Rescatar a nuestros lobizones

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Científicos e investigadores trabajan desde distintas instituciones y organismos para preservar y conservar los 880 ejemplares de los aguará guazú, una especie salvaje que queda en nuestro país.

TEXTOS Y FOTOS. DR. EN CIENCIAS BIOLÓGICAS MATÍAS PANDOLFI ([email protected]).

 

Chrysocyon brachyurus es el nombre científico del cánido más grande de Sudamérica que vive en Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia; más conocido como aguará guazú, que en guaraní significa “lobo grande”. Llega a alcanzar los 107 centímetros de altura y hasta 125 centímetros de longitud, a los que hay que sumar unos 45 centímetros de cola. Puede llegar a pesar hasta 34 kilos si está en un buen estado nutricional.

En nuestro país, esta especie se distribuye por las provincias de Corrientes, Formosa, Chaco, norte de Santa Fe y Córdoba, este de Santiago del Estero y sur de Misiones. Muestra una marcada preferencia por ambientes abiertos como sabanas, pastizales, bosque abierto, palmares, bañados y esteros, aunque también se ha registrado su presencia en zonas selváticas.

Es, sin dudas, uno de los animales más bellos de nuestra tierra -como podrán apreciar en las fotos- y también es uno de los más misteriosos, ya que, por su carácter huidizo y sus hábitos nocturnos y crepusculares, es difícil de observar.

ESPECIE PROTEGIDA

El aguará guazú presenta una dieta omnívora: además de comer frutos y raíces, puede cazar pequeños mamíferos, aves e insectos. Se cree equivocadamente que ataca el ganado y ése es uno de los motivos que lo ha llevado al borde de la extinción: la caza por parte de muchos productores. Otras causas que han diezmado sus poblaciones son la pérdida de su hábitat natural por el avance de la frontera agropecuaria, el atropellamiento en rutas y el mascotismo. También han sido atacados muchas veces por supersticiones que los identifican con el lobizón.

Esta especie se encuentra registrada en el Apéndice II del listado de especies protegidas de la Cites (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres). La ubicación en dicho apéndice implica que no está necesariamente amenazado de extinción pero que podría llegar a estarlo, a menos que se controle estrictamente su comercio.

Actualmente, se estima que en nuestro país sólo quedan unos 880 ejemplares. A nivel nacional, sí es considerado como una especie en peligro por la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (Sarem). Increíblemente se lo utiliza como mascota tratándolo como si fuese un gran perro domesticado.

EJEMPLARES RESCATADOS

Tres ejemplares de aguará guazú fueron recientemente rescatados del mascotismo y se encuentran en rehabilitación en el Centro de Reproducción de Especies de Temaikén (Cret). La bióloga Carina Righi, responsable de Conservación e Investigación de la Fundación Temaikén, brinda información y actualización sobre el estado de los tres animales.

El primero de los ejemplares fue recuperado por la Dirección de Fauna Silvestre del domicilio de un particular en la ciudad bonaerense de San Nicolás, donde estaba viviendo como un animal doméstico. Es una hembra adulta que fue encontrada con collar de perro y cuando se le realizaron estudios radiográficos se vio que tenía el cuerpo lleno de perdigones. Luego de ser recuperada, se trasladó al Cret donde el equipo de veterinarios y cuidadores realizó los controles sanitarios necesarios y analizó su estado para planificar su rehabilitación para poder devolverla a la naturaleza.

El segundo, una pequeña cría hembra, fue encontrada sola y con una fractura en la pata derecha delantera por un poblador en la laguna Mar Chiquita, Córdoba. Sabiendo que se trataba de una especie en peligro de extinción, se lo comunicó a la Policía ambiental, y siguiendo el protocolo de acción realizado por el Grupo Argentino Aguará Guazú (Gaag) -del cual Fundación Temaikén es parte - se coordinó su traslado al Cret.

El tercer caso se trata de un cachorro macho de aproximadamente tres meses de edad que fue llevado a la localidad de Pergamino por un particular que lo encontró atado por la zona Noroeste de Santa Fe. Los pobladores locales le comentaron que habían matado a su madre, entonces decidió llevárselo y contactar a alguna institución que pudiera ayudarlo. De esta manera se activó el protocolo de acción para rescate de animales decomisados, interviniendo la Dirección de Fauna Silvestre, y se autorizó su traslado al Cret.

Los tres ejemplares se encuentran ahora en ambientes en aislamiento humano, con el objetivo de mantener sus comportamientos de la manera más silvestre posible, para poder evaluar su posterior liberación. Sus estados generales de salud son buenos y van reaccionando bien a los tratamientos antiparasitarios y a la adaptación a una dieta adecuada para un animal que necesita aprender a alimentarse para sobrevivir en la naturaleza. Todos estos comportamientos se estudian a través de registros de cámaras colocadas en los lugares donde viven transitoriamente.

INVESTIGACIÓN, CONSERVACIÓN Y RECUPERACIÓN

Todo esto muestra la importancia de los zoológicos dentro de una concepción moderna en la cual no son meros centros de exhibición de animales sino que se estructuran en torno a la investigación, la conservación y la recuperación de fauna incautada. Este caso ilustra cómo se hace concreta esa definición. Es también destacable y valiosa la labor del Gaag, formado por 16 instituciones-miembros que incluyen organismos nacionales y provinciales de gobierno, zoológicos, ONGs y grupos de investigación de universidades y museos en los que participan destacados colegas. Sus estudios abarcan distintas zonas de distribución de esta especie: Chaco y Corrientes a cargo de Lucía Soler de Fundación Huellas, el norte de Santa Fe a cargo de Andrés Pautasso del Museo Florentino Ameghino, Santiago del Estero a cargo de Marcela Orozco de la UBA y Córdoba a cargo de Paula González Ciccia de Temaikén. El Gaag investiga y analiza con gran detalle los resultados obtenidos a fin de realizar posteriormente gestiones a nivel nacional que permitan el diseño de estrategias regionales para la conservación de esta especie. Esta ardua labor de los científicos, estudiantes que los acompañan y miles de voluntarios es de un gran valor biológico. Pero también es importante hacer notar que si no se actualiza y aplica la legislación por parte de los funcionarios de los tres poderes del Estado, todo este trabajo termina sin poder ver sus frutos en el corto plazo y, considerando que sólo quedan 880 ejemplares en nuestro país, ya no hay tiempo que perder.