De domingo a domingo

¿Las denuncias de conspiraciones sirven para los aplaudidores o para abrir el paraguas?

19-DYN06.JPG

Mientras el mundo se conjura para “esmerilar y desgastar” a la presidente argentina, una amplia comitiva la acompañó en el viaje a Roma y Nueva York. En la foto, con el Papa y con Andrés “Cuervo” Larroque. Foto: DyN

 

por Hugo E. Grimaldi

(DyN)

Un plan de “cinco puntos” para “esmerilar y desgastar” a la presidente Cristina Fernández fue revelado por las autoridades y se destaca entre todos los temas de la semana, que sumó elementos de todo calibre, para hacerla particularmente intensa: puso a Máximo Kirchner en escena, mientras los precandidatos del peronismo kirchnerista crujieron bastante; se presentó en el Congreso un poco creíble Presupuesto 2015; se convirtió en ley el avance estatal sobre las empresas; el dólar marginal superó los 15 pesos; recrudeció la pelea Economía-BCRA; se denunciaron casos de represión por cortes de rutas; los sindicatos siguieron buscando su lugar en el mundo y la provincia de Buenos Aires intentó convertir en docentes con todas las de la ley a esforzados militantes de la acción social que cuidan y contienen a chicos en edad escolar.

A todo este interminable listado hay que agregarle el viaje presidencial a la ONU, con escala ante el Papa Francisco incluida, visita que fue objeto de muchas especulaciones, especialmente el almuerzo en Santa Marta que ha quedado sellado de momento, casi como un secreto de confesión.

Un complot de conspiraciones

Sin embargo, el ruido mayor y los elementos que se fueron derivando surgieron de esa espinosa denuncia de desestabilización gubernamental. Para el kirchnerismo auténtico, que cree en este tipo de brujas, seguramente el momento actual es de un alto grado de temor por la estabilidad de las instituciones elegidas democráticamente, aunque para los anti, probablemente todo lo que se ha denunciado no sea más que una cortina de humo.

Desde una mirada algo más alejada de las facciones, podría marcarse que la acusación gubernamental mete mucho ruido porque le vuelve a cambiar el foco de atención a quienes tienen que ocuparse de arreglar de modo integral, lo más rápido que se pueda, la actual situación económica y social de la Argentina encaminada como está hacia la aceleración de un tobogán cruzado por graves dificultades, todas enlazadas entre sí, que no permiten arreglos parciales.

En tren de especulaciones, podría pensarse también que la denuncia de la conspiración, que primero esbozó Axel Kicillof en el Senado, que luego refirió Jorge Capitanich con más detalles y que el mismo ministro de Economía planteó en televisión el jueves pasado es un claro síntoma de impotencia para arreglar los desaguisados que ha generado el propio modelo.

O de soberbia, si se quiere: ¿cómo se hace para corregir algo que está tan bien y que sólo falla por la acción negativa de los poderosos?

Sin embargo, estos argumentos casi pedestres no deberían preocupar tanto. Lo más problemático es que no se visualizan soluciones porque desde hace meses el vigor gubernamental se canaliza invariablemente hacia lugares equivocados, entre ellos la promoción del estudio que hará la ONU para reestructuraciones de deudas futuras, la obsesión por la Ley de Abastecimiento para disciplinar empresas, el edificio de la isla Demarchi, la defensa del gobernador Gildo Insfrán, etc.

Perseguidos ya porla sinarquía internacional

El viejo truco de la confabulación de los poderosos que busca terminar con un gobierno tiene elementos nuevos, como la barullera catarata de tuits que la presidente desparramó para contar el plan y lo variado de sus responsables: los fondos-buitre, el juez Thomas Griesa, la administración Obama, American Airlines y, por supuesto, los medios críticos.

Sin embargo, el tema de la conjura no es algo novedoso en la Argentina y menos en el peronismo. Juan Perón describió muchas veces el concepto de “sinarquía internacional”, una suerte de supragobierno global encargado de derramar beneficios sólo a una parte del mundo y de desequilibrar malévolamente, hasta correrlo del escenario, a quien se le ponga por delante, en sus tiempos a los cultores de la tercera posición.

