De domingo a domingo

En tiempos en que los narcos amenazan a los periodistas

19-DYN08.jpg

Mientras la sociedad, la Iglesia y el arco político en su conjunto se solidarizaron con el periodista amenazado, Germán de los Santos, el gobierno optó por el silencio, y Capitanich (foto, a la izquierda) denigró por su apellido al periodista Fernando Carnota (foto, a la derecha).Foto: DyN

 

Con la peligrosa sombra del narcotráfico ya instalada sobre la vida diaria de todos los argentinos, con el oficialismo y la oposición jugando sus respectivas internas con diversos grados de virulencia y con el equipo económico buscando a los tumbos llegar a fin de año para enterrar la maldita cláusula Rufo de la deuda, la que transcurrió fue una semana muy cargada de novedades políticas y económicas.

Lo primero que se notó con claridad fue el habitual paso redoblado del kirchnerismo-topadora en el Congreso, aunque esa decisión político-estratégica que muestra su vigente fortaleza, aun en tiempos de retirada, colisionó contra las declaraciones de algunos funcionarios que buscaron hacer méritos para que en Olivos, mientras se produce el reposo médico presidencial, no haya dudas de que son más cristinistas que la propia jefa.

Vergonzosa actitud de Capitanich

El máximo exponente de los desatinos de estos últimos días surgió a partir de la imprudencia mayúscula del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, quien rebasó todas las medidas denigrando a una persona, hecho incivilizado por definición, cuanto más a un periodista en momentos en que la profesión en su conjunto está siendo atacada por las mafias y hay varios ejemplos recientes al respecto en varias provincias argentinas.

El funcionario no sólo se prendió fuego, sino que también le hizo un daño enorme al gobierno que representa, ya que el vergonzoso episodio le dio desde lo conceptual un golpe extra de knock out a la supuesta moral del modelo nacional y popular.

Salvo que esté tensando la cuerda para retornar a su provincia, parece ocioso repetir que en una empresa privada Capitanich ya no sería gerente. Lo del ministro no tiene nombre porque el intento de devaluar al presentador de TN, Fernando Carnota, mofándose de su apellido, hecho que éste dijo haber corroborado con el entorno del funcionario, llegó un día después de que una voz con acento extranjero amenazara telefónicamente en tres oportunidades, durante la madrugada del jueves, al corresponsal del diario El Litoral y de La Nación en Rosario, Germán de los Santos, quien publicó diversas investigaciones sobre el narcotráfico en esa ciudad.

Más allá de que debe resultarle vergonzoso su propio proceder apenas lo piense un poco, lo más chocante del episodio que protagonizó el chaqueño fue que, en este caso, como tantas otras veces imputó desaprensivamente al periodismo, pero lo hizo justo cuando los profesionales que integran sus filas comenzaron a ser apuntados por el crimen organizado.

Si se quiso hacer el gracioso o ganar puntos en el círculo áulico del gobierno, eligió muy mal el momento. “Esto se desencadenó luego de una información que fuimos dando. Está vinculada gente del extranjero, que son los que están operando ahora en la zona de Rosario. Es algo novedoso, relativamente nuevo. Provocó el efecto que busca este tipo de cosas: generar temor. Uno sabe de dónde viene, eso es lo que provoca temor”, dijo De los Santos el viernes casi en simultáneo con el desprecio explícito de Capitanich hacia los profesionales del periodismo que no siguen sus criterios.

Solidaridad general menos del Gobierno

Puede ser que sin querer, el jefe de los ministros contribuyó a darle pasto a las fieras. El preocupante episodio rosarino recibió la repulsa de políticos de varios partidos del ámbito nacional y provincial y el periodista la solidaridad de todos, aunque orgánicamente el Gobierno no emitió opinión.

También expresaron su parecer diferentes organizaciones gremiales y foros de periodistas, como Fopea, mientras que Adepa, temiendo una escalada, exhortó a las autoridades de la provincia de Santa Fe a investigar los hechos e identificar y condenar a los responsables, “antes de que debamos lamentar hechos de mayor gravedad”.

Pero, además, la sensibilidad que produce la inseguridad a gran escala que afecta a la sociedad a partir de la acción de este tipo de bandas, que no sólo golpea al periodismo sino a todos, debió haber contenido la verborragia del funcionario, quien tenía por delante una salida más elegante y segura que atacar a la prensa sobre el tema que le había sido consultado: dar a conocer el verdadero costo del avión que llevó a Brisbane (Australia), para participar de la reunión del G-20, a la “austera y humilde” delegación argentina que encabezó esta vez no el vicepresidente de la Nación, Amado Boudou y ni siquiera el jefe de Gabinete, sino Axel Kicillof.

Sólo con agitar ante la televisión el recibo que le entregó al Gobierno la compañía Cat Aviation por el vuelo transpolar, él podía haber desactivado la mención a la suma de 600 mil dólares que el diario Clarín y TN dijeron que costó el viaje, según calcularon “dos fuentes” consultadas por un cronista del matutino. Sin embargo, el ministro coordinador eligió utilizar 1.104 palabras para no aclarar nada y para castigar al periodismo ensañándose con Carnota: “Hay un periodista, creo que de apellido Marmota, a la mañana, que permanentemente critica”, señaló.

En tamaña parrafada, hizo también otras menciones al periodismo no alineado, el enemigo interno elegido, aunque siempre acordes al estilo de victimización que ha elegido el Gobierno desde hace mucho tiempo, pero que tan mal le queda a una persona que siempre fue políticamente inteligente y capaz de tener opiniones más balanceadas. Por ejemplo, aludió al “medio opositor que nos atacará insidiosamente a partir de estas declaraciones” y a “instalaciones falsas” de la prensa.

Escándalos que hay que esconder

Pero, donde el off side se hizo más patente fue cuando señaló que hay cosas del gobierno “que nunca se destacan” y ejemplificó con las críticas sobre el uso nada eficiente de la flota de aviones del Estado (llegaron tres a Río Gallegos en una hora y algo con integrantes de diferentes ministerios como si fueran de diferentes gobiernos) y sobre el costo del viaje a Australia. Según Capitanich, esas denuncias tuvieron el propósito de “desnaturalizar” una serie de obras que se acababan de inaugurar con una alta inversión del Estado en Santa Cruz, movida que según él fue desvirtuada adrede por el episodio de los aviones.

Fue curiosa la comparación, porque acusó a la prensa de armar escándalos para no mostrar y en paralelo, él mismo armó un escándalo mayor también para esconder. Siguiendo el viejo apotegma que dice que “la mejor manera de disimular un elefante en la calle Florida es llenándola de elefantes”, una de sus especialidades, el funcionario enredó la cosa por una vía lateral: “Yo no observo el mismo énfasis de muchos periodistas respecto a los viajes privados de los líderes políticos de la oposición”, disparó.

Sin embargo, y pese a sus enjundiosos discursos, la frustración del jefe de Gabinete no deja de ser auténtica, ya que no desconoce que el Gobierno cuenta con el multimedios más poderoso del país, pero sabe de memoria que ni siquiera así logra que esas noticias trasciendan, pero no por falta de enjundia en su difusión, sino por falta de público interesado.

El reelecto titular del Episcopado, monseñor José María Arancedo reiteró la preocupación de la Iglesia argentina (que es la del Papa) por el avance del narcotráfico en el país, al afirmar que “el tema se instaló y está en la mesa política, pero falta mucho”, mientras que le pidió también a la sociedad mayor compromiso en el combate contra el flagelo.

Pero, los obispos dijeron más y en este caso Capitanich, como devoto y practicante bien debería tomar nota para dejar de lado los agravios que, debido al contexto, de infantiles no tienen nada. “La Patria necesita avanzar en la reconciliación entre los distintos sectores de la sociedad. Es el desafío que tenemos. La amistad social, la concordia y la reconciliación son un punto de partida para trabajar en el servicio del encuentro entre los argentinos”, señaló Arancedo y a quien le quepa el sayo que se lo ponga.

Hugo E. Grimaldi

(DyN)

Lo más grave de la banalidad que expuso el desbordado jefe de Gabinete es que dijo lo que dijo como si el avance del narcotráfico en la Argentina no existiera, algo que se ocuparon de recordarle los obispos durante la tarde del mismo viernes