Mesa de café

De Boudou a Mauro Viale

Mañana apacible. Los santafesinos pasean por la peatonal con la indiferencia de quienes no pretenden otra cosa que eso: caminar sin otro objetivo que disfrutar del sol y la ciudad. En el café el clima no es tan apacible. Marcial abrió fuego criticando al Papa por recibir a la delegación argentina encabezada por la presidente. José y Abel le saltaron furiosos a la yugular. A mí por lo pronto no me preocupa lo que hizo la presidente en Roma, sino lo que está haciendo en Nueva York.

—No soy creyente, pero respeto mucho a este Papa -dice Marcial- y en nombre de ese respeto me parece innecesario recibir por tercera vez a una mujer que lo único que hizo fue hacerle desplantes y lo único que pretende es manipularlo.

—Manipular a un jesuita no es fácil -advierto.

—¿Para qué la recibe? -pregunta impaciente Marcial-. ¿Es necesario ese almuerzo privado y esa exhibición cirquense de los parásitos de la Cámpora?

—Esa señora que despectivamente vos calificás de “mujer” -responde José- es la presidente de la Argentina.

—Por poco tiempo.

—Lo será hasta el último día de su mandato.

—Si está tan interesada en gobernar hasta el último día, que se ponga las pilas y gobierne. Pero cuando le toque irse que se vaya. Ella, su hijo y su hija.

—Te advierto que el viaje a Roma y Nueva York no es de placer.

—No es de placer, es lujoso -observa Abel.

—¿Qué quieren? ¿Qué la presidente se aloje en una pensión barata de las orillas de Roma?

—Pensión barata no, pero tampoco en los hoteles más caros de las ciudades más caras del mundo digo.

—A ustedes nada les viene bien. Si para en un lugar caro es que dilapida; si para en un hotel barato, porque es una Chirusa.

—Lo que vos decís puede ser así -digo-, pero lo cierto es que la opción que presentás es falsa, porque tu presidente siempre paró en los hoteles más caros, con tarifas que triplicaban los gastos de presidentes más austeros y más respetuosos del dinero de los contribuyentes.

—Ayer mi contador me liquidó los impuestos -dice Marcial-, te imaginás que yo estoy chocho de la vida, poniendo la plata a un gobierno que después la gasta rentando a los chicos de la Cámpora.

—Yo los entiendo -dice Abel-, es mucho más lindo pasear por el Central Park que ir a poner el lomo para combatir la miseria en Formosa.

—Ustedes siempre en la chiquita, en la anécdota trivial -se queja José-, nunca pensando en gran escala.

—¿Querés que hablemos de la reunión de la Señora con Soros?

—¿O querés que te recuerde que seguimos en default?

—¿O querés saber lo que pasa en el campo?

—Yo -digo- me conformaría con una respuesta acerca de la inflación, o la suba del dólar que en la primera de cambio sube a veinte pesos.

—Volvamos al Papa -dice José-, ustedes se enojarán, pero lo cierto es que el Papa apoya a la compañera presidente, porque tiene grandeza y además es un hombre responsable, preocupado por el destino de la nación.

—Se dieron cuenta un poco tarde -dice Marcial- de que es un sacerdote con virtudes. ¿O acaso se olvidan cuando lo acusaban de ser el jefe de la oposición?

—Nosotros teníamos problemas con Bergoglio, pero no con Francisco, con el compañero Francisco.

—Yo creo que ustedes son los oportunistas de siempre -dice Abel-, pero lo que sinceramente me llama la atención es que el Papa les tenga tanta consideración.

—Porque el Papa es peronista.

—De eso no me cabe ninguna duda -asiente Marcial-, pero yo creo que primero es Papa y después es peronista, hincha de San Lorenzo y vecino del barrio de Flores.

—Yo entiendo que su rol es de componedor -digo- y que si el país se llegara a derrumbar no sólo que se agravarían todos nuestros males, sino que el propio Papa no quedaría bien parado.

—¿Por qué eso último?

—Imaginate. El Papa le recomienda al mundo más comprensión, más entendimientos, más paz y su país está en llamas.

—Todo lo que decís es maravilloso -consiente Marcial-, pero el país anda como la mona aunque no está en llamas. Por lo tanto, me parece que no es necesario lo que está haciendo, me parece en definitiva una sobreactuación inútil, ya que si el país se derrumba será porque estallaron las variables económicas y sociales internas. Y si eso ocurre, ninguna orden del Papa de celebrar misas en todo el planeta logrará impedirlo.

—Yo te entiendo -dice Abel-, pero creo que el Papa sabe muy bien lo que está haciendo.

—Esperemos -suspira Marcial-, para el bien de este bendito país, esperemos que Francisco sepa lo que está haciendo. Sobre todo porque la inservible que tenemos de presidente no lo sabe.

—Ustedes la odian a Cristina como antes odiaban a Evita.

—Te la estás salteando a Isabel -interrumpe Marcial.

—Como ustedes se lo saltean a De la Rúa.

—Yo no me arrepiento de haberlo votado -confiesa Marcial.

—De vos no me extraña -responde José.

—Como tampoco me extraña de vos que lo defiendas a Boudou, nuestro actual presidente.

—Me da vergüenza ajena -exclama Abel.

—Acusen con pruebas. Se llena la boca de democracia, pero después quieren linchar -dice José.

—¡Pobre Boudou! -se lamenta Abel- es un perseguido.

—Criaturita de Dios -dice Marcial.

—Dejemos de ensuciar la cancha -digo- y vayamos a un tema peliagudo.

—¿Y se puede saber cuál es? -pregunta Abel.

—El delincuente que estuvo en la televisión la otra noche.

—¿A quién te referís, a Gastón Aguirre o a Mauro Viale? -pregunta Marcial.

—Es una vergüenza -digo-, es una vergüenza que un periodista decida en nombre del rating llevar a la televisión a un motochorro.

—¿Y la libertad de prensa y la libertad de expresión?

—No se hicieron para que un delincuente confeso se jacte de sus delitos al aire y lo justifique, porque es pobre o porque roba para comprarle un regalo al hijito.

—Qué tierno.

—Qué nos tenemos que sorprender -dice Abel- si el señor Szifrón dijo que si él fuera pobre sería delincuente.

—Esa es la gente que Szifrón defiende.

—Szifron no defiende a nadie; Szifrón es un tilingo -digo.

—Yo te creo pero Aguirre es Mauro Viale -dice Abel.

—Este es el país en que vivimos -dice Marcial-, un país en donde la víctima deviene en verdugo y el verdugo en víctima; donde Boudou pide ser sobreseído, donde un juez llamado Zaffaroni defiende a los delincuentes mientras en los departamentos de su propiedad funcionan prostíbulos; un país en el que ser mal alumno es un mérito y ser buen alumno un defecto; un país donde la presidente alienta a los barras bravas, mientras la alcahuetería es considerada una virtud militante.

—No comparto -concluye José.

por REMO ERDOSAIN

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