De domingo a domingo

Mientras la presidente y Scioli se miran de reojo

17-1-DYN38.jpg

“Pedimos, nada más, que reconozcan nuestros triunfos. Porque ésa es la verdadera democracia”, dijo la presidente. Ésa no es la convicción de los miles de tucumanos que noche a noche han concurrido a la plaza Independencia a pedir por sus derechos democráticos. Foto: DyN

 

Por Hugo E. Grimaldi

(DyN)

Con Daniel Scioli delante de sus narices, el jueves pasado en la Bolsa de Comercio, Cristina Fernández apuntó hacia quienes no piensan ni actúan políticamente como ella y aludió, con una gran carga de bronca e ironía, a “los predicadores del consenso”, justamente una de las fortalezas más promocionadas del gobernador bonaerense, su candidato.

Bien podría haberle contestado éste que, por sus antecedentes, “a mí no me van a venir a correr”, pero se abstuvo. La frase él mismo se la había dedicado a Mauricio Macri cuando éste le pidió públicamente que sea uno de la “garantes de la paz”, tras la represión en Tucumán, pero está claro que la presidente hizo foco esa tarde en la oposición, que estaba emperrada en denunciar el supuesto fraude tucumano y que se mostraba en la foto transitoriamente unida.

Además, con esa expresión y desde su concepción de auténtica cultora del populismo, la presidente descalificó también a todos aquellos que tratan siempre de poner por delante el diálogo para ayudar a la convivencia política. Quizás no midió los alcances, pero más allá del concepto de “predicador”, con una referencia así Cristina metió en la misma bolsa nada menos que a su principal aliado global, Su Santidad Francisco.

El candidato en el fcono de sombras

Hacia la interna, una mención pública de ese estilo no dejó de ser una lápida más a las muchas que viene soportando el candidato oficialista, losas que lo mantienen aplastado dentro del cono de sombras en el que entró Scioli inmediatamente después de las Paso. El viaje nunca bien explicado a Italia, las terribles inundaciones, la comprobación pública sobre la insuficiencia de la gestión hídrica y su incómodo silencio sobre por qué motivo la infraestructura de la provincia de Buenos Aires está tan mal han sido parte sustancial del estancamiento electoral que algunas encuestas están manifestando.

Y estuvo todo lo político. Lamentablemente para el candidato oficialista asociado a lo peor del clientelismo electoral, eso fue lo que le impidió capitalizar a favor el probable triunfo oficialista en Tucumán y, en todo caso, relanzarse.

Luego, le siguió la feroz golpiza que le propinó a manifestantes opositores la policía de su aliado, el gobernador José Alperovich, aunque apenas unos días antes Scioli ya había sido jaqueado en la mismísima Casa Rosada, al estilo de una puñalada trapera, por la bandera de “Zannini para la Victoria” y, sobre todo, por los varios desplantes dialécticos de Cristina.

Todo esto junto ha resultado ser un cóctel explosivo que ha tenido a maltraer a Scioli y que ha modificado su humor, su postura y hasta los tonos más bien apagados y esperanzadores de sus discursos. Con sonrisas que se notan que son cada vez más forzadas y, raro en él, a veces hasta algo desaliñado en su aspecto, el candidato parece haber dejado de ser por ahora el imán incombustible que atraía a las multitudes sólo por flotar, tal como lo caracterizan sus críticos. Ahora, éstos suelen decir que toda esa catarata de malas noticias ha contribuido a sacar a la luz lo que el gobernador siempre ha sido, una persona autoritaria y obsesiva que se pone peor cuando las cosas más se le complican.

“Y lo que vamos a seguir haciendo”

Es probable que, en términos electorales, este descalabro interior se le potencie a medida de que va tomando conciencia que su estrategia de buscar votos por afuera del kirchnerismo no le da casi resultado. En este aspecto, la peor noticia que ha recibido Scioli en estos días es que la presidente se va a mostrar con él en actos de campaña, algo de lo que sus equipos dudan por dos motivos: primero, porque lo que él necesita son votos independientes de gente que crea que tiene un proyecto diferente al que se va y segundo, porque ha trascendido que esos mismos actos van a ser aprovechados por Cristina para despedirse y ya se sabe lo absorbente que es el yo presidencial.

