De domingo a domingo

Negociaciones nada evangélicas en el pragmatismo del poder

Negociaciones nada evangélicas en el pragmatismo del poder

Daniel Scioli dejó trascender que él mismo le había propuesto a Cristina el nombre de quién sería su vice, mientras el propio Carlos Zannini dijo que al tema lo “consultó” con la presidente y el miércoles se dio el lujo de recibir, en su despacho de Balcarce 50, a quien eventualmente será su jefe. Foto: Archivo El Litoral

 

Por Hugo E. Grimaldi

(DyN)

Debido al evidente pragmatismo derivado de la vocación de poder que emana de Cristina Fernández y quizás por aquello de la tradición frentista que Juan Domingo Perón le inculcó a su Movimiento, cristinistas y justicialistas marchan ahora todos juntos y aunque se tapen la nariz, de momento se los ve bastante felices, rumbo a las elecciones de octubre.

Si se alcanza el gobierno, después pueden llegar los cortocircuitos, derivados de la nueva realidad que generará la herencia recibida. Todo comenzó a blanquearse el lunes pasado, a partir del discurso por cadena nacional, cuando la presidente de la Nación hizo una gran bajada de línea sobre las políticas públicas derivadas de la acción estimulante de un Estado dadivoso y derramador que, sin fijarse si emite, se endeuda o si ahoga con los impuestos a los privados o aun a los trabajadores, entrega y entrega obras, ajusta el valor de los planes sociales y aporta felicidad.

Zannini recibió a Daniel Scioli

En esa alocución, Cristina habló también sobre su concepción agonal del poder y advirtió sobre los peligros de “captación” que representa para los políticos, entre otras cosas, asistir a fiestas del establishment. “Los acarician, los utilizan por un tiempo y después, cuando ya no sirven más, los tiran”, advirtió. A tres metros a su izquierda, estaba Daniel Scioli. Dos días después hizo saber que ella lo había bendecido como el único candidato a presidente del Frente para la Victoria aunque, para asegurarse, le colocó al lado a su colaborador de mayor confianza: Carlos Zannini. “El hombre es bueno, pero si se lo vigila es mejor”, solía decir Perón.

El martes, Scioli hizo un desprolijo anuncio televisivo sobre la nominación y, quizás para no quedar descolocado de entrada, dejó trascender que él mismo le había propuesto a Cristina el nombre del secretario Legal y Técnico. Para poner las cosas en su lugar, es decir descolocar él al gobernador, Zannini se prestó a hablar con los cronistas de la Casa Rosada y les dijo que el tema lo “consulté con la presidente” y hacia el cierre del miércoles se dio el lujo de recibir, en su despacho de Balcarce 50, a quien eventualmente será su jefe.

Para contrapesar estas tres negaciones para nada evangélicas, una suerte de limadura preventiva del candidato a las que la naturaleza del cristinismo no se pudo sustraer, no alcanzó que el viernes Scioli hiciera distribuir una foto que explicitaba que Zannini lo había ido a ver, ya que estaba sacada en un ambiente que tenía inscripciones de la Gobernación de BA en una pared y al fondo, una foto del gobernador con Cristina y Néstor Kirchner.

Lo cierto es que por obra y gracia de esa absorción por sumisión entre ambas corrientes internas del FPV, de la noche a la mañana, el gobernador Daniel Scioli ha dejado de ser un personero de los fondos buitre y nadie se ríe más sobre que va a dejar el “proyecto manco”, sino que ya se lo ha retratado como un político rubio y de ojos celestes y merecedor de ir a los mismos programas partidarios de televisión que festejaban hace un par de semanas las bromas que, con doble sentido, hacían los intelectuales K y el ministro Florencio Randazzo sobre la discapacidad del bonaerense.

