llegan cartas

Ecos de la visita papal a Latioamérica

FABIÁN SAVARINO

[email protected]

Aún resuenan en nuestros oídos las palabras que el Santo Padre pronunció en su visita a Ecuador, Bolivia y Paraguay. No sólo en esos países fue destacada su presencia, sino también fue seguida con suma atención en los restantes países latinoamericanos. Es que la novedad de tener un pontífice de estas latitudes, del “fin del mundo” como él mismo se proclamó cuando fue elegido, todavía sigue causando sorpresa y asombro.

Francisco destacó en la mayoría de sus discursos que “América Latina tiene potencialidades humanas y religiosas, custodia valores cristianos profundamente radicados”, pero a la vez aseguró que “todavía tiene graves problemas sociales y económicos”. Al mismo tiempo destacó que para contribuir a su solución, “la Iglesia está comprometida en movilizar las fuerzas espirituales y morales en sus comunidades, colaborando con todos los miembros sanos de la sociedad”.

En su alocución indicó que “frente a los grandes desafíos que el anuncio del Evangelio debe afrontar, tenemos que alcanzar de Jesús la gracia que salva y que da fuerza en el compromiso del testimonio cristiano, a desarrollar la difusión de la Palabra de Dios, a fin de que la fuerte religiosidad de esas poblaciones pueda ser testimonio fiel del Evangelio”.

El Santo Padre no estuvo ajeno a los problemas sociales que atraviesan la mayoría de los países latinoamericanos, como el narcotráfico, la pobreza, la marginalidad, la corrupción. Es por eso que nos convoca a todos: líderes políticos, religiosos, educadores, profesionales y gente común, a que nos unamos para que juntos construyamos un proceso de cambio hacia un mundo más justo, menos desigual.

Siempre fiel a su estilo austero y de fuerte impacto, Jorge Bergoglio nos propone interpelarnos frente a nuestro compromiso como cristianos, a dar un paso adelante, a animarnos a vivir plenamente el Evangelio.

Francisco nos vuelve a invitar a dar el sí de María, tal cual lo dijo en su homilía en la celebración de la Santa Misa en el Santuario de Caacupé en la vecina Paraguay, a no tener miedo, a vivir la alegría del Evangelio, esa “alegría de la esperanza que no defrauda”, tal cual reza la oración por nuestra Patria; aunque nos cueste, a pesar de nuestras debilidades, pero sabernos seguros de que la Gracia infinita de Dios siempre nos asiste. Basta que tengamos un corazón sencillo y predispuesto a escuchar su Palabra y cumplir su Voluntad.

Al regresar al Vaticano, el Santo Padre confió los frutos de su viaje apostólico a la maternal protección e intercesión de la Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América Latina.