Asalto y muerte en barrio Cabal

El triste fin de Juan “Pajarito” Quinteros

Fue jockey y cuidador de caballos. Tras el retiro se dedicó a dar protección a negocios y vecinos de barrio Cabal. Anoche quiso evitar un asalto y un delincuente lo asesinó de un tiro.

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Investigadores y peritos policiales trabajaron en la escena del crimen. Fotos: el litoral / Danilo Chiapello

 

Danilo Chiapello

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Lejos quedaron aquellas tardes de domingo donde Juan Quinteros (57) se lucía como un destacado jockey.

Tanto el hipódromo de Las Flores como las pistas de Buenos Aires y alrededores saben de las hazañas que “Pajarito” (como le decían sus íntimos) supo realizar sobre el lomo de distintos “pura sangre”.

Pero Juan no sólo se destacaba por su habilidad con los “matungos”. Sus características personales también sobresalían del resto.

“Honesto y trabajador. Solidario, humilde y buen amigo”, fueron algunos de los conceptos que hoy vertieron sus antiguos camaradas, aún conmocionados por lo ocurrido.

La campaña deportiva de Juan terminó hace unos años luego de un accidente en una carrera de caballos, donde resultó con serias lesiones en sus tendones.

Si bien Juan se retiró de las competencias, no se alejó del todo del ambiente del “Deporte de los Reyes”, donde se siguió desempeñando como cuidador.

Pero como suele ocurrir, el paso del tiempo fue implacable con Juan. La edad y sus dolencias físicas obligaron a “Pajarito” a retornar a su lugar en el mundo, esto es, en barrio Cabal, donde había transcurrido gran parte de su vida.

Todos vieron con alegría el regreso de Juan al barrio, pero mucho más su esposa Mari y su hija Dana, que de este modo podrían compartir muchas más horas con él.

Pero “Pajarito” no era un hombre de estar sin hacer nada. Conocedor de la calle y de los momentos, Juan se las ingenió para dar protección a vecinos y comerciantes de la zona. “Yo los voy a cuidar para que no los roben”, decía por lo bajo a sus conocidos.

Sin piedad

Fue en la tardecita de la víspera cuando un malviviente irrumpió en la panadería Imperial, ubicada en Blas Parera al 6900.

La aparición del ladrón sorprendió a todos, menos a Juan que se encontraba en el lugar y sin más se abalanzó para intentar frustrar el golpe.

Lo que siguió fue un forcejeo que comenzó en el negocio y siguió en la vereda. En dicha circunstancia se escuchó un disparo. Segundos después Juan caía desplomado en la esquina. Tenía un balazo en medio de la frente.

Con la premura del caso el infortunado fue trasladado hasta el hospital Cullen pero, pese al esfuerzo de los médicos, se produjo su deceso.

La brutal ejecución no pasó inadvertida para los vecinos y comerciantes que sin dudar se lanzaron en persecución del delincuente.

Acorralado, el rufián se introdujo dentro de una vivienda donde cambió sus ropas e intentó despojarse del arma utilizada.

Pero fueron los propios vecinos quienes atoraron al malviviente y lograron reducirlo para luego entregarlo en manos a la policía. Más tarde se supo que en el lugar fue hallada un arma de fuego escondida en una maceta.

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“No hay justicia”

“Yo me enteré de todo por un pibe que casi me tira la puerta abajo. ¡Mari... Mari, salí que le pegaron un tiro al Juan”, recordó hoy la esposa del fallecido en diálogo con este diario.

“Al principio me sorprendí. Jamás pensé que segundos después lo iba a ver tirado en la calle, con un tiro que le pegó en la frente y le salió por la nuca. Me lo mataron peor que a un perro”, dijo la mujer mientras rompía en llanto.

“Los vecinos fueron quienes lo siguieron al asesino y vieron dónde buscó refugio. Es muy cerca de acá, a dos o tres casas. Allí alguien le hizo cambiar la ropa y tirar el revólver al costado de un pasillo”.

Más adelante Mari recordó que “anoche nosotras estuvimos solas, esperando para ver si nos entregaban el cuerpo. Pero lo peor fue que tuvimos que ver que la policía se quedó custodiando la casa del asesino. Y nosotras acá solas, sin que nadie nos venga a ver”.

“Un mal sueño”

“Cuando mi papá regresó de Buenos Aires se instaló en el barrio. Y así fue como hizo amistad con mucha gente, incluso con las chicas de la panadería. Todo el mundo lo quería y lo apreciaba. Él estaba allí pero sólo colaborando. Él le decía a las chicas que las cuidaba para que no las roben. Incluso él las acompañaba cuando salían de trabajar para que no sufran ningún arrebato”, comentó Dana, la hija.

“Para mí todo esto es como un mal sueño. No puedo entender lo que pasó. El domingo es mi cumpleaños y no lo voy a tener a mi lado. Nadie me lo va a devolver. Lo mataron como un perro. Anoche tuvimos que soportar que la policía custodie la casa donde al asesino le cambiaron la ropa y lo refugiaron. Si no fuese por los vecinos y la gente que estaba en la avenida, esto hubiese sido otra muerte impune. Pero la gente se involucró, entró a la casa, agarraron el arma, la plata, todo. Para que finalmente venga la policía y se lo lleve. Es decir que la gente común está haciendo el trabajo que en rigor debería hacer la policía. La seccional 10a. sabe que esa casa es un aguantadero. Entonces, ¿por que no actuaron antes?”, se preguntó.

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La víctima, Juan Quinteros.

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Dana ( la hija) y Mari (la esposa) no tienen consuelo.