Por un ratito postergar a la Cámpora

Justamente, el titular de Interior y Transporte pasó a ser la contracara de Scioli en la interna del FPV por haberle dicho que “no” a la posibilidad de ser el único postulante a gobernador de la provincia de Buenos Aires y por haber cambiado la historia imaginada en tantas tertulias de cenáculo. Aunque Randazzo era el mejor candidato para ese puesto, respetó su palabra y desechó la oferta, algo que en los cánones del verticalismo no se perdona y mucho menos cuando, desde la oposición, ponderaron su “dignidad” o cuando desde su entorno filtraron una carta dirigida a la presidente que, en Olivos, se tomó como un intento de victimización.

A partir de ese momento, Randazzo pasó de campeón a canillita, dejó su rol de mimado del camporismo y de los ultras y fue sumado al Index de los prohibidos, de “traidor” para abajo recibió los peores epítetos y hasta se duda de su permanencia en un área a la que muchos tienen ganas de administrar.

Pero, además, su negativa obligó a pensar a la presidente en la posibilidad de competir por la gobernación ella misma, ya que pasó a ser, sin ningún tipo de dudas, la mejor candidata para apuntalar la captura de votos bonaerenses, vitales para asegurar el poder hasta 2019.

Este ir del brazo una vez más con el pejotismo, no es para Cristina la debilidad de un pacto ni de una coalición, ya que, en ambos casos, se necesita que las dos partes aporten y cedan algo. Una vez más, tal su naturaleza, se está en presencia de una imposición, algo que a Scioli le ha llegado desde Olivos y que deriva no sólo de la acción avasallante de la presidente, insuperable siempre para conservar el centro de la escena, sino también del aprovechamiento que se hace de la notoria impotencia política del PJ tradicional.

En este sentido, están claras las dos posturas que sustentan la convergencia: desde su rol ultraactivo, Cristina se ocupó de postergar estratégicamente por un rato a La Cámpora (ya se verá qué ocurre en el armado profundo de las listas), mientras que con la excusa de que la Casa Rosada posee la lapicera que firma las transferencias y las obras para sus distritos, los gobernadores y los intendentes que provienen del PJ sólo atinaron hasta ahora a cuidar pasivamente sus sillones.

Los tres “enemigos” del gobierno popular

Pasadas las elecciones, si este matrimonio por conveniencia se plasma en un gobierno elegido en las urnas, se verá qué ocurre cuando Scioli pretenda conducir por otros carriles, cuando él mismo observe que pasan los meses, no obtiene inversiones y desee arreglar la deuda con los holdouts a contramano del relato que la presidente despliega en cada una de sus intervenciones o cuando intente dialogar con el establishment, la Justicia o las “bases mediáticas que bombardean a los gobiernos populares”, los tres grandes enemigos del actual gobierno, para lo cual tendría que hacer un viraje de 180 grados.

En tanto, desde el sciolismo se insiste en los ejemplos previos de Duhalde con Menem, del mismo Néstor con Duhalde y se asegura que cuando “Daniel llegue a la Casa Rosada, él será el dueño de la chequera y todos se van a encolumnar”. Por una cosa u otra, ambas partes están seguras de que habrá tensión, un motivo más para que los inversores bajen las expectativas.

En relación al PRO y a sus socios, ante el probable abandono del eslogan de la “continuidad con cambios”, que ahora pasaría a ser únicamente continuidad, se envalentonaron con que ahora ellos solos son el “cambio” y, aún con cortocircuitos, Mauricio Macri sacó a la cancha como precandidata a vicepresidente a Gabriela Michetti.

Esta jugada le salió más que bien, ya que no sólo hay una notoria desigualdad en las estrategias en cuanto al modo de encarar el futuro, sino que en relación al caso Randazzo hay una diferencia de concepto central, ya que ella le dijo que no a Macri antes y aún así, vuelve a un lugar protagónico. Pero, además, Michetti es la dirigente con mejor imagen del país y, por transparencia, el contraste ideal con Zannini.

La presidente hizo una bajada de línea sobre estas políticas públicas derivadas de la acción estimulante de un Estado dadivoso y derramador que no se fija si emite, se endeuda o si ahoga con los impuestos a los privados o aun a los trabajadores.

De la noche a la mañana, el gobernador Daniel Scioli ha dejado de ser un personero de los fondos buitre y nadie se ríe más sobre que va a dejar el “proyecto manco”