Te estás poniendo viejo

Por si no te diste cuenta con el almanaque, el espejo, el médico y otros datos que la realidad y lo que queda de tu cuerpo te aportan, te estás poniendo viejo. Así nomás, te lo digo. Y como uno de los principales síntomas de tal estado es desoír, viejo sordo (no soy gordo), los síntomas, acá te los recuerdo.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

Te estás poniendo viejo
 

Hay datos objetivos, mensurables, sobre el paso del tiempo y sus secuelas y sejuelas en el cuerpo humano. Pero también otro paquete, de componentes objetivos y subjetivos, que postergan -o tratan de hacerlo- la incipiente senectud. Yo, con la ciencia, no me meto. Pero aporto, de jodido que soy, unos cuantos medidores caseros como para que te vayas anoticiando de que, en fin, bueno, qué vas a hacer, te estás poniendo viejo...

* Levantador de teléfonos. En la oficina, suena un teléfono y vos tenés el impulso de levantar el tubo y atender. Puede, en efecto, ser tu teléfono. Pero también puede ser el que está dos escritorios más allá. No es que no oís bien: de hecho estás escuchando ese teléfono. Pero no terminás de calibrar de cuál se trata. Primero aguzás el oído, después orejeás a izquierda y a derecha, mirás a tus compañeros, imperturbables mientras el maldito aparato suena, y, finalmente... estirás por fin la mano y levantás el tubo. Lo siento: no era tu teléfono, caíste otra vez. Ya sos un levantador profesional y serial de teléfonos que suenan por ahí. No hay por qué sentirse mal, la actitud es lo que importa. Pero, sabelo, te estás poniendo viejo.

* Focalizador de textos. Todavía no usás anteojos, a pesar de tener la receta correspondiente y de haberte hecho un par, de coqueto nomás. Pero tenés presbicia, y vos, que eras tan puro, prístino y argentino, pues, te falla el cristalino. Y empezás a acercar y alejar el diario, el celular, el libro. La parte buena es que ejercitás los bíceps y todos los músculos del brazo llevando y trayendo textos en cualquier soporte. No ves un soto (soto, dije), pero igual te negás a ponerte los anteojos: te estás poniendo viejo.

* Acercador de cordones. Hace unos pocos años, vos te estirabas sin flexionar las piernas, elongación natural pura y te atabas los cordones de zapatos (estás viejo: ya nadie usa zapatos con cordones) y zapatillas de una, natural y grácil, flexible, casi un bailarín de ballet. Ahora, para hacer esa simple tarea, debés acercar el objeto hacia tus manos. Te das cuenta que las sillas, entonces, sirven también para colocar el pie y así no tenés que estirarte tanto. Sillas, banquetas, tapiales bajos, el bidé o el inodoro, son todos acercadores de cordones que te sirven a vos, pibe, porque te estás poniendo viejo.

* Cambiador dorsal. Al igual que la señal anterior, tenés otras relacionadas con el acto de cambiarte. Antes enhebrabas, entre otras cosas, las distintas prendas, así, como venías. Ahora, un calzancillo elastizado puede ser una trampa mortal. Porque un pie entra fácil, pero el segundo te manea y caés como fulminado por unas boleadoras. Con las medias te pasa lo mismo. Ponerte medias (otro sinónimo de vejez no reconocida) es empezar a transpirar. Te falta el aliento y de pronto estás jadeando. Lo mismo con unos jeans (nótese que los viejos no usamos la palabra “vaquero”: ya estamos anoticiados de su vetusta e irreversible senectud) que presentan alguna dificultad en su progresivo ascenso por las piernas. Descubriste que tirándote de espaldas en la cama, todos esos procesos se hacen un poco más sencillos. Descubriste el cambiador dorsal: te estás poniendo viejo.

* Acercador de objetos. Un último aporte por hoy es la utilización sistemática de arrimadores o acercadores de objetos. Antes, si la pantufla (un indicador inobjetable de vejez) se te iba debajo de la cama o el ropero, vos te zambullías, ágil y plástico (ahora sos rígido; y de madera), te estirabas y traías el objeto en cuestión. Ahora necesitás de otros medios para acercar el objeto: tus propios pies (sin agacharte), el palo de piso, el escobillón, un toallón, el paraguas... Adivinaste: te estás poniendo viejo.