Países árabes

Condenan pero no comparten la sagrada libertad de expresión

Javier Otazu

(EFE)

Los países árabes han condenado en esta ocasión sin paliativos el atentado contra el semanario Charlie Hebdo, aunque ninguno de ellos comparta la idea de la “sagrada” libertad de expresión.

Los ministros de Asuntos Exteriores de Egipto, Argelia, Marruecos y Emiratos adhirieron a la manifestación de ayer en París, como también el rey Abdalá de Jordania, en una muestra clara de la repulsa que el atentado ha despertado también al sur del Mediterráneo.

La postura oficial casi unánime en el mundo árabe contrasta con la que mostró en su mayor parte en 2006, cuando se desató la llamada “crisis de las caricaturas” por la publicación en un diario danés y seguidamente en otros periódicos europeos de varias caricaturas del profeta Mahoma, que dio lugar a violentos disturbios en varios países e incluso a la quema de la embajada noruega en Siria.

En aquel momento, la mayor parte de países árabes pusieron más énfasis en condenar las caricaturas que en los mismos actos de violencia, recordando que había “líneas rojas” que no se podían atravesar, como son la mera representación de Mahoma (y aún menos su ridiculización) en la tradición musulmana.

¿Significa ahora que han desaparecido las “líneas rojas” y que los árabes se han sumado a la defensa de la libertad de expresión? Nada más lejos de la realidad.

La sacralidad de la religión musulmana dentro de las sociedades árabes es aún más indiscutible ahora que hace nueve años, como lo demuestra, por ejemplo, el reciente caso de censura de la película “Exodus” de Ridley Scott en varios países árabes (Marruecos, Egipto y Emiratos) por atreverse a mostrar a un niño que podría interpretarse como Dios.

O, por poner otro ejemplo, el hecho de que los medios de comunicación árabes hayan repudiado el atentado contra su colega Charlie Hebdo y defendido la libertad de expresión, pero se hayan abstenido de publicar una sola de las polémicas caricaturas, al contrario que en los países europeos.

En este sentido, fue significativa la postura expresada por el gobierno marroquí: su ministro de Exteriores, Salahedín Mezuar, manifestó que asistiría la mencionada manifestación sólo en caso de que no aparezcan las caricaturas contra el profeta.

Era una forma de dejar claro (como lo ha hecho Catar, por ejemplo) que la condena clara del terrorismo contra una revista no significa que los árabes compartan lo que los franceses han dado en llamar pomposamente “los valores de la República” o el principio, sagrado en occidente, de la libertad de expresión.