FESTIVAL DE TEATRO RAFAELA 2015

Un festival que envuelve, una ciudad que abraza

Un festival que envuelve, una ciudad que abraza

Nada menos que 18.000 espectadores es la cifra que permite categorizar a la Perla del Oeste como la cita obligada en el panorama de las artes escénicas de la Argentina.

 

De la Redacción de El Litoral. Fotos: Gentileza Producción.

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Desde hace varios años, el mes de julio se inscribe con letras grandes, contundentes, visibles y plenas de desarrollo permanente en la ciudad de Rafaela, en donde se desarrolló del 14 al 19 de este mes una nueva edición (la número 11) del Festival de Teatro Rafaela 2015. Nada menos que 18.000 espectadores durante su desarrollo en más de 70 funciones con 32 espectáculos para todos los gustos son las cifras que permiten categorizar a la Perla del Oeste como la cita obligada en el panorama de las artes escénicas de la Argentina.

Los sociólogos podrán sostener tras estudiar las razones de este éxito, diversas teorías. Lo cierto es que cuando existen una decisión política, una cuidada programación, una organización perfecta —con el alma puesta de todos los que trabajan en ella- y la pasión evidenciada de los ciudadanos que han hecho suyo este festival, se pone en evidencia que esta perla integra un collar de piedras preciosas de valor incuestionable.

Las palabras del secretario de Cultura rafaelino, Marcelo Allasino, en la noche de la inauguración son un signo elocuente de la lucidez a la hora de encarar un programa cultural de indudable proyección. Sostuvo que esta edición se desarrolla en un año muy particular por las elecciones de gobernantes en todos los niveles del Estado, que ponen en discusión principios ideológicos, modos de hacer que generan intercambios de miradas, visibilizan luchas, exigen balances, revelan intereses, desnudan rostros e intenciones. Discusiones acaloradas se instalan en las mesas familiares, en las charlas entre amigos, en las redes sociales, “espacios donde nos preguntamos qué nos pasa, cómo estamos, qué se debería hacer, hacia dónde se debería ir. El bien común está en boca de todos”.

Allasino puso de relieve que “somos testigos de un momento de grandes transformaciones. Las nuevas comunidades, de creciente complejidad, exigen acciones claras, que superen la promesa de los discursos y cristalicen en políticas reales, inclusivas e innovadoras. Estamos evolucionando hacia una nueva sociedad, con una nueva cultura, con nuevas realidades y expectativas, y ese avance exige cambios. Hay quienes se resisten al cambio. Y hay quienes lo abrazan. Este festival es una muestra contundente de ese cambio que estamos viviendo como comunidad. Es un ejemplo de transformación. Para algunos el arte sigue siendo un espacio de regocijo elitista, un lujo para pocos, o un accesorio prescindible. Para otros, una forma de abrir puertas y crear vínculos, un espacio para reconocernos, repensarnos, encontrarnos”.

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“Un trabajo” es el título del mejor espectáculo de este Festival. Lisandro Rodríguez y Elisa Carricajo son los dramaturgos de una historia comprometida con el devenir humano.

Una experiencia imborrable

El secretario de Cultura hizo especial hincapié en sostener luego que “para algunos el festival de teatro es sólo un número: cantidad de espectadores, de entradas, de dinero, de auspiciantes, de subsedes. Para otros, una experiencia imborrable, una vivencia intransferible. Para estos otros, entre quienes me incluyo, el festival es una celebración única, irrepetible, que año a año nos envuelve con el entusiasmo de quien sigue creyendo que el cambio es posible y apuesta con su cuerpo y sus ideas para hacerlo verdad, hacerlo realidad. Pero para unos y otros, para todos, el Festival de Teatro de Rafaela está aquí y es una fiesta. Para quienes quieren verlo y para quienes no. El festival propone una celebración colectiva de la fantasía, de los sueños, llega a quienes pueden y a quienes no. A los que están en el centro y a los barrios. A las localidades con salas y a las que no las tienen”.

“Con su fuerza arrolladora el festival se hace visible y se hace realidad para quienes quieren abrazarlo. Para quienes desean dejarse atravesar por la experiencia de compartir. Quienes no lo ven, simplemente, se lo pierden. En la recorrida por las subsedes escuché con emoción a los habitantes de pequeños pueblos de esta región, relatando cómo el festival transformó espacios, abrió puertas a talleres de expresión, generó acercamientos y encuentros, estimuló el estreno de obras que hoy agotan sus entradas también en Suardi, o Ataliva, Clucellas o Pilar.

