Crónica política

EL crucial año 2015

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Representante. El procesado vicepresidente de la Argentina reemplazó a la accidentada Cristina Kirchner en el acto de asunción de Dilma Rousseff. Foto: télam

Por Rogelio Alaniz

“La política es el arte que nos obliga a elegir con informaciones incompletas”. Raymond Aron

Una afiebrada sensación de vergüenza, un sentimiento de bochorno confundido con la impotencia, una invasiva oleada de asco, todo eso y algo más fue lo que me produjo la imagen de Boudou saludando a la presidente de Brasil. No sé si la señora Dilma se sintió incómoda. Política profesional, acostumbrada a las lides de apretar las manos de los corruptos que abundan en su propio partido, es probable que haya considerado el percance como un gaje más de un oficio que exige para su desempeño poderosas fosas nasales y estómagos blindados con amianto.

No sé si Dilma se sintió incómoda, pero yo sí. No soy nacionalista, pero soy argentino y creo que a pesar de todo nos merecemos un destino mejor que este presente donde los aventureros sociales, los arribistas y el malandraje nos representan. Boudou, en este sentido, es una sospecha, la sospecha de presentir que en realidad ese rostro no es ajeno a la condición de argentino. No es una confusión, un error o un malentendido. No está puesto allí de casualidad. Su presencia posee la consistencia de lo real. El hombre no es una invención mediática, un globo inflado por la oposición para darle tono y calor a la campaña electoral; por el contrario, es un producto genuino de Ella, su más auténtica y libre creación, el resultado de una de sus decisiones más inspiradas.

La causa K está diseñada con muchos rostros, pero uno de los más consistentes, uno de los más expresivos es el de Boudou, al punto que no habría causa K sin su presencia, del mismo modo que no habría finanzas K sin Lázaro Baéz, diplomacia K sin Héctor Timerman, transparencia K sin Aníbal Fernández, lealtad K sin Diana Conti o maquillaje K sin Ricardo Forster.

Nos queda la esperanza o tal vez el consuelo de saber que dentro de unos meses se van. Se van todos y en primer lugar Ella. A mi modesto criterio, Ella debería haberse ido antes, o nunca debería haber estado donde estuvo. Pero en el país donde Isabel y Menem fueron presidentes, todo puede estar permitido, incluso Ella.

Se van dentro de unos meses; pero como las plagas, van a intentar regresar. Para el bien de nuestros hijos y nietos espero que no lo hagan. En lo personal me he acostumbrado a resignarme a lo peor, pero a pesar de todo no he podido renunciar a la esperanza, la modesta esperanza de ser un país normal, un país en donde no haya lugar para mesiánicos y fanáticos; para farsantes y corruptos.

Tengo mis años y alguna que otra experiencia en materia política. No pretendo un país gobernado por santos, simplemente aspiro a que un tipo como Boudou no sea vicepresidente o un rufián moral como Lázaro Báez no sea el recaudador oficial del presidente. No es mucho lo que espero, pero no va a ser fácil que esa modesta esperanza se haga realidad. Años de farsa populista no se van así nomás de la conciencia de una sociedad. El populismo es corrupto pero su mayor perversión es su sistemática e insidiosa capacidad de corromper. Años de clientelismo y de demagogia, años de facilismo y manipulación dejan sus marcas en el rostro de la sociedad, sus huellas en la geografía humana de la Nación.

Los K se van, pero no sé si se va el populismo. Los K, en los próximos meses y años, van a estar preocupados en no terminar entre rejas. Como Menem, la Señora y su séquito se dedicarán a gambetear a la Justicia. Los Kirchner y los Menem tienen diferencias, pero en lo que importa, es decir en el ejercicio del poder y su irresistible tendencia a beneficiarse de él, son lo mismo. Como Menem, la Señora, sin el poder, se transforma en una nulidad política. Los K llegaron al poder como consecuencia de una suma de fatales casualidades, pero cuando regresen al llano deberán aspirar a que también sea el azar el que les permita no terminar entre rejas.