En el que probablemente fue la primera de esas presentaciones conjuntas, en el mediodía del sábado en la nueva estación de trenes frente a la Ciudad Universitaria, el escenario para Scioli se modificó poco y nada, porque si bien no hubo pullas mayores, si se repasa el acto en su conjunto y luego el discurso de la presidente, queda bien en claro que él sigue cumpliendo un papel francamente secundario.

Esa misma continuidad ya la había expresado en la Bolsa, aunque allí armó una lamentable ensalada conceptual con los temas económicos sin ponerse colorada y hasta casi orgullosa de la letra que le había pasado su ministro de Economía, por supuesto que sin percatarse de las sonrisas burlonas de los expertos del mercado que la escuchaban y sólo obnubilada por los aplausos militantes del fondo del salón.

Doble carambola para la interpretación: tras doce años de “pilares sólidos”, estamos en el mejor de los mundos y el sucesor tendrá que seguir por el mismo camino.

Muy bien va todo lo que va muy mal

Si bien la televisión no lo mostraba, otra de las características del ninguneo oficial, Scioli la miraba francamente azorado, ya que sus asesores le informan a diario que la realidad económica actual marca otra cosa: déficits, emisión descontrolada, falta de reservas, parate productivo, empleos que crujen, mayor pobreza, etc.

Justamente, este último tema otra vez enfrentó en la semana al gobierno con la Iglesia, es decir una vez más con el papa Francisco. La Universidad Católica Argentina dio a conocer un duro informe sobre pobreza e indigencia en niños y adolescentes que dice que nada menos que 5 millones de pibes conviven en la Argentina con carencias de todo tipo, que impiden su desarrollo, datos que fueron rigurosamente desacreditados por Aníbal Fernández, quien está acosado por denuncias públicas sobre conexiones con el narcotráfico, en las que el Vaticano parece haber tenido bastante que ver.

Más allá de los temas económicos y sociales que enturbian de mala manera el final de la gestión kirchnerista, frente a los hombres de negocios, la presidente se refirió por primera vez al caso Tucumán y allí, hizo una sola mención sobre el resultado de las elecciones: “Siempre reconocemos las derrotas y pedimos nada más, que reconozcan nuestros triunfos. Porque ésa es la verdadera democracia”, planteó. Si bien los opositores callan, está claro que no van a hacer nada al respecto, porque la estrategia que han decidido en conjunto es que, aunque termine ganando el oficialismo, el recuento muestre por sí solo las innumerables trampas que hubo en la elección: urnas quemadas, otras vacías, telegramas que difieren con las actas, mesas que tienen más votos que electores, etc.

Mientras los candidatos de la oposición solicitan improbables cambios en el sistema electoral hacia el futuro, que no deberían prosperar por falta de tiempo y porque el oficialismo no dará número en el Congreso, las irregularidades que se observan en Tucumán están a la orden del día.

Ambos elementos serán aprovechados políticamente para golpear al Frente para la Victoria. Por este motivo, es que no se solicita todavía la anulación del comicio, un procedimiento que, según el fiscal general ante la Cámara Federal de Tucumán, Gustavo Gómez sería pertinente ya que, estima, hay dos situaciones que podrían objetarse: que el Tribunal Electoral no tiene el número necesario, mientras que su presidente, Antonio Gandur, hizo declaraciones antes de iniciarse el escrutinio definitivo, descartando que haya habido fraude. Esta última no es la sensación de los miles de tucumanos que noche a noche han concurrido a la plaza Independencia a pedir por sus derechos, ya que la convicción que tienen es que el gobierno provincial les ha metido la mano en el bolsillo y a estas alturas, no hay quién pueda convencerlos de lo contrario.