Mesa de café

Rutas provinciales

Mañana fresca, fresca para Santa Fe en pleno noviembre, se entiende. No está para sentarse a las mesas que están en la vereda porque a cierta hora de la mañana el sol aprieta y aprieta mal, pero acomodados en nuestro lugar de siempre al lado del ventanal, se puede pasar un buen momento. Marcial lee el diario porteño de la mañana y yo releo nuestro diario local de la tarde. Abel toma café y presta atención a las imágenes del televisor, y José, que acaba de llegar, le hace señas a Quito para que le sirva su habitual cortado.

Marcial comenta la noticia referida al camión con varias toneladas de marihuna que fue detenido en Corrientes.

—¡Por fin una buena noticia!

—Me hubiera gustado que ocurriera en Santa Fe -observa José.

—No sé que querés decir -reacciona Abel.

—Muy sencillo: lo sucedido en Corrientes fue posible porque los controles policiales en la ruta funcionan, algo que no ocurre en nuestra provincia.

—No es tan así -defiende Abel.

—Es bastante así -insiste José-, yo viajo bastante por la provincia y jamás vi un control policial que merezca ese nombre. Por allí en algún pueblo perdido hay un operativo local destinado a recaudar por exceso de velocidad o algo parecido, pero controles, lo que se dice controles, brillan por su ausencia.

—Seguramente el gobierno sabrá lo que está haciendo -digo.

—Yo no estaría tan seguro -expresa Marcial.

—Seamos sinceros -dice Abel- la lucha contra el narcotráfico no se decide poniendo una policía caminera en la ruta.

—No es ni tan tan ni muy muy -responde José-, la lucha contra el narcotráfico se da en varios frentes al mismo tiempo; uno de ellos es el control de las rutas por donde entra y sale la droga. Lo sucedido en Corrientes, con un camión trasladando casi diez mil kilos de marihuana, es muy representativo de lo que digo.

—Lo presento desde otra perspectiva -insiste Marcial-, si yo fuera narcotraficante y trasladara marihuana o cocaína desde Paraguay o desde Bolivia, me sentiría muy tranquilo si sé que en la ruta no me para nadie.

Yo quiero recordar -puntualiza Abel- que este gobierno provincial ha tomado decisiones importantes contra el narcotráfico y sus bandas; quiero recordar que el gobernador fue baleado por estas bandas

—Después de todo -reitera José -es lo que se hace en todas las provincias vecinas: pienso en Córdoba, donde te detienen hasta para preguntarte la hora; en Entre Ríos, donde la Policía es bravísima; en el Chaco, donde te preguntan si llevás el botiquín de primeros auxilios; y algo parecido ocurre en las provincias de Buenos Aires y Santiago del Estero.

—O sea que, según vos, Santa Fe es la única provincia donde no hay controles.

Exactamente.

—Yo recuerdo -señalo- que en su momento se sacaron las Policías Camineras de las rutas porque eran un blanco fácil para la subversión; después sacaron las pocas que quedaban porque eran un nido de coimeros.

—Todo lo que quieras -responde José-, pero ahora no hay subversivos en la ruta y si los canas son coimeros, el problema se arregla con un control efectivo, pero en ningún caso se justifica que las rutas nacionales sean tierra de nadie.

—No lo son -porfía Abel.

—Salí a la ruta -invita José-, no estés encerrado en tu burbuja santafesina, y después contame.

—A mí me parece desopilante -se queja Abel- que los peronistas, que son los que hasta el momento aparecen más complicados con el narcotráfico, sean los que ahora ponen el grito en el cielo contra un gobierno cuya honorabilidad está fuera de discusión. Además, te recuerdo, mi querido José, que la lucha contra el narcotráfico es una tarea nacional.

—Compartida con las provincias -agrega Marcial.

—No sé lo que pasa con el peronismo en Buenos Aires -se defiende José- pero incluso admitiendo que esté comprometido con el narcotráfico, ello no exime de culpas a los otros.

—Es que el gobierno de Bonfatti no tiene ninguna culpa que purgar en este sentido.

—Yo no lo acuso de complicidad ni de nada parecido; lo que digo es que no se está haciendo lo que corresponde; y si se hace, se hace mal -sentencia José.

—Ganen la provincia en 2015 -chicanea Abel- y hagan las cosas con la perfección que los distingue.

—Por supuesto que vamos a ganar la provincia -replica José.

—Eso lo veo bien difícil -comenta Marcial.

—No tan difícil -vamos a ganar, como le gustaba decir al General, no porque seamos perfectos, sino porque ustedes son unos incompetentes.

—¿Con quién van a ganar -pregunta Marcial- ¿con Bielsa, con Perotti o con el candidato del PRO?

—Eso lo vamos a decidir en su momento, pero lo seguro es que vamos a ganar con candidatos peronistas. Además, no se olviden que contamos con el apoyo del dirigente con más votos en la provincia.

-¿Reutemann?, pregunto.

—Exactamente.

—Cartón lleno -enfatiza Abel.

—No sé que tenés que decir contra el compañero.

—Que hace años que es senador y no conozco un proyecto suyo, y tampoco que haya promovido un debate más o menos interesante. Tendrá votos pero nada más; como senador es un desastre.

—Comparen con Giustiniani -invita Abel-, Rubén Giustiniani, considerado el senador de mejor comportamiento legislativo, con proyectos de leyes claros y prácticos.

—Reutemann habla pero no hace nada -intervengo.

—Fue un gran gobernador y es un dirigente respetado por todos.

—Por todos los peronistas querrás decir -acoto.

—Apuesto un asado para toda la mesa que el Frente Progresista sigue gobernando la provincia por cuatro años más -desafía Abel.

—Acepto la apuesta -responde José en el acto.

—Y vamos a ganar -continúa Abel-, porque la gente sigue creyendo en nosotros. Podemos cometer errores o equivocarnos en uno u otro aspecto, pero los aciertos superan a los errores y, sobre todo, la gente sabe que eligió un gobierno decente.

Yo estoy de acuerdo con lo que decís -admito- pero me gustaría que los errores se corrijan y que, en temas como la inseguridad, las correcciones se hagan lo más pronto posible.

—Vos sabés muy bien que el gobierno de Bonfatti es el más preocupado por mejorar.

—No dudo de que esté preocupado -admite José-, lo que ocurre es que como ciudadano tengo derecho a reclamar resultados más concretos.

—Algunos resultados hay.

—Son pocos o no son tan evidentes -contesta José.

—No comparto -concluye Abel.

por Remo Erdosain

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