Antes y después del amor

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Haruki Murakami.

 

Por Nilda Somer

“Hombres sin mujeres”, de Haruki Murakami. Tusquets. Buenos Aires, 2015.

En el prólogo de su libro de cuentos Sauce ciego, mujer dormida, Murakami anotaba: “Otra cosa agradable de escribir cuentos es que puedes crear un argumento a partir de los detalles más nimios..., una idea que brota en tu mente, una palabra, una imagen, cualquier cosa. En la mayoría de los casos es como la improvisación en el jazz, y el argumento me lleva a donde a éste le plazca. Y otra cosa buena es que en el caso de los cuentos no tienes que preocuparte por el fracaso. Si la idea no sale como esperabas, te encoges de hombros y te dices que no todas pueden salir bien. Incluso en el caso de maestros del género como F. Scott Fitzgerald y Raymond Carver -hasta en el caso de Antón Chéjov- no todos los cuentos son obras maestras. Para mí, esto es un gran consuelo”.

Y si bien es verdad que no todos los cuentos de nuevo volumen de cuentos, Hombres sin mujeres, están lejos de ser obras maestras, hay dos o tres que merecen realmente la atención. A diferencia de su anterior libro de cuentos, el mencionado Sauce..., que presentaba una amplia variedad de tramas, aquí hay una marco común que reúne a los relatos, sintetizado en el título del cuento con que se presenta el volumen: la soledad que sigue o prologa a una relación amorosa

Declara Murakami: “Me considero esencialmente novelista, pero muchas personas me dicen que prefieren mis cuentos a mis novelas”. Es verdad. Quizás porque el mundo posmoderno, de encuentros sorpresivos, de fatalidades, de irrupciones musicales, de convulsiones, de multitudes y soledades que describe Murakami a veces se prolonga en sus novelas con repeticiones algo cansinas y encuentra en cambio en sus cuentos un ritmo más afín y contundente.