“Por la vía”, de Marta Rodil

De mito a victoria

De mito a victoria
 

Por Adolfo Colombres

Foto: Archivo El Litoral

Después de Puerto perdido, primera incursión de la poeta y narradora Marta Rodil en este tipo de ensayo, comenzó el tiempo de los trenes con la antología En el tren, de autores americanos. Por la vía ingresa aquí en ese mundo fantasmagórico con la lentitud que requiere lo sagrado y el ánimo de quien escribe un largo responso, mediante una investigación minuciosa y comprometida.

El tren vino a propiciar un progreso más ajeno que propio, según su trazado y el haberse instalado y operado por intereses extranjeros colonialistas. Y la decadencia que siguió a su nacionalización, lo fue transmutando en un símbolo del país de adentro relegado a la frustración y el olvido. Pero se alentaban esperanzas para un medio tan necesario, y también mágico, ya que recorre paisajes sin dañarlos, con el clima tan racional y artificial de las autopistas, nada propicias a los sueños. Para viajar por la vida: los trenes y los barcos, sólo en ellos caben las grandes metáforas, las síntesis que atesoran lo esencial.

La obra consta de tres partes, ilustradas por un valioso material de archivo y fotografías de la autora, aproximación visual a un pasado de halo romántico a pesar del sufrimiento de quienes lo hacían posible. Los humildes trabajadores lo amaron tanto o más que los viajeros, como surge del largo testimonio de Dante Balestro, maquinista de Junín, de la “Primera Parte, Vida y testimonio de un ferroviario”. El material del reportaje es tratado con los métodos de la llamada literatura testimonial. Aunque va más lejos al apelar a una antropología de la literatura que considera el pasaje de lo oral a lo escrito no como una transposición mecánica sometida a leves retoques, sino como la traducción de un sistema a otro que elimina lo superfluo, carente de interés en la escritura, pero sin contar las escenas con palabras que sustituyan las del entrevistado. La autora suprimió las preguntas, que quitarían fluidez a un relato dividido en pequeños capítulos, con títulos que reseñan su contenido. Sus intervenciones siempre breves se dan entre paréntesis y en cursiva, para aclarar o resaltar detalles.

Balestro, hombre de humilde origen y anarquista militante, realizó fértiles lecturas sobre el F.C., la historia y la cultura. El resultado es una rica historia de vida y una detallada y nada complaciente visión, desde abajo, de nuestro pasado. La competencia entre camiones y trenes es llevada al absurdo por Fontanarrosa en el cuento incluido más adelante.

La “Segunda Parte, Literatura y ferrocarril”, antologa autores consagrados como Manuel Mujica Láinez, Oliverio Girondo, Homero Manzi, Conrado Nalé Roxlo, Francisco Madariaga, Daniel Moyano y Roberto Fontanarrosa, y otros que no lo son tanto, pero que produjeron textos de valor. En el de Shirley Gigena, bella metáfora de paradójicos desencuentros, el protagonista va perdiendo en cada tren su equipaje. Como el ser humano, que va dejando en cada estación una parte de su ser. Somos un viaje hacia lo esencial, la breve y gradual historia de un despojo que culmina en los huesos, esa síntesis suprema. En “Tren” de Santiago Dabove, una vida ocurre aceleradamente en trenes, hasta que la voz materna interrumpe tal ensoñación. Hay relatos hindúes usados para probar lo ilusorio de lo entendido por realidad.

Entre los textos de Observadores, críticos y analistas de la Tercera Parte, destaco el de Raúl Scalabrini Ortiz, que profundiza en aquellos rieles tendidos por el capital extranjero, “una inmensa tela de araña metálica donde está aprisionada la República”.

Roberto Muñoz se refiere a “La Porteña”, heroica máquina que atravesara bosques de la India y estepas rusas durante la Guerra de Crimea y el sitio de Sebastopol, para venir en 1856 con su hermana gemela “La Argentina” y los hermanos Allen de conductores. Y Juan Carlos Insiarte, al mundo del F.C. en los pueblos. Lujo y artesanía de algunos vagones, su alta cocina, la importancia de Constitución con familias “distinguidas” que viajaban a Mar del Plata y los chismes sobre “gente como uno” dejando a la multitud fuera del concepto de sociedad.

Mas los trenes con su tonelaje y rechinidos también sueñan, mientras atraviesan grandes espacios irredentos que devienen de pronto temporales, y viajan por ese tiempo sin tiempo (in illo tempore) que caracteriza a los mitos. Pero a poco de la presentación de Por la vía, debieron abandonar su letargo y el aura poética que la autora supo reflejar, al ser despertados con fanfarrias: Se había decretado su recuperación acelerada y montaban en los rieles, como si los dioses tras escuchar el hondo mensaje del libro, resolvieran darles otra chance. El largo tiempo que le llevó a la autora, y editársele, no transcurrió así en vano, el ocaso trocose en victoria.