editorial

  • Se fue construyendo en el clima de descontento y crítica respecto de los partidos tradicionales.

Podemos, el fenómeno que agita a España

En España, la crisis es un fenómeno que se arrastra desde hace unos cuantos meses. Sus consecuencias afectan la economía, el tejido social, el régimen político y la credibilidad en el sistema. El emergente político a este estado de cosas ha sido el movimiento social Podemos, liderado por Pablo Iglesias y un puñado de dirigentes sociales provenientes, en la mayoría de los casos, de la docencia universitaria.

Podemos nació al calor de las movilizaciones en la Puerta del Sol, con las multitudes que se denominaron a sí mismas como los “Indignados”. En ese clima de descontento y crítica a los partidos políticos tradicionales, acusados no sólo de no resolver los problemas de la gente sino de ser los cómplices y responsables de lo sucedido, se fue construyendo esta fuerza política avalada por el entusiasmo de generaciones juveniles a las que el sistema político vigente no tiene nada nuevo que ofrecerles.

En las últimas mediciones organizadas por las consultoras, Podemos no ha dejado de crecer, al punto que algunos estiman que dispone de buenas probabilidades de ganar en los próximos comicios. Por lo pronto, la presidencia de Mariano Rajoy deja mucho que desear, mientras que los socialistas no logran recuperarse de la calamitosa gestión de Rodríguez Zapatero. Es más, la consigna más extendida en estos días es la que afirma que el PP y el PSOE más que rivales son cómplices a la hora del reparto corporativo de los beneficios.

Ciertas o no, estas imputaciones parecen calar hondo en la conciencia de los muchos españoles desencantados con el estilo de vida degradado que tienen que soportar en este ciclo de pésimas condiciones socioeconómicas. La pobreza, que ha ensanchado el círculo de los de abajo, pone en evidencia e interpela los privilegios de los de arriba, particularmente irritativos en esta coyuntura.

Hoy, en España, los jóvenes no pretenden salirse del sistema como en el París de 1968, sino integrarse, pero esa aspiración les resulta cada día más difícil. Alejados de la meta de obtener un trabajo y un techo dignos, entre los jóvenes cunde el desencanto, y en este escenario de disconformismo a nadie debería llamarle la atención que el clima de disidencia se encienda y propague.

¿Qué puede ofrecer Podemos a todos estos sectores? Por el momento, una esperanza, una expectativa, un cauce donde volcar sus críticas contra los atropellos de la “rosca” política del PSOE y el PP. El problema es que el rechazo es un buen punto de partida para manifestar la disidencia, pero no alcanza a la hora de gobernar. Hasta el momento, Podemos se ha definido por la negativa, lo ha hecho con brillo, ingenio, humor y aprovechando las redes sociales, pero a la fecha carece de programa de gobierno y sus manifestaciones son más retóricas que políticas.

Por ese motivo, sus principales dirigentes se preocupan por definir una estructura capaz de darle batalla a los dos gigantes de la política española. El desafío es alto porque promete hacer oposición con buenos niveles de participación, consigna que siempre resulta simpática cuando se está del otro lado del poder efectivo, pero que suele ser un recurso pobre al momento de ejercer el poder real. Entre tanto, las exigencias crecen porque, según las encuestas, Podemos se perfila con la probabilidad de ganar los comicios previstos para el año que viene.

El problema es que el rechazo es un buen punto de partida para manifestar la disidencia, pero no alcanza a la hora de gobernar.