Desde el Evangelio

Tiempo de Adviento

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“La liturgia nos irá acompañando en este tiempo para disponer el pesebre de nuestro corazón, de nuestras familias, para recibir con gozo al niño de Belén”. Foto: Archivo El Litoral

 

Mons. José María Arancedo (*)

Iniciamos este domingo el tiempo de Adviento en preparación a la Navidad. Nos disponemos a celebrar con gratitud el nacimiento de Jesucristo que es el don mayor de Dios al hombre, a quien ama y no abandona. La liturgia nos irá acompañando en este tiempo para disponer el pesebre de nuestro corazón, de nuestras familias, para recibir con gozo al niño de Belén. El Señor, por otra parte, siempre está viniendo y siempre espera encontrar una puerta abierta por donde ingresar. El Señor viene, llama y espera, pero, nos dice: “Si alguien oye mi voz y me abre entraré en su casa y cenaremos juntos” (Ap. 3, 20), leemos en el Apocalipsis. Dios nos ha creado libres y su venida es, por lo mismo, una invitación para caminar junto con nosotros. ¡Que sepamos disponer la apertura de nuestro espíritu para que el Señor pueda ingresar en nuestras vidas!

¿Cómo vivir este tiempo de preparación para recibir al Señor? Ante todo, sólo es posible un clima de preparación cuando uno está a la espera de algo o de alguien. El que no vive a la espera no tiene capacidad de preparación, le resulta difícil, parecería que no tiene necesidad de un encuentro o de recibir algo. Se siente satisfecho. Este es un peligro constante en la vida de un cristiano, por ello necesitamos de un renovado espíritu de búsqueda y conversión. En esa búsqueda del Señor, a quien ya lo conocemos, descubrimos que él nos invita a un encuentro siempre nuevo. Aquí comienza un camino de conversión y crecimiento. Por otra parte, no podemos renunciar a algo sino no hemos encontrado primero ese tesoro que da un sentido nuevo a la vida (cfr. Mt. 13, 44). La renuncia al pecado es un aspecto central en la conversión, pero diría que no es lo primero sino que viene luego de haberlo descubierto al Señor.

Ahora bien: ¿cómo o dónde descubrimos al Señor para prepararnos a este encuentro? Les hablaría de tres realidades o lugares: la Palabra de Dios, la Oración y la Caridad. La Palabra es el primer lugar de encuentro con un Dios que habló. Acercarnos a los evangelios y leerlos con un corazón abierto es un camino seguro de encuentro con él. Luego la Oración, que surge como respuesta a esa palabra que el Señor me dirige. En ella comienza un diálogo único y personal con el Señor que va creando una disponibilidad interior, una sensibilidad para las cosas de Dios y para el cambio de vida. Y la Caridad que es servir a Jesucristo allí donde él nos espera, sea en el que sufre, en el enfermo, en el pobre. Volvamos a leer pausadamente el pasaje donde los discípulos le preguntan al Señor, ¿dónde te vimos?, y él responde: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt. 25, 40). Como vemos no es difícil descubrir y encontrarnos con el Señor. Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

(*) Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz