Realidad virtual

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“The Wasteland”, de Juan Muñoz.

 

Por Ignacio Biderbost

“Al límite”, de Thomas Pynchon. Traducción de Vicente Campos. Tusquets. Buenos Aires: 2014.

Paranoia y entropía son palabras claves en las novelas de Thomas Pynchon. Ciertamente no es un caso distinto el que presenta la trama de Bleeding Edge (2013), la última novela del escritor estadounidense cuyo título, en su traducción al español, ha sido cambiado al menos técnico Al límite, y que transcurre en los tiempos inmediatamente anteriores a los atentados del 11-S, punto de inflexión en la historia de los Estados Unidos que difícilmente una novela de pretensiones ambientada en el siglo XXI pueda eludir, fuente de teorías de conspiración y, por consiguiente, de una ola masiva de paranoia en la población.

Después de la ambientación en los psicodélicos años sesenta de su anterior novela, el remedo de policial negro Inherent Vice (2009) la más accesible de Pynchon, que no casualmente dio origen a la única adaptación cinematográfica, realizada fiel y correctamente por Paul Thomas Anderson, la historia de Bleeding Edge supone un regreso de la narrativa de Pynchon a los tiempos actuales; lo más cercano en el tiempo era Vineland (1990), que llegaba hasta la ochentosa Revolución Conservadora de Ronald Reagan. De hecho, el título de la última novela hace referencia al carácter novedoso y a la vez poco seguro de un tipo de tecnología. En el caso que nos ocupa dicha tecnología es el programa DeepArcher, punto de partida de un viaje: las profundidades de la web.

La protagonista es Maxine Tarnow, que está al frente de una agencia de investigación de delitos económicos, una mujer divorciada que todas las mañanas acompaña a sus dos hijos a la puerta de la escuela (la historia detrás del nombre de esta institución la Otto Kugelblitz School es, por cierto, otro típico chiste pynchoniano). A Maxine se le presenta un nuevo caso: los sospechosos movimientos en las cuentas de la empresa de seguridad informática hashlingrz.com. En el transcurso de la investigación, Maxine repara en que las transferencias bancarias de hashlingrz.com, presidido por el magnate Gabriel Ice, van a parar a Medio Oriente, a instituciones que cobijan a terroristas. Ante este escenario y ante la previsible perspectiva de la caída de las Torres Gemelas, la idea de conspiración va tomando forma y la paranoia lleva incluso a postular la idea de que el gobierno, la familia Bush, está detrás de los atentados. En este sentido, hashlingrz.com es análogo a otras organizaciones características en la obra de Pynchon, detrás de las cuales se ocultan las estructuras de Poder, como la Restos, la red postal clandestina que aparece en La subasta del lote 49 (1965-6).

No es ésta la única impronta autoral reconocible en Bleeding Edge. El estilo humorístico de Pynchon también se hace presente, sustentado en retratos irónicos de personajes (por ejemplo, la del terapeuta de Maxine, Shawn, que hace gala de un conocimiento de la sabiduría antigua y oriental pero que, sin embargo, el viaje más largo que realizó fue de California a New York) o en la ya característica hiperreferencialidad que en su despliegue paratáctico se focaliza en series televisivas (Friends con especial referencia al corte de pelo de Jennifer Aniston, toda una marca registrada de la década del noventa, Pokémon, Los Simpson no nos vamos a explayar en la participación que tuvo Pynchon en un capítulo de la serie, La ley y el orden, Bob Esponja), en cuestiones políticas (la crisis en Argentina, la respuesta de Bill Clinton en el marco del escándalo Lewinsky a la pregunta: “Su declaración, cito textualmente: ‘No hubo contacto sexual de ningún tipo con el Presidente Clinton' es completamente falsa, ¿no es cierto?”. “Depende” dijo Clinton “de cuál sea el significado de la palabra ‘es' ”) o en la música (Jamiroquai, Blink-182).

Interesante es, también, la hipótesis que se plantea a lo largo de la novela: la realidad virtual lejos de ser virtual es real, a pesar de que en las novelas del escritor estadounidense suele predominar una visión distorsionada por el desorden entrópico y por los efectos psicodélicos de las drogas. En Bleeding Edge, en cambio, Pynchon representa la virtualidad de Internet como si fuera la vida real (Maxine interactúa con los avatares de otros usuarios como si estuviera hablando personalmente con sujetos empíricos).

Alejado en cuanto a extensión de sus novelas monumentales como El arco iris de la gravedad (1973), una auténtica Guerra y paz posmoderna, el último libro de Pynchon comparte con su predecesor una relativa linealidad, que mantiene al lector sin desviarlo por las sendas de la paranoia conspirativa que constituyen muchos de los tramos narrativos.

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“Nos estamos friendo aquí”, de Andrew Hankin.