De domingo a domingo

Un gobierno que se queda sin relato y deja ver que no predica con el ejemplo

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El juez Claudio Bonadío reveló a una ciudadanía ahogada por la presión y la vigilancia fiscal los incumplimientos flagrantes del hotel Alto Calafate, propiedad de la familia Kirchner. Foto: Archivo El Litoral

 

por Hugo E. Grimaldi

(DyN)

Bucear en el discurso de regreso de Cristina Fernández da sus réditos. Hay cosas básicas que quienes se han acostumbrado a seguir sus intervenciones públicas y conocen de memoria gestos y tonos de voz saben de memoria: ella nunca da una puntada sin hacerle al hilo un nudito al final.

Sin embargo, hay que advertir que no siempre debe creerse que lo que pone en marcha la presidente va a salir irremediablemente bien, habida cuenta de la cantidad de chapucerías que se le contabilizan al gobierno, no sólo en las operaciones defensivas, como la que está transcurriendo ahora mismo con la investigación del juez federal Claudio Bonadío sobre el movimiento contable de una de sus empresas, sino en la gestión de áreas críticas.

Pero, cuando ella adelanta algo es porque algo va a suceder. También ocurre que, tras once años, al gobierno se le pueden contar tranquilamente las costillas en materia comunicacional. Ya se sabe que el manual del buen kirchnerista dice que siempre hay que victimizarse y embarrar la cancha, pero a esta altura del partido, esa estrategia es sinónimo de subestimación, tal como se hace con otros relatos, el de la inflación en primer lugar, por lo que el método ha perdido credibilidad aceleradamente.

Así, que sumar confusión atribuyéndole a los otros los pecados propios para disimular (el viejo truco de llenar la calle Florida de elefantes para esconder un eventual elefante K) o decirle a los demás “¿Y vos, que sos tal o cuál porquería?” o abrumar en los discursos con referencias laterales para desviar la atención o jugar con los sobreentendidos que hacen parecer ciertas cosas ilegales (como tener cuentas en Suiza) o disfrazar como epopeya nacionalista algunos caprichos ideológicos, etc., son líneas más que conocidas de un método ya envejecido, que carece de efectividad salvo para el núcleo duro de dirigentes y de votantes que parece que va a estar dispuesto a acompañar lo que fuere.

En Suiza, cuentas más y cuentas menos

Esta vez, con algunos mohínes más o menos seductores y una vocalización más marcada que de costumbre, llamó la atención que para su reaparición pública tras casi un mes de enfermedad y recuperación, el martes pasado la presidente no utilizara el atril y dijera su discurso sentada, quizás por prescripción médica.

“Siempre combativa para defender el modelo, pero esta vez preocupada”, interpretó un asistente al acto, uno de aquellos que no aplaudió, salvo lo estrictamente protocolar y necesario. Fue en el cierre de la Convención de la Cámara Argentina de la Construcción; allí hubo dos párrafos de su alocución que para algunos dejaron una cierta cantidad de dudas y para otros, advertencias encriptadas.

Primera referencia: “Estaba leyendo que un juez de Nevada había llegado a un acuerdo con los holdouts, un acuerdo de confidencialidad sobre 123 presuntas cuentas que se adjudicaban no se sabe a quién. Saben que no tengo información, pero tengo una intuición femenina que me parece que fueron a buscar nombres y que por ahí los encontraron y se encontraron con algún otro nombre que no nos quieren dar a conocer. Sería bueno que ese juez de Nevada liberara y dijera de quiénes son esas 1.234 (sic) cuentas, para que todos nos quedáramos tranquilos”.

El increíble “no tengo información” asociado a “algún otro nombre que no nos quieren dar a conocer” presuntamente es un mensaje que apunta a meter miedo a alguien, ya que así se emparejaría el caso de Val de Loire, una empresa asociada a Cristóbal López en el Hipódromo de Palermo que los holdouts descubrieron abierta en Nevada junto a otras 122 que aún no se conocen, todas manejadas por el mismo estudio de abogados panameño, representado allí por una empleada presuntamente arrepentida.

