La violencia en Santa Fe

por Matías Quintana

Desde hace 15 años la ciudad de Santa Fe experimenta una ola de homicidios. El fenómeno es crónico porque se sostiene en una naturalización social del mismo. Y grave porque cada asesinato quiebra el pacto de fraternidad que mantiene en paz a los hombres.

El homicidio provoca un trauma irreversible a la familia de la víctima, al homicida y a la sociedad que sufre la pérdida. Porque desaparece del mundo un individuo que representaba algo significativo para muchos. Cada muerte desgarra al sistema representacional de la sociedad, dejando una deuda y un estigma traumático que se transmite silenciosamente a través de las generaciones.

Por ello, las sociedades tienen un límite respecto de la cantidad de homicidios que pueden tolerar. De acuerdo con estándares internacionales, ese límite rondaría los 6 homicidios cada cien mil habitantes. En lo que va del siglo, Santa Fe tiene un promedio de 19; y si se toman años puntuales, muchos más. ¿Cuáles son las causas de este fenómeno febril? Sin intentar agotar un tema difícil, quisiera exponer algunas ideas surgidas de mi trabajo clínico con las víctimas de homicidio.

En primer lugar, los procesos de violencia ya están desencadenados, en vías de suceder. Miles de personas “se la tienen jurada”, vecinos que “se hicieron la cruz”, bandas que se acechan, se amenazan y dañan. La avalancha de violencia se materializa cotidianamente en cientos de agresiones visibles e invisibles.

En segundo lugar, la violencia se multiplica porque vacila el marco psíquico que hace que los conflictos humanos se resuelvan bajo el amparo de la prohibición de matar y la simbolización de los afectos. Al vacilar el marco, en su lugar deviene el pánico y la locura, que conducen al pasaje al acto violento. La clínica con familiares de víctimas de homicidio muestra esta realidad.

En tercer lugar, vacila el marco porque en miles de familias la función paterna se desacopló de la economía de mercado y de los valores básicos que persiguen las sociedades occidentales modernas: trabajo, riqueza, desarrollo, ciencia y cultura.

A pesar de sus defectos, el capitalismo es el único sistema probado hasta el momento que permite organizar medianamente las relaciones sociales, subordinar la agresividad a la competencia, ordenar los deseos, escalar su satisfacción y orientarla a fines. Además, el mercado introduce al dinero como elemento simbólico abstracto posibilitador del intercambio de cosas y la movilidad social. La no circulación del símbolo dinero deteriora al sistema simbólico colectivo, haciendo que la necesidad se anteponga a los deseos y provocando un retroceso a funcionamientos sociales precapitalistas. Sé que esta posición teórica puede ser controvertida, pero la traigo a discusión porque observo que está entre las causas primeras del problema.

En cuarto lugar, el desacople de la función paterna se produjo porque una ciudad que se perfilaba como capitalista y capitalina, próspera y educada, con obra pública y emprendimientos privados, fue dominada por un sistema de valores que la hizo indiferente y, hasta a veces complaciente, con la erradicación de sus fuentes fundamentales de riqueza. Hasta el punto de hacer de la pobreza una dignidad y del empleo público un refugio.

Desde hace algunos años, el gobierno e instituciones de la ciudad intentan revertir esta situación y de hecho se están haciendo esfuerzos fundamentales en este sentido. Pero la acción política por sí sola no basta. El plan tiene que ser colectivo, ya que estamos frente a un daño cultural que tiene dividida a la ciudad en dos o tres partes, y en una de esas partes conviven personas con profundos estigmas y vacíos educativos que la sumergen en la violencia.

Si la ciudad en su conjunto no se ocupa de este problema impulsando un Plan de Estado, los gobiernos solos no pueden alcanzar las causas primeras. Y si no se tocan estas causas, el pronóstico no es favorable. ¿Qué es lo que puede empeorar? Hoy el índice de homicidios es febril, pero está localizado en zonas específicas de la ciudad, el siguiente paso sería que se expanda.

Un eventual plan debería contemplar muchos aspectos en simultáneo, entre los cuales quisiera mencionar: la necesidad de una estrategia educativa y preventiva masiva, reconciliar a la ciudad con el capital para multiplicar a las fuerzas económicas actuales, compatibilizar las condiciones de empleo estatales con las privadas para hacer a Santa Fe más competitiva, crear las condiciones adecuadas para generar treinta mil puestos de trabajo, dar una solución definitiva a los asentamientos y reconvertir los focos de pobreza ya instalados. Sin estas condiciones mínimas, es difícil restablecer para las generaciones venideras un horizonte de prosperidad que permita pacificar los funcionamientos mentales y los comportamientos sociales.

Una ciudad que se perfilaba como capitalista y capitalina, próspera y educada, fue dominada por un sistema de valores que la hizo indiferente y, hasta complaciente, con la pérdida de sus fuentes de riqueza.