Tragedia en avenida Facundo Zuviría

Murió atropellada por salvar a su perrito

  • La víctima es una mujer de 76 años. El accidente de tránsito ocurrió anoche, a la altura de calle Javier de la Rosa.
24-01-FOTO2457.jpg

El pequeño perro quedó temporalmente al cuidado de una vecina, que anoche lo rescató de la calle apenas ocurrió el choque. Foto: El Litoral

 

Joaquín Fidalgo

[email protected]

Estela Avero tenía 76 años y se domiciliaba sobre calle Javier de la Rosa, escasos metros al este de avenida Facundo Zuviría. No vivía sola, porque a su lado estaba siempre su perrito mestizo color café. Adoraba a su mascota y ese amor le costó la vida anoche, cuando fue atropellada por un automóvil.

Eran aproximadamente las 23 de ayer cuando comenzó a desencadenarse el trágico incidente. Avero cenó junto a familiares y cuando ellos se retiraron salió a la vereda para dar uno de sus habituales paseos, junto a su fiel compañero. “Siempre lo llevaba con una correa, justamente para su seguridad”, recordó una vecina esta mañana. “Amaba a los animales -agregó- y se aseguraba de dar protección y alimento a todos los perros desamparados del barrio”.

Anoche, la mujer y su mascota caminaron hasta la plaza cercana, ubicada a escasos 50 metros de su hogar. Por unos minutos, disfrutaron juntos de la tranquila noche y luego decidieron volver a casa. Fue entonces que el perrito escapó del control de la mujer y corrió alocadamente en dirección a Facundo Zuviría. Desesperada, Avero fue tras sus pasos y en ese momento se produjo el fatal accidente de tránsito.

En circunstancias que están siendo investigadas, un automóvil VW Fox de color gris que pasaba por la avenida no atropelló a la mascota, pero sí a su dueña.

Avero sufrió fuertes golpes en la cabeza y en el tórax. Los vecinos aseguran que estuvo media hora tendida en el suelo, hasta que llegó la ambulancia que la llevó de urgencia al Hospital Cullen. Ya estaba muerta cuando arribó al centro público de salud. Los mismos testigos observaron que el conductor del auto que la arrolló, de 29 años, permaneció todo ese tiempo sentado en uno de los cordones, abatido y desconsolado.