Crónica política

Aguirre y la ira de Dios

17-img572.jpg
17-img572.jpg

por Rogelio Alaniz

[email protected]

“El turista quiso hacerse famoso conmigo”. Gastón Aguirre

El kirchnerismo gestó su propia criatura. Doce años en el poder, doce años de relato dieron a luz al hijo preferido. No se llama Máximo, ni Florencia. Se llama Gastón, Gastón Aguirre. Impecable. Fisonomía, oficio y relato. Su presencia conjuga la ética y la estética. La ética y la estética K, se entiende. Una hazaña de la genética y la historia.

Cumpliendo con el principio de “tal palo, tal astilla”, la criatura ganó la tapa de los diarios montado en una motocicleta y con una pistola en la mano. Mate Cosido e Isidro Velázquez nunca aspiraron a tanto. Una semana después se realizó la presentación de gala en un canal oficial. Mauro Viale -como no podía ser de otra manera- fue el maestro de ceremonia. Zaffaroni, el padrino. “Ahora puedo jubilarme tranquilo”, dicen que dijo.

Zaffaroni. Años de prédica garantista dieron al final sus frutos. Un motochorro que asalta a un turista no es un delincuente, es una víctima, cuando no un rebelde social, un anticipo urbano del Che Guevara. Sobre estos temas un regente de prostíbulo nunca se equivoca. Si el turista es extranjero, el acto además de justo, es liberador. En todos los casos Gastón es la víctima. Todos somos víctimas. De Magnetto, de los monopolios y de los buitres.

Gastón no mata, roba. Es lo que dicen sus defensores. Su delicadeza es la de Raffles y si algún actor debiera llevar sus proezas al cine, ese actor bien podría ser Cary Grant. O Pablo Echarri, para no irnos tan lejos. El director, por supuesto, Damián Szifron, el sacrificado militante social que advirtió desde la mesa de Mirtha Legrand que si él fuera pobre también saldría a robar. Coraje civil, se le dice en la Argentina a esas aguerridas proezas verbales.

Gastón no roba por hambre. Se ocupó muy bien en decirlo. Roba para comprarle un regalo al hijo. Enternecedor. Y enternecedores los abogados que le bajan letra con el auspicio de Mauro Viale. Libertad de expresión es la excusa esgrimida por el periodista. Libertad de expresión a lo que debería calificarse como apología del delito. Para estas faenas siempre hay un Mauro Viale disponible. Y, por supuesto, siempre está presente una platea decidida a consumir basura.

¿Gastón Aguirre es la ira de Dios? Yo no lo metería a Dios en estos menesteres. La noticia en este caso no es un pobre motochorro, un miserable pero insignificante canalla, sino aquellos que con sus actos y omisiones hacen posible la existencia de estos personajes. Si Ricardo Jaime tiene quince causas judiciales y anda suelto; si Lázaro Báez es considerado un modelo de burgués nacional, y Amado Boudou exige ser sobreseído, muy bien puede un motochorro decir que el responsable no es él sino el turista.

¿Y si Gastón hubiera matado al turista? Defensa propia. ¡Qué duda cabe! El acto justiciero de un oprimido contra un opresor. Forster o Feinmann escribirían un vibrante alegato en su defensa, alegato en el que no faltarían las citas de Franz Fanon con prólogo de Sartre incluido: el pobre oprimido tiene el sagrado derecho de matar al rico explotador. La violencia en manos del pueblo no es violencia, es justicia. Gastón el justiciero, Aguirre el redentor. La América indígena y morena contra los anglosajones piratas.

¿Qué es un motochorro al lado de un turista? ¿O acaso podemos ser neutrales a la hora de elegir entre el primer mundo opresor y el tercer mundo justiciero? Con su gesto, con su acto, con su coraje civil, Gastón nos ha dado más lecciones de moral y civismo que bibliotecas de libros escritos por intelectuales anémicos. ¿Inversión de valores? Qué va. Gastón hace lo que le enseñaron a hacer en la década ganada. Los festejos, en La Salada. Como corresponde.

