mesa de café

Palpitando los comicios

Por Remo Erdosain

Hoy la mesa está particularmente agitada. A las novedades electorales se suman las novedades acerca de las irregularidades electorales. El más eufórico de todos es José; Abel se esfuerza por serenarlo mientras Marcial contempla el espectáculo con el esbozo de una sonrisa en los labios.

—¡Qué me cuentan! Más de doscientos mil votos sin escrutar. ¡Una vergüenza! ¡Una verdadera vergüenza! Estamos en las tapas de todos los diarios del país.

—Algo que no ocurre desde los tiempos de los gobiernos peronistas -observa Marcial.

—No sé a que te referís.

—¿Ah, no? A los tiempos de los juguetes de Vanrell, por ejemplo.

—¿Y no se acuerdan -pregunto- de cuando se cayó el sistema, allá por 1995?

—Entonces el gobernador era Reutemann.

—Nobleza obliga -digo-, hay que reconocerle que se movió rápido para evitar el fraude montado por el menemismo. Entonces también estuvimos en las tapas de los diarios pero todo se arregló bien.

—Todo se arregló bien -dice Abel- pero lo cierto es que la intención de cometer un fraude existió.

—¿Y ahora qué?

—Nadie, ni siquiera el opositor más enconado al gobierno socialista habló de fraude -responde Abel.

—Más o menos -aclara José-. Barletta por ejemplo hablo de zafarrancho, palabra que no es sinónimo de fraude pero se acerca.

—Raro fraude éste -digo-, donde el oficialismo sale perdiendo.

—No te entiendo -dice José.

—Elemental Watson. El fraude siempre lo comete el gobierno de turno porque dispone de las herramientas del poder para hacerlo. Pero cuando esto ocurre, el oficialismo gana, algo que no ocurrió en este caso donde el oficialismo perdió.

—Yo diría que ésa es la prueba de la inocencia de los socialistas.

—Más o menos, más o menos -protesta José-. A lo mejor el objetivo fue perder por poco y no por goleada.

—Nada indica -digo- que el Frente Progresista fuera a perder por goleada en estas elecciones.

—Llamale hache -insiste José- admitan que algo pasó, que algo los muchachos hicieron mal. ¿Tanto les cuesta autocriticarse?

—Objetivamente -admito- las irregularidades existieron, pero se pueden corregir.

—La pregunta a hacerse reflexiona José- es acerca del precio político que va a pagar el socialismo por esta desprolijidad.

—Los socialistas deberían saber -dice Marcial- que la sociedad a los únicos que les perdona errores y atrocidades es a los peronistas.

—Ahora, no se la agarren con nosotros -protesta José- que nos hemos portado como unas niñas. Ni quiero pensar lo que habría pasado si este “error” lo hubiéramos cometido los peronistas.

—¿Qué habría pasado? -pregunta Abel.

—Lo menos, una denuncia a las Naciones Unidas, cuando no un pedido de intervención de los Cascos Azules. Pero como las maniobras las hacen los socialistas todo se reduce a una “irregularidad”.

—Es lo que fue -digo.

—¿Qué habría pasado si no se hubieran hecho las denuncias del caso?

—Para responder a tu pregunta habría que esperar que se escruten los votos faltantes. Si el resultado final es más o menos proporcional a las cifras brindadas quiere decir que no pasó nada.

—Sinceramente, para mí éste es un tema menor -sostiene Marcial-. Lo importante en todo caso es que Torres del Sel, “Miguelito” para los que somos sus amigos, salió primero.

—No quiere decir que vaya a ganar en julio -digo.

—Como viene la mano creo que va a ganar. Si solo, sin competencia interna sacó más votos que los Lifschitz y Barletta, todo parece indicar que en las finales va a ganar de orejita parada.

—Eso habrá que verlo. Perotti hizo una muy buena elección y, por lo tanto, va a contener el voto peronista.

—Lo que pasa -responde Marcial- es que nosotros no vamos a a ganar con el voto peronista.

—¿Y con quién van a ganar?

—Vamos a ganar con el voto radical.

—Yo no lo voy a votar -dice Abel.

—Lo mismo no piensan todos los radicales, muchos muy ofendidos por los malos tratos de los socialistas.

—¿Y se puede saber por qué no lo vas a votar a Del Sel? -pregunta Marcial a Abel.

—Porque yo no voto a un candidato a gobernador que baila cumbia en un escenario.

—Eso me parece una frivolidad.

—Más o menos, más o menos. Yo, en los últimos tiempos, aprendí a darle importancia a los detalles. Para mí, esos detalles son importantes. Además, no me cambien la bocha. Acá el frívolo no soy yo precisamente

—¿Ustedes vieron la escena en Rosario? -pregunta José-. El circo del candidato era tan desopilante que a su lado Reutemann parecía Arturo Frondizi: sobrio, austero, discreto, inteligente... -se respondió.

—A mí me parece una estupidez hacer estas consideraciones -se queja Marcial-, ustedes lo que deberían preguntarse es por qué la sociedad santafesina lo prefiere a Miguel. ¿No se les ocurre pensar que algo habrán hecho mal los cráneos de la política local para que en una provincia con alto capital humano los santafesinos prefieran a un payaso, como ustedes le dicen despectivamente?

—Vamos a ver si lo prefieren a tu Miguel -dice Abel- las diferencias entre uno y otro son insignificantes.

—La solución a la mala política no es la pésima política -digo.

—Habría que ponerse de acuerdo quién representa lo malo y quién lo pésimo. Por lo pronto, Torres del Sel es el preferido.

—La verdad se va a saber -digo- el 14 de junio a la noche.

—Si es que no hay nuevas irregularidades- chicanea José.

—Convengamos que, de todos modos -digo-, los candidatos están bien posicionados. Es más, a la hora de elegir por individualidades diría que por lejos el más virtuoso políticamente es Perotti.

—¿Y por que no lo votás?

—Por dos razones: porque por principio nunca voto a peronistas, y porque Perotti es un buen tipo pero detrás de él están Drácula, Frankestein, el Hombre Lobo y el Viejo de la Bolsa.

—Y de Lifschitz, ¿qué pueden decir? -desafía Abel.

—Una buena persona, un buen intendente de Rosario, pero opaco y gris en un momento en que es necesario brillar y destacarse.

—Claro, Lifschitz es gris porque no baila cumbias en el escenario.

—Del Sel baila cumbias -responde Marcial- pero no se saca fotos con jovencitas cincuenta años más joven que él en una playa.

—Que yo sepa Lifschitz no hizo eso.

-Lifschitz no es el único dirigente socialista.

—Yo no me voy a enredar en estos puteríos -digo-, lo que me importa es saber qué proponen cada uno de los candidatos.

—Del Sel -dice Abel- planteó que a los narcotraficantes hay que echarlos de la provincia. Pregunto: ¿los va a mandar a Córdoba, a Entre Ríos o al Chaco?

—Fue una cosa que dijo por decir.

—Ése es el problema. Que siempre dice cosas por decir. El otro recurso al que nos tiene acostumbrado es que para tal tema o para tal otro están los equipos técnicos. O sea que si gana van a mandar los equipos técnicos, equipos técnicos que me gustaría conocer, porque sospecho que tampoco existen.

—En cambio, la calidad de los equipos técnicos de los socialistas los hemos podido apreciar en estas elecciones -observa Marcial.

—No comparto -concluye Abel.

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