Del manual a la economía real

El ministro que gana discusiones

  • Con la ayuda del nuevo presidente del Central, Kicillof hizo retroceder el dólar paralelo y, de visitante, ganó discusiones en Washington. Pero no lo molesten con la economía real.

Sergio Serrichio

[email protected] Twitter: @sergioserrichio

La idea del jauja monetario que suponía la eyección de Juan Carlos Fábrega del Banco Central y su reemplazo por Alejandro Vanoli, un kirchnerista incondicional, dejó paso en las últimos días a una serie de declaraciones y medidas con las cuales el tándem que el nuevo titular del Central conforma con el ministro de Economía logró tranquilizar las aguas de los mercados cambiario y financiero.

Esa calma, sin embargo, es más aparente que definitiva o, siquiera, duradera.

Vanoli y Kicillof se comprometieron a no devaluar el peso, despejando expectativas inmediatas, y tomaron medidas para aliviar la presión sobre el dólar. Con órdenes regulatorias, como el aumento del mínimo de las tasas de interés pasivas (las que los bancos pagan a los depositantes), mayor vigilancia de la Superintendencia de Entidades Financieras (la división del BCRA que ganará más protagonismo en los próximos meses) y la manipulación de bonos, acciones y todo tipo de activos financieros en poder de distintas agencias del Estado, como la Anses, tuvieron relativo éxito e hicieron retroceder el valor del dólar no oficial en sus variantes legal (“contado con liqui”) e ilegal (blue).

Que el gobierno recurra a los fondos previsionales para calmar el dólar dice bastante de cuán poco le importan, en verdad, los jubilados. Peor es que este despliegue regulatorio-financiero es que será en vano. Y peor aún, que el gobierno extraiga conclusiones tardías y equivocadas.

Después de la traumática devaluación de enero, es entendible que Kicillof quiera evitar un trance similar. El intento de hacer retroceder el dólar es entendible también porque la suba del tipo de cambio atiza expectativas y afecta la formación de precios internos. Y la inflación, repetimos aquí hasta el hartazgo, es la principal tara macroeconómica de las gestiones kirchneristas, hace ya demasiados años. El problema es que, a esta altura, se hizo inmune a los remedios superficiales, incluso aquellos que tienen cierta dosis de sensatez.

Por caso, a lo largo del año el Banco Central, bajo la batuta de Fábrega, fue reduciendo la cantidad real de dinero en la economía. Descontada la inflación, la oferta monetaria es hoy, calculó el consultor Federico Muñoz, 15 % inferior a lo que era en enero. Eso se logró mediante una agresivo activismo (Lebacs, Nobacs y “Pases” monetarios) para absorber los pesos que el mismo BCRA emite para financiar el déficit público.

Anomalías explicadas

A esa fuerza desinflacionista, si vale la palabra, se sumaron una severa recesión, que ya va para 14 meses de contracción en casi todos los sectores de la economía, y un dólar oficial que desde la devaluación de enero aumentó apenas 6 por ciento. Pero la inflación se mantuvo por encima del 2 % mensual y el 40 % anual. Esa persistencia contribuye, sin duda, al escepticismo de Kicillof y Cía. sobre los remedios ortodoxos.

En parte al menos, esta aparente anomalía se explica por expectativas. Por empezar, la contracción monetaria mencionada está prendida con alfileres y es dudoso que pueda contrarrestar de modo permanente un déficit fiscal cada vez más pronunciado. De hecho, algunos analistas argumentan que la suma de títulos emitidos por el BCRA es, en verdad, emisión “posdatada”, que habrá que sincerar en algún momento.

Además, el esfuerzo de Kicillof y los suyos por anclar la inflación con el dólar está condenado al fracaso por la existencia del cepo y la amplia brecha con los tipos de cambio paralelos. Las deudas que el Central acumula con los importadores y la incertidumbre para hacerse de divisas llevan a que el valor a tener en cuenta para fijar precios sea el costo de eventual “reposición”, que se asume (bastante) más caro que el dólar oficial.

Por último, la experiencia de la propia devaluación de enero hizo más evidente que ahorrar en activos financieros en pesos es un lujo caro y condenado al fracaso, igual que la mora en las decisiones de consumo. El peso quema y desprenderse rápidamente de él permite achicar pérdidas. Así, si bien la cantidad real de dinero en la economía se achicó, su mayor “velocidad de circulación” compensó la contracción de la oferta monetaria.

Lejos de atacar las causas de la inflación, el gobierno persiste en el relato épico de “Patria o buitres” y en jueguitos para la tribuna. Así, por ejemplo, en la reciente Asamblea Anual FMI-Banco Mundial, el ministro de Economía dedicó sus energías a discutir las proyecciones del Fondo sobre la economía argentina y dijo que “ganó la discusión”.

Panorama latinoamericano

Esa actitud, más de académico vanidoso que de responsable de política, le impidió ver, por ejemplo, el asombroso consenso de los organismos y consultores internacionales acerca de las economías latinoamericanas.

Si bien el FMI y el Banco Mundial recortaron las proyecciones de crecimiento para 2015, la economía mundial sigue creciendo, al igual que casi todas las economías latinoamericanas, cuyos ajustes a un menor ritmo de actividad, coincidieron, no pondrán en peligro ni la estabilidad macro ni las mejoras sociales de la última década en casi todos los países de América Latina, salvo la Argentina y Venezuela.

El abrumador triunfo de Evo Morales en Bolivia es una manifestación de ese fenómeno. Aunque políticamente heterodoxo, Evo cultivó el orden macroeconómico. Redujo la deuda pública de 95 a 40 % del PBI, aumentó las reservas internacionales de U$S 1.000 millones a U$S 14.000 millones y mantuvo la inflación en torno del 5 % anual.

Las únicas economías evidentemente desordenadas de la región son las de Argentina y Venezuela. Hasta un organismo al que el kirchnerismo le impuso la conducción de sus oficinas en Buenos Aires, como Cepal, precisó que la economía argentina será este año la segunda de la región que más reduce sus importaciones (apenas detrás de Chile, en que la reducción es una buena noticia, pues se debe a la caída del precio de los combustibles) y la segunda que más reduce sus exportaciones (apenas detrás de Perú, cuyas ventas externas fueron afectadas por el mismo motivo).

Pelear simultáneamente el tope de ambos rankings exigió un combo de recesión, inflación, inestabilidad cambiaria y pérdida de competitividad. Todo un logro del ministro que se dedica a ganar discusiones.

Algunos analistas argumentan que la suma de títulos emitidos por el BCRA es emisión “posdatada”, que habrá que sincerar en algún momento.

Las únicas economías evidentemente desordenadas de la región son las de Argentina y Venezuela.