Tribuna de opinión

El futuro ya fue

por Carlos Rodríguez Mansilla

En 1944 por Radio Belgrano, tres veces a la semana, se emitía el programa “Hacia un futuro mejor”, con libreto de Francisco Muñoz Azpiri y la actuación de Eva Duarte. El régimen surgido el 4 de junio de 1943 canalizaba así su acción de propaganda, pero a la vez trazaba la proyección de las realizaciones que vendrían. Y que vinieron. Con Perón, la Argentina era la quinta economía mundial. Plena ocupación, el país más industrializado y con mejor ingreso per cápita de Latinoamérica, había erradicado el analfabetismo y las enfermedades endémicas. En 1953, Milton Eisenhower había dicho “Argentina lidera en el sur y EE.UU. en el norte”. Es decir que ese futuro ya fue.

Antes, Julio Argentino Roca, en el siglo XIX, había planificado y ejecutado todo lo necesario para que la Argentina fuese en el futuro una potencia de primer orden. Sentó las bases, los cimientos imprescindibles para construir un gran país. Territorio, población, ferrocarril, defensa nacional, educación, producción, orden, progreso, paz y administración. La Argentina de Roca se posicionó entre los siete primeros países del mundo. Ese futuro también fue.

En los años 60 se continuó el proceso de industrialización y de realización de obras de infraestructura, se avanzó en materia de energía y se consolidó el esquema de la defensa nacional. Seguíamos muy por arriba de los países latinoamericanos. “Lula” Da Silva confesó que por aquellos años su sueño era ir a trabajar de operario a una planta automotriz de Córdoba. Fue la última etapa de un futuro que pasó.

Luego, en los 70, comenzó a llegar el presente. Violencia, enfrentamientos entre argentinos, inflación, pobreza, desocupación, crisis de autoridad, desprecio por la vida. Comenzó la decadencia, el retroceso argentino, la muerte del futuro.

Con gobiernos militares y civiles, con más de tres décadas de ininterrumpida democracia, con gestiones del peronismo y del radicalismo. Nada sirvió para evitar que estemos como estamos.

Nada es igual, todo ha cambiado

En los 70, muchos creyeron que el mundo iba hacia el socialismo. Ese futuro no existió. Hace 25 años que cayó el Muro de Berlín, en Cuba siguen con tarjeta de racionamiento y China Comunista fabrica las grandes marcas del Occidente capitalista.

En 1983 se dijo que el futuro era la democracia, que bastaba la democracia para comer, curar y educar en la Argentina. Más de 30 años de democracia demuestran que aquel futuro anunciado fue ilusorio.

Fue en los 90, cuando se aseguró que el futuro era entrar al Primer Mundo. Tampoco llegó. Cada vez somos más subdesarrollados, porque la brecha que nos separa de los países que progresan crece año tras año.

Y al comenzar el siglo XXI se planteó un futuro con “un país en serio”. La realidad releva de cualquier comentario.

Es que debemos entender que los países en decadencia no tienen futuro. Tienen presente. Porque “la única verdad es la realidad”, y esa realidad es el presente. La negación del presente es, precisamente, negar la realidad, vivir en la irrealidad, en lo que no es.

Sin embargo, se habla del pasado y se promete un futuro, ignorando el presente. Es la mejor receta para equivocarse, una vez más.

Geopolíticamente somos un país grande, escasamente poblado, con enormes riquezas naturales y lleno de pobreza y atraso. Con un sistema de defensa nacional deteriorado y reducido a su mínima expresión. Con auge creciente de la delincuencia y la inseguridad interna. Con superabundancia de políticos y escasez de estadistas. Un país en que se hace el elogio de la anarquía de las barricadas en el Mayo francés de 1968, despreciando el orden y el progreso que había logrado la V República de Charles De Gaulle.

Pero, claro, hablar de un patriota y estadista de la talla gigantesca de De Gaulle, nos haría ver la mediocridad de nuestra clase política, sus mezquindades y limitaciones.

Asumir el presente es el requisito imprescindible para encarar la enorme y penosa tarea de reconstrucción, de restauración de la Nación. De reconstrucción de los cimientos de este país que se construyó con los valores de la cultura judeocristiana. Que se organizó jurídicamente con “Las Bases” de Alberdi y el Código Civil de Vélez Sarsfield.

Tarea de restauración de la ley y el orden, del respeto irrestricto a la vida y la propiedad privada, de la libertad responsable propia de los hombres libres.

Se trata, por cierto, de “volver a ser”, lo que dejamos de ser. De “volver a tener” lo que hemos perdido. De recuperar, en suma, el lema de Roca: “Paz y administración”.

“Lula” Da Silva confesó que por aquellos años su sueño era ir a trabajar de operario a una planta automotriz de Córdoba.

Se habla del pasado y se promete un futuro, ignorando el presente. Es la mejor receta para equivocarse, una vez más.