Un buen edificio para una mejor enseñanza

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La escuela. Su arquitectura emblematizaba la construcción de un país con cimientos en la educación pública. Foto: Archivo El Litoral

 

Gustavo J. Vittori

Según la información que diera a conocer el gobierno de la provincia, se ha otorgado a la Escuela Secundaria Orientada Nº 256 General Juan Bautista Bustos, un aporte no reintegrable de $ 1.400.000 con destino a la restauración de la fachada. Es probable que así, la antigua Escuela Fiscal Bernardino Rivadavia recupere la equilibrada belleza arquitectónica de otros tiempos, envoltorio físico de un programa de fondo pensado para “educar al soberano”. Hacía falta para darle carnadura cívica a la organización del Estado democrático establecido por el Congreso General Constituyente de 1853 y la convención reformadora de 1860, que había reintegrado a la provincia de Buenos Aires al cuerpo del país constituido.

Es un tema inagotable que atraviesa por una zona oscura, según expresan todos los indicadores de campo, nacionales e internacionales. Por eso, me parece interesante transcribir un fragmento del capítulo que escribiera para el libro “Altroché, Italia y Santa Fe en diálogo”, texto que aborda la relación entre forma y contenido en materia educativa.

Dice así: “Frente a la antigua Plaza de las Carretas, por entonces llamada Del Progreso, levantará sus paredes, según un proyecto elaborado en 1888. Era el (edificio) de una escuela para niñas, a la que luego se le anexará otra de varones y en conjunto le darán volumen a la Escuela Fiscal Nº 3 Bernardino Rivadavia.

“La escuela y su manifestación física en la ‘frontera’ de la ciudad, en la proximidad de la Estación Francesa de Ferrocarriles y del puerto nuevo, testimonian la importancia que los gobernantes de la Constitución le daban al proceso inmigratorio, y a la enseñanza como factor de integración de los extranjeros a su nueva tierra; a la escuela, como ámbito de aprendizaje y sociabilidad, y a la mujer, que hasta poco antes estaba constreñida a las tareas del hogar.

“También es interesante hacer notar la calidad de la construcción completada por Carlos Prono en 1914. Se trata de un inmueble que, a través de la dignidad de su arquitectura, expresa hacia afuera -a los que pasan- el valor de lo que se hacía adentro; el valor que se le asignaba a la educación primaria como simiente de ciudadanía. A esta altura, es redundante decir que el diseño de la fachada tiene, como casi todos los edificios de ese momento, clara impronta italianizante.

“En este caso, el proyectista juega en las aberturas -diez por piso- con líneas curvas y rectas que remiten a los ejercicios del Renacimiento. Dos puertas de acceso simétricas, con arcos de medio punto, interrumpen la recta linealidad de las ventanas creando un ritmo más complejo y de mayor impacto visual. Otro tanto ocurre en la planta alta, donde puertas ventanas enfatizadas por las salientes de dos grandes balcones con balaustradas reproducen los arcos del plano inferior, en tanto que a sus costados las ventanas mantienen la línea recta. Las que cambian son las formas de los guardapolvos que las protegen, ya que mientras en el piano terra se emplean salientes rectas, en el piso alto, éstas componen frontones triangulares que, dicho sea de paso, se repiten -con mayor tamaño- en el barandal del coronamiento y sobre el eje de los arcos de los dos órdenes inferiores. En suma, un gran edificio para un estratégico proyecto de construcción de nacionalidad; un programa que pretendía argentinizar a los extranjeros y universalizar a los criollos”.

Es de esperar que ahora, la restauración de la deteriorada fachada proyecte su gesto hacia adentro, a los contenidos de toda la escuela pública santafesina.