Fernando Ruiz

“El periodista más democrático no es el militante, sino el más profesional”

  • La lógica del “enfrentamiento de bandos” entre el poder político y los medios atraviesa toda la historia argentina. La actual es sólo “una escaramuza”, ya que no puso en riesgo al sistema. Pero también significó un atraso.
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El autor del libro “Guerras mediáticas” disertó en la apertura del curso anual de Periodismo Judicial y dialogó con El Litoral. Foto: Flavio Raina

 

Emerio Agretti

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—¿Este enfrentamiento del gobierno con el periodismo no alineado ¿es novedoso o forma parte de una constante histórica?

—No es novedoso. Los medios ingresan en este proceso en prácticamente todos los grandes conflictos políticos que ha habido en Argentina. Es decir, los medios nacen desde la política. En la historia argentina y en la historia del mundo, los medios son hijos de la política. Después, a medida que se van profesionalizando, se van separando de la política. Pero mantienen una relación muy filial, muy fuerte; y entonces eso hace que cuando el país entra en estos conflictos especiales, casi diría históricos, los medios acompañan. Y al acompañar, los medios amplifican. Pero la última “guerra” mediática fue una escaramuza, comparada con los casos en los cuales no era sólo un problema de guerra de medios, sino que lo que entraba en crisis y se terminaba rompiendo era el propio sistema político. Eso ahora no ha pasado y está muy lejos de pasar. Esas guerras mediáticas eran prácticamente preludios de guerras civiles. Acá la democracia no está en riesgo.

—Puede ser que ahora el conflicto esté más expuesto...

—Pero si recordamos los grandes momentos de conflicto del siglo XIX, de Rivadavia, de Rosas, el irigoyenismo, la caída del peronismo, ahí también las guerras mediáticas eran visibles. Yo creo que la actual ha conservado la estética, pero en el fondo es muy distinta y muy menor.

—No obstante ¿se pueden advertir algunas distintivas en el proceso actual?

—En primer lugar, el ingreso de la televisión. Es la primera guerra mediática en la que participa la televisión. Esto es novedoso, porque generalmente la televisión, a partir de que comienza en Argentina a mediados del siglo XX, ha estado siempre en uno de los bandos. Esta es la primera vez que los dos bandos tienen de alguna forma televisoras. Y lo otro novedoso es que justo está ocurriendo durante la revolución digital. Y entonces, la ebullición que esto genera también se acopla en los distintos campos del enfrentamiento.

—De todos modos, la constante fue en todos los casos generar conglomerados de poder mediático.

—Siempre. Incluso se contrataban especialmente. Rivadavia fue a París a contratar periodistas para que defiendan al gobierno. Alberdi sobornaba periodistas en Europa para que defendieran al gobierno de Urquiza. Mariano Balcarce al mismo momento iba a sobornar a los mismos periodistas para que defendieran a Bartolomé Mitre. Entonces, esta idea de construir los apoyos mediáticos ha sido uno de los recursos habituales del poder político.

—¿Desde el periodismo se actuaba por compromiso cívico o en defensa de intereses mezquinos?

—En las guerras mediáticas hay una muy mezclada conjunción de intereses mezquinos con intereses cívicos. Como en todas las guerras. Los que ingresan lo hacen convencidos de que están haciendo una tarea cívica. Incluso, cuando dejan de lado el manual profesional, uno de sus argumentos es decir “soy más ciudadano que periodista”. Entonces, me interesa más la derrota del enemigo que el cumplimiento de un manual profesional que, en este momento, como es un momento histórico, me parece una formalidad. El problema, lo que ya a esta altura el periodismo debería haber revisado como aprendizaje, es que no hay nada más democrático que respetar el manual profesional.

—Esa sería la manera de zafar de la encrucijada y escapar a la lógica de la guerra de bandos.

—Claro, porque el manual profesional significa respetar las opiniones de todos, escuchar a todos, reflejar lo que piensan todos. Y eso finalmente es lo más democrático, no sólo lo más profesional. Entonces, el periodista más democrático no es el más militante, sino el más profesional.

—Actualmente el rótulo de “periodismo militante” se reserva al sector oficialista. Pero podríamos considerar que aparece en ambos bandos...

—Sin duda. Es un periodismo unidimensional, que habla con un sector de fuentes y no con el otro, y esto se ve inmediatamente en terreno. De tanto militar una causa desde el periodismo, muchas veces terminás ignorando la causa del otro. Entonces se genera una brecha cognitiva -vos no tenés contacto con las otras fuentes, empezás a cristalizar prejuicios y estereotipos sobre el otro- y a partir de ahí tu ignorancia crece. Es decir, el antagonismo deviene en una suerte de ignorancia estructural.

—Con lo cual la primera víctima es la verdad.

—En realidad, la primera víctima son los ciudadanos y la segunda los periodistas.

—¿Cuáles fueron las guerras mediáticas más graves?

—Las que han llevado a la ruptura y la guerra civil, como la de Rosas en el siglo XIX y la dictadura militar en el ‘76. Pero tampoco sobreestimemos a los medios. Han sido conflictos políticos, en los cuales los medios estaban insertos y que desembocaron en la guerra civil. En estos dos casos, al campo derrotado no le quedaban más opciones que el exilio externo o interior. La voluntad de no convivir había llevado a la ruptura social. Las otras han sido muy grandes, pero menores que esas dos.

—¿Este fenómeno es propio de países como Argentina o tiene parangón en todo el mundo?

—Las sociedades más desarrolladas tienen un periodismo profesional y otras instituciones que impiden que las situaciones lleguen a ese punto. Entonces, si bien hay conflictos políticos, si bien los medios tienen posiciones políticas muy fuertes, hay un respeto básico por las normas profesionales e institucionales que contiene el conflicto. En las democracias menos desarrolladas o semiautoritarias, hay mucha tendencia a generar estos conflictos, donde las instituciones dejan de usar sus manuales cívicos o profesionales y empiezan a usar los manuales de la guerra.

—Después de todos estos años de confrontación, y en vísperas de un “fin de ciclo” ¿qué podemos extraer como conclusión?

—Esta última guerra mediática tuvo algo de retroceso. Porque no se esperaba que a treinta años de la recuperación democrática, hubiera que explicar todavía la legitimidad del periodismo en la sociedad, de que haga preguntas, de que critique. Pero el avance fue que finalmente la guerra mediática estuvo contenida y no llega a la ruptura del régimen político. Entonces, si bien hay un anacronismo -que los periodistas tengan que salir a explicar su rol y la necesidad de un periodismo independiente, que es como tener que salir a legitimar la existencia del Congreso de la Nación o de un Poder Judicial independiente, o partidos políticos-, el avance es que la guerra mediática fue contenida por las instituciones y no terminó con ellas.

 
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El dato

Perfil

  • Ruiz es periodista, docente e investigador universitario, y uno de los fundadores de Fopea. Es autor, entre otras obras, del libro “Guerras mediáticas. Las grandes batallas periodísticas desde la Revolución de Mayo hasta la actualidad”.
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