Esta mañana, en el hall de la Casa Gris

Al filo de la tragedia

  • Un hombre, víctima de la inseguridad y de la inacción estatal, se roció con combustible y amenazó con prenderse fuego. Se trata de José Luis Serra, cuyo caso ya fue denunciado en estas páginas.
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José Luis Serra se arrojó nafta en la ropa, tomó un encendedor y exigió la presencia de autoridades.

Foto: Mauricio Garín

 

Joaquín Fidalgo

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Gran conmoción causó esta mañana un tenso incidente ocurrido en el hall principal de la Casa de Gobierno. Un hombre cansado y angustiado se roció con nafta y, con un encendedor en la mano, exigió la presencia de las autoridades, las que ya -por los carriles formales- se habían negado a recibirlo. “Hay muchos casos como éste. Mirá si todos hicieran lo mismo”, disparó un transeúnte, sin siquiera saber de qué se trataba. Seguramente, existen muchas situaciones injustas en la ciudad y cada víctima tiene su límite... José Luis Serra llegó al suyo esta mañana.

Este mecánico, que hoy tiene 38 años, su actual pareja y sus 8 hijos viven presos de una pesadilla desde el 28 de marzo del año pasado. Ese día, cuando jugaba con hermanitos frente a su casa en barrio San José, su pequeña de 13 años fue testigo de un robo y los policías que intervinieron la hicieron poner cara a cara con el ladrón, que vivía a la vuelta de la esquina.

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Familiares y allegados al delincuente golpearon a la niña, rompieron el patrullero y se enfrentaron con los uniformados, que se llevaron detenido al sospechoso.

Esa noche, sin custodia, la casa de los Serra fue tomada por asalto. José Luis y los suyos debieron escapar por el patio trasero, mientras malvivientes saqueaban y destrozaban todo a su paso. A partir de entonces, no pudieron regresar a su hogar. “Mi vivienda era grande. Ahí teníamos habitaciones para todos los chicos, baños y también lugar para trabajar en mi profesión. Me robaron todas las herramientas, tuve que dejar de trabajar, mis hijos abandonaron la escuela porque no tengo ni para el colectivo, estoy empastillado y tengo que mendigar para que me paguen un alquiler de una casilla. Yo tenía todas las comodidades para ellos y me las quitaron. Y a nadie le importa”, se lamentaba días atrás José Luis Serra, ya evidentemente al borde de su resistencia.

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El caso de Serra ya había sido reflejado en estas páginas en dos notas (“Una historia escalofriante en barrio San José” y “Acosados por delincuentes, abandonados por el Estado”, publicadas el 11 de septiembre de este año y el 2 de octubre, respectivamente), pero su situación no se modificaba.

El detonante de la drástica decisión que tomó hoy fue el anuncio de que iban a desalojar a su familia de la pequeña casa que el gobierno -ante la imposibilidad de brindarle seguridad en su hogar- le alquilaba en las afueras de la ciudad, gracias a una gestión de la Secretaría de Derechos Humanos y de Desarrollo Social.

Tras un par de horas de extrema tensión, con los bomberos listos para intervenir, y algunas promesas de resolver la situación definitivamente, Serra depuso su actitud cerca del mediodía, nuevamente esperanzado en poder recuperar la tranquilidad para él y su golpeada familia.

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Una dotación de la Agrupación de Bomberos Zapadores de la Unidad Regional I se mantuvo en alerta durante el episodio. FotoS: Danilo Chiapello