Lo que sí es verdad es que los K no se irán si los argentinos no están de acuerdo en que así sea. La democracia, entre otras virtudes, es el sistema que no deja en otras manos que las del pueblo la elección de su propio destino. Los K no van a volver si la sociedad así lo dispone, pero para ello la sociedad necesita de propuestas alternativas que le permitan elegir lo mejor. O por lo menos aquello que sin ser perfecto sea superador del pasado. Dicho con otras palabras, la desaparición de la peste K dependerá de la capacidad que dispongan los partidos y dirigentes de la oposición para proponer algo superador y de la voluntad de la sociedad de salir para siempre de esa charca.

¿Será posible? Hay motivos para alentar esperanzas, pero también muy buenas razones para ser escépticos. No creo que Daniel Scioli sea la alternativa, entre otras cosas porque siempre dijo que era K y a esta altura del partido tengo derecho a creer que sus buenos modales no son más que el recurso de un mediocre para diferenciarse de aquello en lo que cada vez que tuvo que pronunciarse siempre estuvo de acuerdo. Con Scioli en la presidencia no sólo habrá impunidad para los ladrones, sino que muchos de esos ladrones seguirán gobernando.

Sergio Massa es más de lo mismo. A la hora de pensar el poder se parece mucho a Kirchner y, además, tiene una esposa que intentará transformase en la próxima Señora. No sé si es el candidato del narcotráfico, pero tampoco sé si será capaz de ponerle límites, sobre todo por los compromisos que tiene con ellos. Puesto a elegir entre Scioli y Massa me quedo con Massa, pero puesto a elegir con un cuchillo en el cuello y con la amenaza de que la vida de mi madre corre peligro.

Mauricio Macri es el candidato no peronista con posibilidades reales de ganarle al peronismo. Ese dato en sí mismo me despierta una arrebatadora simpatía. Salir del barrial peronista después de haberlo padecido es tentador, pero admito que no se debe salir a cualquier precio. Macri, en este sentido, más que una esperanza es una posibilidad; en todo caso, la posibilidad de una esperanza. Significa en principio la alternancia, la alternancia a los doce años K y a los diez años de la Comadreja de Anillaco. También un desafío, el desafío de que una gestión no peronista sea capaz de empezar a resolver los problemas institucionales y sociales de la Argentina.

Macri es una esperanza pero no es un cheque en blanco. En realidad, en política los cheques en blanco no deberían estar permitidos, y un gobernante que se respete debería negarse a emitirlos o recibirlos. Macri no es el Che Guevara, pero en la Argentina no hace falta que nos gobierne el Che Guevara. Tampoco es un progresista, pero en los últimos años no sé muy bien cuál es el verdadero contenido de esa palabra.

Viene desde afuera de la política, lo cual es un límite, pero según se mire puede ser una ventaja. Viene desde afuera de la política, pero desde hace quince años anda entreverado en los ásperos e ingratos caminos de la política, por lo cual a esta altura es un dirigente con todos los atributos del caso. Probablemente no conozca las fintas y gambetas de la política, pero conoce los secretos de la buena gestión y sabe que la clave de un buen gobierno reside en la calidad de los equipos de tareas.

¿Es de derecha? Lo más probable. Pero la derecha no es sinónimo de peste y en una democracia responsable dispone de una verdad que no es exclusiva pero es necesaria. Macri es de derecha, pero no es fascista y tampoco un fundamentalista del mercado. Es verdad que no es “progresista” ni de centro izquierda -este último atributo hoy lo detentan los K para desgracia de los verdaderos progresistas-, pero en la Argentina contemporánea la contradicción a resolver no es la que nace de la agotada polarización entre derecha e izquierda. Reconstruir el Estado, recuperar las instituciones rotas o corrompidas, asegurar el funcionamiento de la economía, dar respuestas a los requerimientos legítimos de las masas, instalar en el sentido común valores culturales reñidos con la demagogia populista e insertar a la Nación en el mundo son las tareas del futuro. No sé si Macri será capaz o podrá hacerlas, pero es el candidato visible que dispone de mejores condiciones para intentar hacerlo.

 

Los K no van a volver si la sociedad así lo dispone, pero para ello la sociedad necesita de propuestas alternativas que le permitan elegir lo mejor.