Muy prolijo, el tres veces presidente solía hacer un listado del poder oculto de las logias que, según él ventilaba, diagramaban los destinos del mundo y allí colocaba “al capitalismo y al comunismo soviético”, pero también al sionismo, a la masonería y al Vaticano. “Son las fuerzas ocultas del dominio imperialista”, planteaba.

Todo ese mundo tenebroso de conjuras que el general relataba fue el que impregnó a toda una generación, la que seguía a rajatabla los libros y las filmaciones clandestinas que llegaban desde Puerta de Hierro.

Si se recuerda su regreso triunfal a la Argentina tras 18 años de exilio, es evidente que victimizarse de esa forma le dio amplio resultado a la hora de la justificación. Aquella era una paranoia si se quiere prolija, con un relato sustentado en hechos históricos del mundo de su época y elementos filosóficos que Perón no desconocía y que le sirvió para explicar su derrocamiento, por ejemplo.

El peronismo de entonces defendía estas teorías con pasión, hasta que el paso del tiempo y las mutaciones del justicialismo las fueron adelgazando. Más de 60 años después, el kirchnerismo que rodea a la presidente Cristina Fernández ha diagramado una versión bastante más chapucera y pueblerina del complot permanente, que además la difusión por Twitter ha tornado aún delirante, más allá de que Capitanich y Kicillof no son Perón precisamente, a la hora de transmitir convicción en lo que cuentan.

En un escenario muy esquizofrénico

Antes de viajar a Roma, Cristina publicó una versión que surgió de los “cinco puntos” elaborados para que su gestión trastabille que le habría contado al gobierno “el ex secretario de Comercio del segundo gobierno de Bush, (Carlos) Gutiérrez, quien forma parte del estudio de la ex funcionaria Madeleine Albright”, que ahora será asesora de los holdouts, según explicó.

Hace unas semanas, el gobierno había criticado con mucha fuerza a la impresora Donnelley, de origen estadounidense, que solicitó la quiebra para irse del país. Y durante esta última cayó en la volteada la aérea American Airlines porque se atrevió a dudar que, hacia el futuro, la Argentina le permita comprar dólares al precio oficial y frenó la venta de pasajes en pesos a más de 90 días, hoy más que estimulada por la brecha cambiaria que supera largamente 70%.

El temor no parece tan descabellado, ya que es inocultable el racionamiento de divisas para girar al exterior y de eso pueden dar fe las automotrices y los ensambladores de Tierra del Fuego que van a tener que arreglarse con la cupificación que se les asignará a esos sectores, por más que el Banco Central haya señalado en un comunicado que no había “restricciones” en el rubro pasajes. En medio de los “cinco puntos”, lo que debería haberse considerado como una estrategia comercial, errada en todo caso, se convirtió para el gobierno en parte de la conspiración. “Buitres con turbinas”, llamó la presidente a American en su intenso tuiteo y agregó que el director de la aérea había sido “asesor principal” de un fondo de inversión que sí “ingresó” al canje, lo que remató con un incomprensible “todo hace juego con todo”.

Es un escenario muy esquizofrénico, aunque parece tener su lógica. Como un perro que se muerde su propia cola, el gobierno anuncia el complot y alienta a los agentes económicos a actuar bajo los efectos de lo que denuncia, genera temores y estimula coberturas y luego dice que lo que pasa y sus efectos ocurre por culpa de los demás.

Así, el fondo de la cuestión se torna muy vidrioso, lo que le ha hecho sospechar a algunos que todo tiene que ver con lo que el gobierno espera que suceda pronto en materia cambiaria y que no está dispuesto a admitir como producto de sus propios errores: otra devaluación.

El dólar a 15 pesos no es nada más ni nada menos que la penalización de corto plazo a la mala praxis.

Mientras tanto, unas fichas se siguen apostando a los papeles argentinos, pensando más en 2016 que ahora. El propio gobierno pone esta fecha en el plan buitre, bajo la premisa que será así porque entonces gobernará alguien “afín a sus intereses”. Y luego dice que son los buitres quienes “impiden” el acceso al financiamiento “del sector público y del sector privado”, cuando es notorio que el país no tiene crédito a tasas potables desde hace más de una década y que no hay un solo privado que quiera hundir por ahora un solo dólar en la Argentina. Y esto genera otra sospecha más: ¿se estará abriendo el paraguas para justificar un nuevo default?