Bella y heroica

 

De la redacción de El Litoral

“La otra Anastasia”, de María Luisa Miretti. Ediciones eh! Santa Fe, 2015.

Recientemente se presentó en el Museo de Artes Visuales Sor Josefa Díaz y Clucellas la novela La otra Anastasia, de María Luisa Miretti. En primer lugar habló el editor, Daniel Dussex, quien expuso las razones que lo impulsaron a editar la novela. Con la presencia de la autora a su lado hizo una especie de reportaje invitándola a transitar el recorrido de la novela, cuyo escenario es San Salvador de Bahía y cuya protagonista es una mulata que hoy ha entrado en los altares de mito popular.

A continuación tomaron la palabra la escritora Marta Coutaz y Cristóbal Lozeco, quienes realizaron sea una introducción literaria e histórica al tema y al ambiente de la novela de Miretti, sea una revisión de las referencias que se cuentan sobre el personaje en cuestión y su madre (princesa de Angola) y un análisis de la estructura de la novela.

Lozeco reveló que “estamos en Brasil, en el siglo XVIII. Brasil había sido descubierto en el año 1500, en los términos europeos de la palabra descubrimiento. Españoles y portugueses, como siempre, se disputan quiénes fueron los primeros en llegar a las costas brasileñas. Como era necesario trabajar la tierra había que contar con esclavos, que eran traídos en barcos desde África, principalmente de Guinea, Angola y el Congo. Brasil vivió durante más de tres siglos en un régimen de trabajo esclavo y fue el último país del mundo occidental en abolir la trata de negros, en 1888. Se estima en alrededor de cuatro millones los esclavos africanos que llegaron a Brasil entre 1500 y 1855, la mayor parte de los cuales llegaron a partir del siglo XVIII”.

Coutaz, por su parte, puntualizó que se cuenta que “entre los cientos de esclavos desembarcados llegó cierta vez una princesa bantú de Angola, de extraordinaria belleza. Dicen que la vendían por 3.000 reales, pero la compraron por 1.000, y que desde la primera mirada fue muy codiciada por su amo”.

“De esta princesa, al poco tiempo nació una mulata de piel oscura como su madre y de ojos claros como su padre, a quien llamaron Anastasia”, continuó narrando Lozeco. “A medida que fue creciendo, fue convirtiéndose en una hermosa joven, y su belleza no pasó desapercibida. Su madre la crió igual que ella, como una princesa y no como una esclava, lo cual hizo que siempre se sintiera libre. Se declaró en rebeldía frente a los atropellos y humillaciones que le querían imponer sus amos y tuvo un final trágico. Por ello es venerada en Brasil, especialmente por los negros en el NE, desde el siglo IX”.

Miretti se dejó seducir por esta historia al conocerla en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario dos Pretos, en el centro histórico de Salvador, que fue fundada por esclavos y negros libres. Coutaz puntualizó que “el personaje de Anastasia representa la rebeldía de los esclavos negros, que fue saliendo a la luz calladamente. Quizá por eso Anastasia se coloca un bozal sobre la boca para acallar el grito de su propia libertad, imposible de acallar de la boca para adentro. Y entrega su vida por eso. ‘Yo no soy esclava, soy libre’ le dice a su amo antes de amordazarse y sus palabras no mueren con ella. Anastasia es un símbolo de la dignidad negra pero también de las mujeres, sin distinción de orígenes ni raza”.

¿Por qué “la otra” Anastasia? Lo sintetizó Lozeco señalando que en toda la novela de Miretti sobrevuela aquella “hija del Emperador Nicolás II, el último zar de la Rusia Imperial. Esta Anastasia fue asesinada junto a su familia en 1918 por la policía secreta bolchevique, generándose una leyenda que durante gran parte del siglo XX ella estuvo viva. De esta duquesa rusa, sugerida en el nombre de su novela (La otra...), María Luisa nos lleva del drama de una esclava del siglo XVIII en Brasil a la miseria de la trata y a la indignación de los femicidios, tristemente vigentes en Argentina y en el mundo.

Finalmente, la autora, con una afectiva evocación de Susana Bachini de Bartés -nombre de la sala lindante a la que albergaba la presentación- aclaró que si bien había respetado el contexto y el mito popular, no era una novela histórica y que a menudo había apelado a la imaginación dando rienda suelta a la fantasía, por eso al texto hay que leerlo más como una novela de ficción que como un hecho histórico. Invitó en la conclusión del acto a algunos miembros del taller de lectura que ella misma coordina, a leer algunos párrafos de la novela.