Al rescate del ejemplo sanmartiniano

Lic. Gastón Vigo Gasparotti (*)

Hace más de un siglo, el ex presidente Nicolás Avellaneda, al cual le debemos un inmenso respeto por su notable gobierno y por haber devuelto los restos a la Argentina de quien hoy nos convoca en este homenaje, exclamaba: ”Los pueblos que olvidan sus tradiciones, pierden la conciencia de sus destinos, y los que se apoyan sobre sus tumbas gloriosas, son los que mejor preparan su porvenir”. Suscribo esa verdad. Es momento entonces, de recordar lo que fuimos y lo que olvidamos, para comprender lo que somos.

Hace algunos años, un 17 de agosto lluvioso, me tocó presenciar un triste homenaje que se le hacía al Libertador Don José de San Martín. ¿Cuántos había honrándolos? Una veintena de hombres, entre los que se encontraban sus fieles granaderos. Peor aún, ¿cuántos se detuvieron para recordarlo? Dos personas: un anciano y yo. ¿Qué había pasado? Todos eran argentinos, pero todos pasaban inmutables por la plaza que lleva su nombre. No se lo miraba, habían perdido hasta el respeto al muerto, y eso que, creo, mucho hizo por nosotros. Rememorando ese hecho, siento una vez más, una profunda vergüenza.

Disciplina, exigencia y responsabilidad

¿Cuándo fue que te olvidamos? ¿Cuándo te convertiste en una simple imagen de un billete? ¿Cuándo fue que dejaste de ser importante? ¿Sos sólo un monumento descuidado? ¿Nos molesta tu ejemplo? ¿Se enseña a los jóvenes el verdadero legado que nos dejaste?

La mejor manera que encuentro de hacer honor a su historia y a su ejemplo de liderazgo como fuente de inspiración para estos tiempos difíciles que nos toca vivir, es relatando su lucha más dramática, que es aquella que libró en la inmensa cordillera de los Andes, contra la muerte y el frío.

¿Cómo convirtió al ideal de la libertad en la causa por la que todos deseaban pelear? ¿De qué manera logró tanta adhesión? ¿Qué es lo que hizo, que logró unir a millares de hombres en cuerpo y espíritu, convirtiendo personas corrientes en héroes inmortales? Para contestar estas fundamentales preguntas, es justo reconocer que cuando San Martín asumió la Gobernación de la Región de Cuyo, contaba con un ejército incapaz de vencer a su enemigo. Teniendo pocos hombres y en su mayoría desarmados, su principal preocupación era reclutar la mayor cantidad de soldados en el menor tiempo posible. Para eso se valdría de su capacidad de persuasión con la población cuyana, utilizando la astucia para manejar los tiempos políticos -que son tan distintos a los militares-; y finalmente, pondría a la Argentina en una situación de alerta por la inminente invasión española, logrando que los civiles temerosos contribuyan a su modo. Sin rodeos, solicitó explícitamente que quien se hallaba en disposición de poder llevar las armas y no estuviese alistado en los cuerpos transcurridos ocho días, sería reputado por traidor. Nadie podía sorprenderse con aquella proclama, estaba haciendo carne su tan repetida máxima: ”Cuando la patria está en peligro, todo está permitido; excepto no defenderla“. Al cabo de un tiempo, había convertido a la provincia en una máquina de guerra, por lo que su economía y sus días se enfocaban en profesionalizar cada escuadrón, lo que se llevaba a cabo con éxito, por las simulaciones bélicas que se efectuaban en los cuarteles, para que los militares tomaran real dimensión de lo que les esperaba detrás de los montes. En síntesis, el Libertador les propició disciplina, exigencia y responsabilidad, mientras que al mismo tiempo forjó la moral de cada uno, haciéndoles entender que no irían a combatir batallas, sino a liberar países.

¿No podemos unirnos a la misma bandera?

Luego de dos años de intensa preparación, llegó el día señalado. Nadie quiso perdérselo. Las expectativas serían superadas por una realidad impactante: mientras los caballos y mulas avanzaban, los soldados eran ovacionados por la multitud que había venido a despedirlos. No hubo hombre, mujer o niño que no agitara su brazo deseándoles suerte. La escena era conmovedora. San Martín era aclamado como nunca antes, todos dejaban una medalla, un pañuelo o simplemente un objeto personal para que el General sintiese el afecto y la gratitud que la gente le profesaba. Su emoción era total, y lo fue más aún cuando un grupo de ancianos abrazados fijaron sus ojos vidriosos en los de él. Justamente ellos eran los que por las arrugas pensaban que jamás iban a tener la oportunidad de reivindicar sus derechos, porque haber nacido bajo el yugo imperial les había impedido anhelar en su juventud otra circunstancia distinta para su muerte.

Habiendo expresado las complejidades y adversidades que venció quien liberó medio continente, les pido que volvamos al presente, preguntándonos: ¿Qué tan ineficaces somos ahora, que debemos conformarnos con tener la cuarta inflación más alta del mundo? ¿Cómo es posible que descendiendo de estos gigantescos hombres, no hayamos sido capaces de acabar con el hambre y la desnutrición de 40 millones de argentinos, produciendo actualmente 400 millones de alimentos para el resto del mundo? ¿Qué estamos esperando para acabar con la nefasta corrupción? ¿Seguiremos reclamando institucionalidad o seremos nosotros los que con los mecanismos legales que nos permite la Constitución, la exigiremos? ¿Por qué no podemos unirnos en una misma bandera como en los tiempos de la gesta sanmartiniana, donde ser libres y responsables fue la llave para alcanzar la prosperidad? ¿Dónde quedó el fuego sagrado que nos legaron quienes hicieron de la Argentina el asombro del mundo? ¿Será nuestro destino ser subdesarrollados o

entenderemos finalmente que preservando el cerebro del niño durante sus primeros mil días de vida, existe una real esperanza de educarlos como la dolorida patria lo reclama?

