Poemas de Alberto Caeiro

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Antonio Mora (uno de los heterónimos de Fernando Pessoa) escribió sobre el poeta Alberto Caeiro (otro de los heterónimos de Pessoa) que ante el cansancio y tedio de nuestra época le bastaba leer un poema de Caeiro para recuperar la fe en el cuerpo y la serenidad antes de actuar. Neopaganos, sea Mora que Caeiro, cantan a la naturaleza en su expresión de pura divinidad, a “los campos como son cuando sólo los gozamos sin pensar en ellos, y las flores tal como aparecen cuando sólo la alegría las contempla”. El Cuenco de Plata acaba de publicar “Poesía de Alberto Caeiro” en una cuidada traducción de Teresa Arijón y Bárbara Belloc.

 

De “El cuidador de rebaños”

XX

El Tajo es más bello que el río que pasa por mi aldea,

pero el Tajo no es más bello que el río que pasa por mi aldea

porque el Tajo no es el río que pasa por mi aldea.

En el Tajo hay barcos grandes

y todavía lo navega,

para aquellos que ven en todo lo que no está,

el recuerdo de las naves.

El Tajo baja desde España

y el Tajo entra al mar en Portugal.

Todo el mundo lo sabe.

Pero pocos saben cuál es el río de mi aldea

y hacia dónde va

y de dónde viene.

Y por eso, porque pertenece a menos gente,

es más libre y más grande el río de mi aldea.

Por el Tajo se va el mundo.

Más allá del Tajo está América

y la fortuna de aquellos que la encuentran.

Nunca nadie pensó en lo que hay más allá

del río de mi aldea.

El río de mi aldea no hace pensar en nada.

Quien está a su orilla sólo está a su orilla.

XXXIX

El misterio de las cosas ¿dónde está?

¿Dónde está que no aparece

para mostrarnos al menos que es misterio?

¿Qué sabe de eso el río y qué sabe el árbol?

¿Y yo, que no soy más que ellos, qué sé de eso?

Siempre que miro las cosas y penso en lo que los

hombres piensan de ellas,

me río como un arroyo que suena fresco contra una piedra.

Porque el único sentido oculto de las cosas

es que no tienen ningún sentido oculto.

Es más extraño que todo lo extraño

y que los sueños de todos los poetas

y los pensamientos de todos los filósofos,

que las cosas sean realmente lo que parecen ser

y no haya nada que comprender.

Sí, he aquí lo que mis sentidos aprendieron solos:

las cosas no tienen significado: tienen existencia.

Las cosas son el único sentido oculto de las cosas.

De “El pastor amoroso”

III

Ahora que siento amor

me interesan los perfumes.

Nunca antes me interesó que una flor tuviera aroma.

Ahora siento el perfume de las flores como si viera algo nuevo.

Yo sabía que tenían perfume, como sé que existía.

Son cosas que se saben por saber.

Pero ahora sé con la respiración de la parte de atrás de la cabeza.

Hoy las flores me saben bien en un paladar que se huele.

Hoy a veces despierto y huelo antes de ver.

De “Poemas inconjuntos”

Si después de que yo muera quieren escribir mi

biografía,

no hay nada más simple.

Tiene sólo dos fechas: la de mi nacimiento y la de mi muerte.

Entre una y otra, todos los días son míos.

Soy fácil de definir.

Vi como un loco.

Amé las cosas sin sentimentalismo.

Nunca tuve un deseo que no pudiera realizar, porque nunca me cegué.

Oír incluso nunca fue para mí más que un acompañamiento de ver.

Comprendí que las cosas son reales y diferentes unas de otras;

lo comprendí con los ojos, nunca con el pensamiento.

Comprenderlo con el pensamiento sería hallarlas todas iguales.

Un día me dio sueño, como a cualquier niño.

Cerré los ojos y dormí.

Aparte de eso, fui el único poeta de la Naturaleza.