El lector no termina nunca de aprender

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“Mornings Together”, de Daniel Gerhartz.

Por César Celis

En La lectura, otra revolución, María Teresa Andruetto recoge una serie de ponencias y textos en torno al fenómeno de la lectura, en la que aúna lo ensayístico y lo autobiográfico.

Uno de los ejes que recorren el libro es la certeza de que es bizantina la pregunta acerca de si hoy se lee más o menos que antes: “La pregunta y el desafío es cómo hacer para leer mejor y cómo hacer que otros lean mejor; es decir, más selectiva y más profundamente”. Y la escuela, ese lugar de importancia capital en ese desafío por una lectura mejor y más profunda, es otro de los temas planteados. Como decía Luis Percival Leme Britto: “Lo que ocurre hoy es que al sistema el analfabetismo ya no le interesa, pero sí le interesa un alfabetismo ignorante. Eso es lo que llamo alfabetismo pragmático. Y mucho de lo que se hace en promoción de lectura, en enseñanza de lectura en la escuela, inconscientemente y a veces a conciencia, se hace en esta dirección”.

La poesía y la ficción están en la dirección contraria, en el curso de aquello que da existencia a “algo que no la tiene en el mundo real. Como lectores, olvidamos muchas veces que un cuento o una novela no muestran una historia, unos personajes ni unos hechos, sino que construyen una voz que nos habla acerca de unos personajes, una historia y unos hechos. Así, cuando leemos, no vemos lo narrado sino que oímos la voz de un narrador. Por ese camino imaginamos. Y lo que leemos se tiñe de la subjetividad que narra, de sus intenciones, adhesiones o engaños, como sucede en la vida misma cuando cada quien nos cuenta lo que le pasa. La intensidad de un escritor se mide por la calidad del narrador que es capaz de construir, el refinamiento del punto de vista que elige para narrar una historia y el modo en que esa construcción alcanza una credibilidad, una coherencia y una verosimilitud capaces de hacernos entrar en el pacto de ficción”.

Un libro en los estantes de una biblioteca es un volumen entre otros volúmenes, un objeto entre otros objetos. Pero cuando un lector lo abre comienza la magia. Y el promotor de esa magia es el lector, ese gran olvidado por los estudios teóricos y académicos del siglo XX. Y cuanto más activo y partícipe sea ese lector, cuanta más correspondencia establezca con el texto, mayor será la magia. Ésa es la revolución que Andruetto preconiza en el terreno de la lectura. “Desde que existe, desde el comienzo de los tiempos, la literatura mira en lo humano singular, en la lucha de un ser humano entre lo que es y lo que quiere o puede ser. Ella busca una verdad que ni empieza ni termina en las palabras. Para lograr que esa verdad no sea sólo de palabras, lucha contra lo oficial de una lengua y de una sociedad. Lucha contra la homogeneización de los discursos, nos invita a ser personas que piensan y sienten de duna manera propia”.

A la vez que cuenta sus experiencias familiares y las que atañen a su propio ejercicio como lectora y escritora, Andruetto en este libro publicado por el Fondo de Cultura Económica, plantea cuestiones esenciales, como por ejemplo, el problema que se le presenta a quien escribe en español fuera de España, “el lugar más difícil para colocar un libro para los escritores latinoamericanos”. Esta cuestión, entre nosotros, “se dirimió en el marco del movimiento estético político romántico y la llevaron adelante Sarmiento, Gutiérrez, Echeverría y Alberdi, los cuatro grandes románticos argentinos, lo que es casi decir los fundadores de nuestra literatura”. Lo que estos lúcidos pioneros señalaron es la convicción que debíamos “hablar castellano, pero que ese castellano no necesitaba sujetarse a pie juntillas a los dictámenes de su casa central. De modo que ser un escritor argentino también es ser un escritor desobediente ante la demanda de casticidad”.