Son los corruptos quienes lo niegan

Sería lógico que me increpen por lo que expreso, manifestándome que más allá de la inquebrantable voluntad que le hizo lograr lo que se propuso, no existen razones lógicas que justifican traer a la memoria un prócer. Inclusive podría ser más agresivo el asunto conmigo: ¿Cómo cree usted que alguien que falleció hace 165 años puede ayudarnos a cambiar el presente que nos preocupa? A lo que sin titubear, contestaría: ¿Y si no murió? Fueron nuestros gobernantes quienes lo utilizaron y lo desecharon a su conveniencia. Hoy nadie habla de él. ¿Saben por qué? Nuestra clase dirigente le sigue temiendo, como aquéllos que demoraron treinta años en traer sus restos a la Argentina. Intentan día a día convencernos de que nunca existieron hombres capaces de todo por defender la libertad de ellos y la de las generaciones venideras. Los corruptos no quieren dar a conocer al pueblo hombres que los juzguen; prefieren olvidarlos para hacernos creer que no hubo algo mejor, que siempre se actuó así y que ellos son lo que necesita el país. Quieren oprimir nuestro espíritu y amputarlo para no dejarlo actuar. Su único objetivo es permanecer todo el tiempo posible que puedan en sus cómodos puestos políticos, perdiendo el honor por lo que hacen y ocupando cargos distintos todos los años. Un día quieren ser concejal, otro día diputado o tal vez senador, ¿por qué no gobernador de una provincia? Las mismas personas durante años mintiéndonos, no es vocación por estar en el sitio más útil para la nación, van donde su bolsillo se llene. Por eso les diría a los más escépticos que cuando comenzamos a olvidar nuestras ilustres leyendas, cuando la historia fue sólo una materia y no una lección de nuestros aciertos y errores, fue allí cuando la decadencia se inició.

Podrá estarse de acuerdo o no con lo dicho, pero la consigna vital seguirá esperando una respuesta: ¿Vas a luchar por tu país? Sólo hay dos opciones para cambiar el dramático escenario: ser espectadores o protagonistas. Si sos de los primeros, vivirás quejándote toda tu vida, y quizás al final de la misma, cuando uno analiza su existencia, repasando aciertos y oportunidades perdidas, comprenderás que el país no es una herencia de tus padres sino un préstamo de tus hijos. Por el contrario, si tomas las riendas, acoges tus ideales y no permites que decidan por tí, forjarás tu anhelado destino. Por ello insisto que la decisión es personal, pero quien asuma su responsabilidad ciudadana deberá comprender que estamos en épocas que requieren grandes sacrificios, ya que si no se es parte de la solución, se es parte del problema.

“¿Está hoy la patria en peligro?”

Bajo ese espíritu, me pasé los últimos cinco años de mi vida escribiendo mi primer libro, “San Martín: ¿está hoy la patria en peligro?”, en el cual me propuse reflexionar sobre los dolores pasados y actuales de la patria, a través de los ojos de un joven que buscaba no perder la esperanza en medio del abismo y de la decadencia argentina. Fue así, que llegando al final del manuscrito y habiendo regresado absolutamente conmovido de Boulogne Sur Mer, culmino mis líneas conversando imaginariamente con el Libertador, para responder sus inquietudes, sus tristezas, su asombro, y sobre todo, su decepción, al enterarse de que el país arruinó su lugar de privilegio en el siglo XX, para ser hoy el fracaso inentendible del mundo. Quizás entonces, quien termine de leerme, obtendrá una doliente lección, que lo impulse a honrar el legado sanmartiniano, que vergonzosamente hemos olvidado.

Los invito entonces a imaginar que hoy se encuentra entre nosotros San Martín. Si así fuera, estaría cumpliendo su frase final antes de morir: “En cualquier lugar que me halle estaré pronto en búsqueda de la libertad”. Le pido que conjeturen en su mente las preguntas que nos haría: ¿Es hoy Argentina un país independiente? ¿Qué ideas son las que se discuten? ¿Han respetado la Constitución, por la que tanta sangre se derramó? ¿Cuál es la política internacional? ¿Se han avergonzado de la desnutrición? ¿Ha disminuido la corrupción? Los enfrentamientos entre compatriotas, ¿culminó alguna vez? ¿Se cumplió con el sueño de Sarmiento o la educación dejó de ser el eje de la nación?

Finalmente, al ver tantos patriotas brindándole una gratitud eterna a nuestro Padre de la Patria, me lleno de esperanza, porque como alguna vez nos trasmitió el más grande prócer que dio este suelo: ”Hace más ruido un hombre gritando que cien mil callados“.

(*) Días pasados, con la organización del Movimiento Sanmartiniano Nacional, disertó en la catedral de Buenos Aires -frente a la tumba del General José de San Martín- el joven santafesino que firma este texto, en el que se presentan fragmentos de su alocución.