagar al Pontífice, Cristina quiere llevarle como presente una Ley que es probable que sea aprobada el miércoles próximo en el Senado, declarando de “interés nacional” a Scholas Ocurrentes, una Red Mundial de Escuelas para el Encuentro que él promueve para vincular a todos los colegios del mundo en nombre de la inclusión. Sin embargo, ese gesto no habrá de alcanzar, ya que en su mochila, la presidente carga con “el discurso de que hay más pobres que en 2001 no se lo creen ni ellos” que vomitó la verborragia de Kicillof la semana pasada, cuando dijo que el trabajo de medición de pobreza e indigencia que hizo la Universidad Católica Argentina (UCA), que deja en claro que no hay inclusión efectiva en la Argentina, es algo “insostenible”.

Lo más complicado de la frase fue que el ministro, tal una de las técnicas kirchneristas más habituales para desacreditar, utilizó el peyorativo “ellos”, que fatalmente denota el “nosotros” de una división que es justamente la que el Papa repudia, detalle que alimentó el sinsabor, apenas reprimido por la cercanía de la reunión vaticana, que sintió parte de la jerarquía eclesiástica local.

Una fuente ligada a la Iglesia, muy cauta y que conoce el pensamiento de Francisco desde hace muchos años, le dijo a DyN que el jesuita pide que la “cuiden” a la presidente para no desestabilizar su salida del poder, pero que el Papa quiere saber de primera mano qué hace ella para “cuidar” a los argentinos.

Y en ese contexto, el relevamiento del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia para 2013 de la UCA que demuestra “la infantilización de la pobreza” contiene cifras que son lapidarias, ya que determinan que en el Conurbano bonaerense hay 1,3 millones de chicos de hasta 17 años que son pobres (42,6%) y que de ellos, 290.000 son indigentes (9,4%), lo que significa que en sus casas no tienen casi para comer. En el total del país, la pobreza entre menores de 18 años se estimó en 38,8%, contra 37,2% de 2012, es decir que unos 5 millones de niños y adolescentes son pobres en la Argentina y cerca de 800.000 (9%) indigentes y esta degradación surge de la situación económica, desde el lado de la suba de los precios y del empeoramiento de la cuestión laboral, fruto de la recesión.

Y Kicillof sigue hablando de la pobreza

Al trabajo de la UCA también le apuntó con algo más de picardía técnica el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, aunque con argumentos que una simple caminata por cualquier lugar del país que permita observar la calle, tal como ocurre con la inflación cuando el consumidor llega a la caja del supermercado, demuelen.

Tiene mala suerte el kirchnerismo en este aspecto, ya que la realidad es siempre la encargada de refutar su modelo. En tanto, el desbocado ministro de Economía también se lució con otra frase de antología, que bien podría haber sido suscripta por un conservador de los años 30: “Medir la pobreza todos los días, un pobre más, un pobre menos, no es metodológicamente muy serio”.

A Kicillof, quizás alentado por los mohínes presidenciales que le deben hacer sentir que lo que dice es importante, cuando la población espera de él que lo sean sus acciones, para que arregle lo que debe arreglar, sólo le faltó consignar para terminar de decorar el escándalo que ese estudio sobre la pobreza había sido pagado por los buitres. Y en su pasión por hacerse notar como un escudero fiel, cero política, la metió finalmente en un brete bien difícil a la presidente, primero que nada porque olvidó que la Iglesia no es ni la oposición, ni los periodistas, ni los economistas, a quienes el facilismo del relato les endilga todos los males del mundo, y luego porque no debe tener ni idea de quién es y qué representa en la consideración papal su teólogo de cabecera, el arzobispo Víctor Manuel Fernández, rector de la UCA y responsable final de los datos estadísticos.

Otros de los argumentos del ministro, que suele comprar la presidente, es que “el mundo se nos viene encima”, una profecía que le gustaría que se verifique. Pero ni lo de afuera ni lo de adentro se va a arreglar con una tarjeta de crédito sin intereses, una herramienta de consumo que fogonea el gobierno y que probablemente los industriales destinen a sacarse de encima sus stocks sin hacer nuevas inversiones, ya que no hay quién venda por debajo del costo de reposición, ni fabricantes de heladeras ni de autos.

Con lo que gastan en medios de comunicación

Justamente con el sector automotor, la propia Cristina usó públicamente el azote verbal en la celebración del Día de la Industria negándose a reconocer cualquier error propio, ya que sigue acusando a las automotrices de “boicotear” el Plan Procreauto: “Parece mentira que la gente quiera comprar autos y determinados empresarios no quieran vender”, reiteró. Y por último señaló con tono acusatorio que “las casas matrices de las terminales automotrices nos quieren trasladar la crisis a nosotros”. El punto es que lo que piden las terminales es acceder a sus dólares aquí y que se les permita girar al exterior la deuda que tienen sus filiales locales por los coches que ya están en la Argentina, cifra que se calcula en 2.500 millones de dólares y que el Banco Central no suelta.

El jueves, Kicillof le echó la culpa de la caída del consumo de bienes durables al efecto “fogoneo” y a la “mala onda” difundida por los medios, a los que presentó como “la cadena del desánimo”. Eso sí, ni referencia hubo de las decisiones que se toman desde el gobierno que, según los empresarios, le hacen la vida imposible a quienes tienen que invertir, sin saber si van a poder retirar sus fondos (cepo cambiario, DJAI que no se permiten liquidar a importadores, default parcial, etc.) o si el Estado va a entrar a sangre y fuego en sus compañías, a partir del jueves próximo cuando se sancione la nueva Ley de Abastecimiento.

Otra paradoja del kirchnerismo es que, con lo que invierte en medios, 79% de las radios den “noticias negativas” en sus programas de la mañana, tal como lo acaba de señalar la presidente, un rato después de que Kicillof reconociera que, pese a tanto gasto en difusión, el gobierno no sabe hacer propaganda, porque la gente ya no se traga ciertos argumentos oficiales de la “cadena del ánimo”. Más allá de que las noticias no son ni positivas ni negativas en sí mismas, sino fruto de la realidad (la multitudinaria marcha separatista en Barcelona fue “positiva” para Cataluña y “negativa” para España), resulta duro saber de boca de la presidente que hay empleados del Estado que cobran sus sueldos -de los impuestos de todos- a quienes se les ha encargado jugar a la Stasi.

Para el gobierno, la culpa es de las radios, de las automotrices, de Brasil, de los buitres, de Barack Obama, de las encuestas, del poder concentrado, de los opositores y de todos los demás, “ellos” en la jerga de Kicillof. Y si mucho apuran a algunos fanáticos, del Papa también, ya que seguramente debe ser quién instruye a la UCA para mentir. Dejar el látigo de lado y darse un baño de humildad sería más que saludable para el gobierno y, sobre este tema, bien podría Cristina pedirle algún consejo a la Iglesia que comanda Francisco.