“Observé también cómo la falta de visión —remarcó-, o la arrogancia de algunos dirigentes que cambian de ideales como de partido político y saltan impunemente de izquierda a derecha como si se tratara de un juego, hizo que miles de personas se pierdan hoy la posibilidad de renovar este sueño. Es hora de garantizar con todas las herramientas a nuestro alcance, la continuidad de este sueño colectivo. Porque cada año se renueva el suceso y crece, y lo comprobamos con orgullo.

“Esta maravilla que se reitera no ocurre espontáneamente. Exigió décadas de trabajo colectivo de grupos e instituciones teatrales, como el Centro Ciudad de Rafaela y el Centro Cultural La Máscara, necesitó de decisiones políticas de algunos dirigentes visionarios, como Omar Perotti y Gabriela Culzoni, y requirió un trabajo obstinado, perseverante, de un equipo que entiende lo que hace y lo hace con ideología y compromiso. Como ocurre con todos los hechos verdaderamente transformadores de nuestra historia.

“Trabajo para un proyecto que se caracteriza por hacer. El intendente Luis Castellano puso en valor lo que hacemos en Rafaela y gracias a su gestión de gobierno logró la mayor cantidad de votos en la historia de la ciudad. Desde la Secretaría de Cultura hacemos mucho, como corresponde y merece nuestra gente. Y nos interesa especialmente el cómo hacemos. El festival es un ejemplo en ese sentido: lo hacemos atendiendo todas las voces, dialogando con todos los hacedores, apoyándonos con firmeza en quienes tienen la experiencia y el conocimiento. Escuchando a unos y a otros, y dando respuestas. Avanzando con firmeza y convicción, y pensando siempre en la gente de nuestra comunidad.

“El teatro ha llevado el nombre de Rafaela —dijo finalmente con emoción- a los medios masivos de comunicación de todo el país, ha hecho resonar su nombre en Latinoamérica y tantos otros lugares del mundo, ha generado expectativas en jóvenes que se toman las vacaciones en coincidencia con este festival para venir a disfrutarlo desde Santa Fe, o Córdoba o Buenos Aires. Ha hecho trascender a esta Capital Provincial del Teatro con un proyecto que nos pone en discusión, que celebra la diversidad, y que es ejemplo de gestión. Entonces, rafaelinos: no dejemos pasar la oportunidad de seguir potenciando a nuestra pequeña ciudad como referente cultural del país. Nuestras futuras generaciones lo agradecerán, como le decimos gracias a los pioneros de esta tierra que edificaron teatros en medio de la nada. Ayudemos a quienes se resisten al cambio. A los que temen.

Construyamos desde el respeto y la tolerancia por la diversidad de unos y otros. Que el amor siga circulando para contagiar y transformar aquellos corazones que fueron ganados por la avaricia, la prepotencia, la intolerancia, el egoísmo o la violencia. Abracemos estos seis días de fiesta en los que nuestra hermosa Rafaela se transforma en la capital teatral del país. Sigamos confiando en que encontrarnos y compartir nos hace parte de lo mismo con más fuerzas, hace de este mundo un lugar habitado y habitable, donde la esperanza se construye y multiplica”.

La larga ovación tributada a Allasino por parte de los rafaelinos que colmaban la sala ratificó un discurso claro, que puso de relieve con precisa inteligencia los argumentos de la fiesta que durante todos esos días se vivió en Rafaela y en las subsedes de este encuentro anual. Espectáculos para todos los gustos, para grandes y chicos, en plazas, vecinales, la ya famosa y bella carpa que cobijó a espectáculos para los chicos y en todas las salas del ejido urbano hicieron vibrar a espectadores ansiosos por conocer qué se está haciendo en el teatro argentino y también en el exterior, como el fantástico montaje de “De-Vir”, por la Compañía Dita, de Fortaleza, Brasil.

Lo mejor de lo mejor

De una programación excelente por donde se la analice no pueden dejar de mencionarse los espectáculos más relevantes. Como “Muñeca”, de Armando Discépolo, versión libre de Pompeyo Audivert con textos de Marosa Di Giorgio con una poética de lo insaciable perfectamente entramada, sosteniendo una incuestionable preocupación por el lenguaje con un profundo registro de las actuaciones para que diversos contrasentidos puedan ver la luz. “Doberman” es un estupendo texto de Azul Lombardía que permite vislumbrar en la escena la presencia de dos mujeres disociadas en un marco hiperrealista más dos actrices entregadas a la propuesta como Mónica Raiola y Maruja Bustamante. “La Wagner”, del eximio Pablo Rottemberg, demostró el porqué es un incuestionable coreógrafo de primer nivel al plantear una estructura rota de belleza sublime. Muchos cuestionaron la violencia en esos cuerpos desnudos de cuatro mujeres. Son los mismos que no quieren ver la violencia que devuelve sus propios espejos, ésos de la cotidianeidad absoluta.