Lo cierto es que por un camino u otro el hombre nuevo finalmente ha llegado. Coro de trompetas celestiales en tono K celebraron el advenimiento. Lázaro Báez sacrificó un cordero patagónico en su homenaje; Amado Boudou prometió regalarle una moto y si el destino del Deseado es la crucifixión, anticipó que no opondría resistencia a padecer la cruz bíblicamente destinada a los ladrones. Timerman ofreció dulces de Irán y una postal de Chávez; Aníbal Fernández una pelota de fútbol autografiada por Maradona; D'Elía se preocupó en verificar que el recién llegado no era judío y Norberto Oyarbide le otorgó una orden de libertad en blanco y una entrada gratis a Spartacus. Cuando el gesto es generoso cada uno regala lo que más desea.

Los exégetas del ser nacional finalmente encontraron al eslabón perdido. Del ario puro al “argento” puro. Nunca tantas virtudes estuvieron tan bien distribuidas. La década ganada dio a luz a su Mesías; el relato se hizo carne. Gastón, en su estilo, es perfecto. El rostro está en armonía con la voz, la voz con los gestos y los gestos con los actos. El círculo se cierra con perfección geométrica.

Su casa es la villa miseria idílica que pregona Víctor Hugo Morales; en su escuela no hay aplazados y nadie repite de grado; las maestras no tienen título porque el título es un privilegio gorila, según sentencia el inefable D'Elía. Gastón se forjó en esa tabla de calificaciones: la tabla en la que el héroe es el mal alumno y el abanderado, un villano o un pichón de buitre.

El futuro de Gastón Aguirre no puede ser más auspicioso. Libertad absoluta. La jueza Servini de Cubría dice que no lo detuvo porque al momento de recibir la denuncia él no estaba cometiendo ningún delito. Con ese razonamiento, hasta Robledo Puch es una tierna paloma. ¡Conmovedor! Gastón no es el primer delincuente que se pasea por un estudio de televisión, pero es el primero que se jacta de su condición mientras sus anfitriones se complacen en observar cómo crece el rating.

La apología del delito es también la apología del delincuente. La apología y el reconocimiento al mérito. Mientras la platea mira la pantalla con ojos insomnes, los funcionarios judiciales miran para otro lado. “Técnicamente es inocente”, dicen los expertos en Derecho. ¡Maravillas de las ciencias jurídicas! Nuestra seguridad, nuestras vidas y las de nuestros hijos dependen de estas evaluaciones “técnicas”. Quien piensa lo contrario es un ignorante o pretende justicia por mano propia.

No concluyen allí los beneficios. Planes sociales para premiar a la víctima. Gastón no es un peligroso delincuente; es la víctima de un orden económico sostenido por delincuentes. Las lecciones de Zaffaroni no dejan lugar a dudas. Berni, por su parte, emitirá una orden de captura contra el turista millonario que se ensaña con los pobres. ¡Malditos turistas! Además, el susodicho tiene la desvergüenza de publicar la foto en la que supuestamente lo están robando, cuando es de público conocimiento que Gastón no roba, ejerce un auténtico acto de justicia, lo que se conoce como una expropiación revolucionaria.

Construyendo futuro dice la Señora. Gastón es mucho más que eso. Su presencia y sus palabras constituyen una formidable lección de teoría política, una exacta biografía de lo que somos y de lo que queremos ser. Él es nuestro pasado, nuestro presente y, finalmente, nuestro futuro. Su próximo y probable destino será acompañar a la Señora en su futura gira por Roma y a Nueva York. O a Caracas y Teherán. En la Argentina igualitaria de la década ganada, Gastón no es mejor ni peor que otros acompañantes. Aplaudir al amo y no morder la mano del que le da de comer son lecciones que se aprenden rápido.

A esa decisión regia en la Argentina se la denomina “justicia social”. Al país que produce a los “gastones” se le dice justo y soberano. Cuantos más “gastones”, más justicia. “Crear dos, tres ‘gastones' es la consigna”, repiten los muchachos de la Cámpora. Mientras tanto, “Batayón Militante” se prepara para brindar su concierto. De Narciso Laprida a Gastón Aguirre. Nuestro destino latinoamericano plenamente realizado.

 

El kirchnerismo gestó su propia criatura. Doce años en el poder, doce años de relato dieron a luz al hijo preferido. No se llama Máximo, ni Florencia. Se llama Gastón, Gastón Aguirre.

Los exégetas del ser nacional finalmente encontraron al eslabón perdido. Del ario puro al “argento” puro. Nunca tantas virtudes estuvieron tan bien distribuidas. La década ganada dio a luz a su Mesías.