Nuevas y casi sin uso...

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

Nuevas y casi sin uso...
 

“...//Yo no estimo tesoros ni riquezas,/ y así, siempre me causa más contento/ poner riquezas en mi entendimiento/ que no mi entendimiento en las riquezas.//...”

Sor Juana Inés de la Cruz.

No sé cómo será en sus casas, mis chiquitos y chiquitas, pero en la mía hay, en el rubro música, dos violines y una guitarra, un tonete, una guitarra para la compu y creo que debo comprar un órgano. Todo nuevo y todo al pedo.

En el rubro deportivo, por ejemplo y sólo contándome a mí mismo, tengo botines de fútbol cinco y de fútbol once, zapatillas especiales para correr, dos bicicletas de verdad y una fija, igualmente al cuesco.

En el rubro artículos para el hogar hay una aspiradora, al menos una licuadora, una paellera, una ollita para fondeau (el último y único que hice casi termina en desastre, pero hace siete años...) con sus adminículos, un wok, catorce tupper, todo haciendo culto a la serena flatulencia.

En el rubro artículos para el auto tengo también una aspiradora específica que habré usado dos veces, una hidrolavadora y un set de herramientas impoluto, todo nuevo y aerofágico.

Podría seguir así todo el artículo pero en realidad pretendo ilustrar desde mi humilde mal ejemplo lo que creo pasa en muchos hogares: tenemos cosas, acumulamos objetos que en algún momento fueron una tentación, una demanda, una oportunidad, una oferta. Y ahora están ahí y ocupan un lugar, un doble lugar físico y, digamos, espiritual (el deseo, la obtención, la utilidad inicial, la inutilidad, la extrañeza). ¿Quién no tiene patines, rollers, tablets, vestidos, abrigos, colchas, sartenes, set de destornilladores, cuchillos, artículos para servir el vino, palitas para servir pizzas?

En algún momento advertimos que todo eso no se usa y así nace también la in útil idea de vender y están todos esos sitios en Internet, o los carteles, o las redes sociales o las ferias más o menos americanas. Desde el punto de vista material, hay en efecto mucho dinero invertido. Y la trabajosa concepción de su posible reventa para obtener o recuperar algo de dinero no es mala. Pero enseguida chocaremos brutalmente contra nuestra incapacidad vendedora y su contrapartida cruel: sólo desarrollás capacidad compradora y te sentís en algún momento -bienvenido a la realidad- un ser hueco a ser llenado por determinados productos que sí tienen muy desarrollada la parte vendedora.

Antes, cuando no había demasiadas cosas en una casa y las que había duraban por años (menos el perro de yeso que hemos pateado y roto de a pedacitos consecutivos hasta su desaparición formal), no teníamos ni dilemas morales ni problemas ni tampoco temor al vacío: no había que llenar huecos con nuevas cosas recién estrenadas y viejas que sacian más un impulso que una necesidad.

Ahora en cambio (cambio, cambio, me suena...) cedemos fácil a cualquier tentación y ello incluye la difusa y cambiante pero (im) precisa demanda de tus hijos. Hoy quieren por ejemplo estudiar alfarería y vos salís disparado a buscar lo que fuera que necesite la criatura; así con danzas, patín, arte, música, deporte (tu hija por ejemplo puede ser arquera de hockey: el equipo completo no vale como un auto, pero seguro como un cuarto de auto...) y a lo mejor ese interés dura... tres clases, dos meses, cuatro sesiones...

No se trata, por las dudas, de inhibir nada. Al contrario. Pero me parece que deberíamos ofrecer siquiera un poquito de resistencia a lo nuevo, a lo que incorporamos, a lo que traemos a nuestras casas y vidas.

Ya entendieron entonces: ¿me llaman por privado entonces para saber a cuánto vendo los violines y la bicicleta fija? Necesito sacármelos de encima porque vi una consola de no sé qué ni para qué que va a quedar fantástica en casa.

Por distintos motivos, en una casa actual viven, subviven y sobreviven una serie de artículos prácticamente nuevos que nadie usa. Fueron reclamados con vehemencia o irrumpieron porque sí rasgando la sempiterna paz televisiva de tu hogar. Y ahora están ahí: ocupan un lugar y son candidatos a permanecer hasta que se te ocurra hacerlos circular. Esta nota todavía no está vendida y por eso la hago patinando...