Editorial

Primera Encíclica del Papa Francisco

  • La responsabilidad clave recae sobre los grandes países y aquellos que reflejan los mayores índices de desarrollo económico.

El Papa Francisco tomó una decisión clave y en el momento preciso: seis meses antes de la Cumbre Mundial sobre Cambio Climático que se desarrollará en diciembre en la ciudad de París, publicó su primera encíclica denominada Laudato si, en la que con lenguaje llano y directo advierte sobre los graves riesgos medioambientales que pesan sobre el planeta Tierra.

El contenido de la Encíclica repercutió de manera inmediata. Incluso, los líderes de algunos de los países más desarrollados que vienen impidiendo efectivos avances en la materia, se vieron obligados a coincidir públicamente con el Sumo Pontífice.

“Admiro profundamente la decisión del Papa de llamar a la acción sobre el cambio climático de manera clara, fuerte, y con toda la autoridad moral que su posición le confiere”, dijo el presidente norteamericano, Barack Obama.

Es que si bien se trata de la postura de un líder religioso, en este caso el contenido no sólo apunta a cuestiones teológicas o morales, sino que está fuertemente vinculado con las investigaciones realizadas por muchos de los científicos más reconocidos y respetados del planeta.

Los mandatarios internacionales no fueron los únicos que reaccionaron. La Organización de Naciones Unidas y las ONG’s vinculadas con la problemática medioambiental, avalaron de forma inmediata la postura del Papa Francisco y expresaron su satisfacción. “Representa un fuerte espaldarazo moral para las advertencias que se vienen generando desde la ciencia”, dijeron desde Greenpeace Argentina.

Es verdad que cada país y cada ser humano, a su manera, tienen en sus manos la posibilidad de realizar sus aportes para proteger a un planeta que viene dando fuertes signos de agotamiento. Sin embargo, la responsabilidad clave recae sobre los grandes países y aquellos que reflejan los mayores índices de desarrollo económico.

Cualquier solución a escala global implicará, necesariamente, una revolución cultural. El Papa planteó que los países en desarrollo se encuentran a merced de las naciones industrializadas, que explotan sus recursos para alimentar su producción y consumo.

Pero eso no es todo. Las experiencias de las últimas décadas, demostraron con absoluta claridad que los primeros en sufrir las consecuencias del cambio climático son los países más pobres y los sectores más postergados de las naciones ricas.

Los especialistas coinciden en que la única forma de frenar el calentamiento global es reemplazando progresivamente los combustibles fósiles por combustibles limpios. En este sentido, la Argentina se encuentra en deuda, ya que la Patagonia es considerada “la Kuwait” de la energía eólica, pero no existen políticas serias tendientes a aprovechar estas potencialidades.

Hace apenas algunos días, el G-7 -que reúne a las siete mayores economías del planeta- coincidió en atender las advertencias científicas que insisten en la necesidad de generar “importantes recortes” de las emisiones globales: “Nos comprometemos a poner nuestra parte para lograr una economía sin carbono a largo plazo, incluyendo el desarrollo de tecnologías innovadoras que contribuyan a la transformación de los sectores energéticos en 2050”, dijeron los líderes de esas naciones en un comunicado.

Tal vez sea éste un signo positivo que, junto con la publicación de la primera Encíclica del Papa Francisco, contribuyan a generar las condiciones como para que un acuerdo a escala planetaria sea, por fin, alcanzable.

En París, seguramente, se conocerá la primera respuesta.

Los primeros en sufrir las consecuencias del cambio climático son los países más pobres y los sectores más postergados de las naciones ricas.