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Entablar una relación amorosa en el lugar de trabajo en Portugal puede desembocar en el despido de los trabajadores implicados.

La presión de las normas de conducta no escrita de muchas compañías obliga, en muchos casos a la nueva pareja a ocultar su relación, explicó el letrado Antonio García Pereira, defensor de un demandante.

Carlos, de unos 30 años, conoció a María en una empresa farmacéutica de Lisboa hace un año e iniciaron una relación que terminó por afectarles laboralmente. A ella no le renovaron el contrato y él negoció una rescisión de mutuo acuerdo con la empresa, agotado por las presiones de las que decía ser blanco. “No se puede dar por hecho que una relación tenga obligatoriamente consecuencias negativas en el trabajo”, defendió el letrado, quien consideró la actitud de algunas empresas como una intromisión en la vida privada “claramente ilegal e inconstitucional”.

Según denunció el abogado, todavía hay varias empresas en Portugal, especialmente filiales y sucursales de grandes multinacionales, que, de forma implícita, condenan las relaciones amorosas entre sus empleados.

“Es una práctica que se aplica, pero las empresas pasaron a no plasmar este tipo de códigos de conducta por escrito”, abundó García Pereira, un conocido abogado especialista en derecho laboral.

Controlar aspectos de la vida privada de los trabajadores comenzó en las firmas de Portugal en los años 80, una década más tarde de que el país recuperase la democracia después de cuatro décadas de dictadura. En otros países, había comenzado antes, especialmente después de la crisis del petróleo de 1973.

Los casos son numerosos. Pero los costos judiciales y el largo proceso de resolución de los casos desmotiva a muchos empleados a denunciar formalmente las situaciones de discriminación y acoso moral encubierto.