Segunda mención: “Hemos recibido información del HSBC de Suiza, que creo que la Afip hará la respectiva denuncia oportunamente, porque hemos descubierto 4.040 cuentas correspondientes a empresas y a argentinos de las cuales solamente 123, ¿escucharon no?, 4.040 cuentas en el HSBC de Suiza, solamente 123 ó 125 estaban declaradas en la Afip”.

El despreocupado “creo” presidencial se materializó dos días después, cuando el titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip), Ricardo Echegaray anunció que el organismo había presentado “una denuncia por evasión fiscal y asociación ilícita por cuentas bancarias de argentinos ocultas en la Confederación Helvética de Suiza”, 4.040 cuentas radicadas en Ginebra “de clientes del HSBC Suiza que son de nacionalidad argentina”, abiertas según le dijo la Afip a la jueza María Verónica Straccia debido a una “plataforma ilegal montada” por el HSBC local “para ayudar a contribuyentes argentinos a evadir impuestos”. Algo que ahora suena extraño en este caso es que dos meses antes, el mismo Echegaray había dado otro número en el Senado, que ahora aumentó en 33%.

Lo que la Afip te hace a tí y no a ellos

Cómo no enlazar entonces todo este culebrón impositivo con la situación que está pasando la presidente, situación que toda su gente define como una “desestabilización” política derivada de un episodio “menor” de falta de información a los organismos de contralor, algo que quienes colaboran con ella deberían haber tomado en cuenta cumplimentar, por aquello de la “mujer del César”.

Tal como todos deben guardar respeto por su investidura, Cristina es la presidente de la Nación y es quien debe predicar con el ejemplo. La historia de las tribulaciones de la presidente arrancó hace un año, cuando una investigación del periodista Hugo Alconada Mon, que publicó el diario La Nación, sobre Valle Mitre, la gerenciadora de Lázaro Báez que manejó el hotel Alto Calafate de propiedad de la familia Kirchner hasta mediados del año pasado, demostró que siete empresas de Báez se habían comprometido por contrato desde 2010 a pagarle a Valle Mitre una cantidad prefijada de 935 habitaciones por mes, algo así como un tercio de la ocupación potencial del complejo de El Calafate.

La diputada Margarita Stolbizer verificó que en la declaración jurada de la presidente se mencionaba una deuda con el hotel, que bien podría ser un adelanto de dividendos, algo usual en las sociedades de familia, pero que a ella le llamó la atención. Dijo que, por eso, buscó los balances de Hotesur, la sociedad anónima propiedad de la familia Kirchner dueña del Alto Calafate y se encontró que no los presentaban desde hace cuatro años, como así tampoco la renovación de su directorio desde el año 2008 y comprobó que no pagan las tasas de la Inspección General de Justicia (IGJ).

Como nada detenía el escándalo y el juez se había puesto las anteojeras y seguía para adelante, al gobierno se le desataron los demonios y salió en tropel a victimizarse con la denuncia de un complot a partir de teorías de todo tipo, algunas descabelladas, como que a una presidente “no se la puede investigar”. En su arsenal, el kirchnerismo utilizó además chicanas eminentemente políticas, como la supuesta cercanía del magistrado con el diputado Sergio Massa y otras personales, como el calificativo de “pistolero”. Finalmente, notorios kirchneristas avanzaron en una ofensiva judicial de denuncias contra Bonadío, Stolbizer y una asesora de ésta que trabajó en la IGJ, a quien echaron porque hizo saber que el expediente de Ciccone se había “perdido”. A todo esto se le agregó el impacto que buscó provocar Echegaray y la nueva denuncia que se le hizo al juez en el Consejo de la Magistratura. Por último, cuando Cristina dijo “a todos los argentinos, que a esta presidente ningún buitre financiero ni ningún carancho judicial la va a extorsionar en contra de los intereses de los argentinos. Que se queden todos muy tranquilos”, ella venía hablando de los holdouts. Pero, los seguidores de discursos, inmediatamente interpretaron que el carancho mayor que acababa de nombrar Cristina era Claudio Bonadío.

Como nada detenía el escándalo, al gobierno se le desataron los demonios y salió en tropel a victimizarse con la denuncia de un complot.