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La excelencia total se concretó en “Representación nocturna del Marqués de Sebregondi”, de los rosarinos de Sociedad Secreta de Actuación, dolorosa transcripción del universo del poeta Osvaldo Lamborghini.

El crédito local

Cuando transcurre el tiempo de un festival de excelencia reconocible pueden registrarse luego resultados en la teatralidad rafaelina. Dos espectáculos pensados, escritos y actuados por rafaelinos integraron esta rica programación. Fueron elegidos por un jurado de especialistas y pudieron demostrar categóricamente por qué estuvieron en esta programación. “Un lazo rojo”, de Ramiro Rodríguez, quien también la dirigió, mostró la terrible violencia de una pareja que ya no se soporta y que evade el compromiso del amor que alguna vez se tuvo. Marcela Bailetti y Marcelo Gieco entregaron lo mejor de ellos en dos actuaciones de primer nivel en una clara poética del desamparo.

“Las arcanas. Las noches no son eternas”, de María Eugenia Meyer, ofreció un discurso agobiante sobre la soledad de cuatro mujeres atravesadas por el dolor de una existencia en la que la ausencia del amor es la nota distintiva. Inteligente discurso de Meyer que, desde la dirección, supo amalgamar la labor de cuatro actrices estupendas: Mayra Armando (bellísima), Marilú de la Riva (personaje excéntrico y fantástico), María Cecilia Tonón (con la emotividad más contundente) y Silvit Yori, una actriz maravillosa, de esas que quedan en el recuerdo de un alma sensible.

“BoyScout” trata sobre el bullying al que es sometido un adolescente. El vital compromiso de Dennis Smith como autor y actor de la obra es el anclaje perfecto para una dolorosa historia, enriquecida por la labor de Smith, quien además interpreta con calidad poco frecuente un repertorio de canciones argentinas y latinoamericanas, vehículo para plasmar un discurso de indiscutible actualidad. “Argentina hurra! (pensé que se trataba de cieguitos)”, de Jorge Villegas es un espectáculo que cierra la trilogía sobre el peronismo de los cordobeses de Zepellin Teatro. La juventud como sujeto de la historia argentina marca con contundencia una riquísima propuesta brechiana enriquecida por las actuaciones de Rubén Gattino, Matías Unsain, Santiago San Paulo, Laura Ledesma y Diego Trejo.

“La fonda patrioootera” de Paco Giménez con la legendaria La Cochera trajo todo el humor y la irreverencia del mejor teatro cordobés. Chacha Alvarado, Alejandra Garbarano, Gabriela Durán, Veky Gómez, Marcelo Castillo y Federico Franco divirtieron con sólidos recursos a una platea colmada en un mediodía rafaelino. “Lunes abierto”, de Ignacio Sánchez Mestre, debe consignarse como un estupendo espectáculo a partir de una sólida dramaturgia que es también vehículo para las estupendas actuaciones de Mónica Raiola, Martín Piroyansky, Emma Rivera, Pía Potruno y Juan Manuel Castiglione.

“Mi mundo al sol” es una excelente obra magníficamente interpretada por Elena Schnell y Miranda Sauervin en un relato fragmentado y enigmático al mismo tiempo. “Un gesto común”, del prolífico y fantástico Santiago Loza mostró una historia de culpas y amores no correspondidos con tres sólidas interpretaciones de Iride Mockert, Diego Martín Benedetto y José Escobar. La excelencia total se concretó en “Representación nocturna del Marqués de Sebregondi”, de los rosarinos de Sociedad Secreta de Actuación, dolorosa transcripción del universo del poeta Osvaldo Lamborghini. Una puesta en escena perturbadora, de incuestionable realización estética, enriquecida por las estupendas y comprometidas actuaciones de Matías Martínez, Martín Fiumato y Matías Tamburri.

“Un trabajo” es el título del mejor espectáculo de este Festival. Lisandro Rodríguez y Elisa Carricajo son los dramaturgos de una historia comprometida con el devenir humano. Humor corrosivo, inteligencia y riguroso compromiso con el quehacer teatral son las notas distintivas en las que sobresale el soberbio trabajo actoral de la bellísima Carricajo, sostenida por Rodríguez, el enigmático actor que desde el afuera nos interroga.

Como ya es tradición, el Círculo de Críticos de las Artes Escénicas de la Argentina -Critea- realizó junto a periodistas invitados sus Mesas de Devoluciones, encuentro matutino para entablar un diálogo enriquecedor entre teatristas y público.


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“Doberman” es un estupendo texto de Azul Lombardía que permite vislumbrar en la escena la presencia de dos mujeres disociadas en un marco hiperrealista más dos actrices entregadas a la propuesta como Mónica Raiola y Maruja Bustamante.