editorial

  • Una nutrición inadecuada puede desencadenar o agravar afecciones crónicas en niños, jóvenes y adultos. El acceso a los recursos económicos no garantiza elecciones saludables.

Alimentación: la importancia de cambiar hábitos

Entre los temas relacionados con la salud, el de la alimentación aparece como uno de los más complejos de analizar, por cuanto involucra escenarios bien diferentes, opuestos en realidad, que a su vez se vinculan con la economía y los hábitos en que se desarrolla la sociedad actual. En efecto, dos de los problemas actuales, la carencia y el exceso de alimentos, tienen una estrecha relación con los ingresos pero también con las costumbres que surgen de las nuevas formas de organización social y familiar. Además, afecciones crónicas como diabetes e hipertensión tienen una notable prevalencia en la población, aun en la más joven, debido a una ingesta poco saludable.

La Tercera Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, realizada por el Ministerio de Salud y el Instituto de Estadística y Censos en el último trimestre del año pasado, reveló un aumento en el porcentaje de personas con sobrepeso en relación con los datos obtenidos de la primera encuesta, realizada en 2005. El diagnóstico preocupa no sólo por las cifras en sí, sino también por la implicancia de estos indicadores en la salud pública y porque las acciones de concientización desarrolladas desde entonces, casi diez años atrás, parecen no haber sido suficientes para modificar los hábitos de la población.

Es más: un informe reciente revela que una botella de gaseosa aporta más azúcar que el máximo diario recomendado por la Organización Mundial de la Salud, dato que toma relevancia en nuestro país donde el consumo de esa bebida es alto, y que además se agrega a la ya preocupante ingesta de sodio que excede ampliamente los límites considerados saludables.

Las medidas adoptadas hasta el momento para modificar esta realidad, además de las campañas de concientización y la prédica emprendida por profesionales de la salud, sumada a la mayor apertura de los medios de comunicación para informar sobre esta materia parece no resultar suficiente, frente a una cultura alimentaria en la que se priorizan la comodidad y la satisfacción inmediata.

Mientras tanto y como cada año, Naciones Unidas dedica una fecha, el 16 de octubre, a conmemorar el Día Mundial de la Alimentación, que este año estuvo focalizado en la agricultura familiar y los pequeños productores. Con el lema “Alimentar al mundo, cuidar el planeta”, la atención estuvo puesta en el importante papel de la agricultura familiar para la erradicación del hambre y la pobreza, la consecución de la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición, la ordenación de los recursos naturales, la protección del medio ambiente y el logro del desarrollo sostenible, en particular en las zonas rurales, de acuerdo al lema propuesto para este año.

En un contexto de hábitos globalizados, de opciones más sencillas y en apariencia económicas para la alimentación familiar, basadas en carbohidratos y grasas saturadas, la consigna propuesta para este año aparece como todo un desafío, tanto para quienes subsisten desde su pequeña producción -que representan un alto porcentaje en nuestro país- como para quienes pueden encontrar en esta consigna una nueva perspectiva para su alimentación.

Afecciones crónicas como diabetes e hipertensión tienen una notable prevalencia en la población, aun en la más joven, debido a una ingesta poco saludable.