No farmers, no food

El día del Trabajador rural dispara una vez más la necesidad de transmitir a la sociedad urbana la importancia en el mundo actual de quienes se desempeñen en el campo para producir los alimentos que llegan a nuestra mesa.

Federico Aguer

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Esta semana se celebró un nuevo día del trabajador rural, en conmemoración de la sanción del Estatuto del Peón de Campo, se estableció el 8 de octubre de 1944 a instancias del secretario de Trabajo y Previsión, un entonces coronel Juan Domingo Perón. Ese año, el Poder Ejecutivo promulga el decreto 28.169 conocido como el Estatuto del Peón, el que fue definido como el más extraordinario y trascendental de todos los estatutos del trabajo, el del hombre más humilde: el de peón de campo, “hasta ese momento una suerte de paria, sin derechos de ninguna clase, en condiciones inferiores a la propia esclavitud”.

Más tarde se dictaron varios decretos regulando el trabajo transitorio de las cosechas y más adelante la ley 13.020 crearía la Comisión Nacional de Trabajo Rural, como organismo intersectorial (con representación del gobierno, de los sindicatos y de los empleadores) encargado de decidir las condiciones del trabajo que regirían en cada cosecha y en cada zona del país.

Décadas más tarde, el avance adquiere una relevancia aún mayor, en momentos en que el sistema mismo de producción de alimentos de Argentina se debate en instancias académicas, empresariales y políticas. En un contexto paradojal que muestra la campaña agrícola récord (con una producción de más de 120 millones de toneladas), contrastando con el ruralismo preparando una movilización de protesta a Buenos Aires, se pierde de vista el sujeto protagonista primero de esta situación: el hombre y la mujer de campo.

Tras una extensa campaña de desprestigio hacia el campo y de división de lo urbano contra lo rural, nuestros chacareros se merecen otro escenario que valore e incentive su aporte cotidiano. La sociedad necesita entender que la leche no sale de la heladera, como aclaró un político santafesino. Quienes llegaron del Farm Progress Show se sorprendieron con una calcomanía presente en todas las “chatas” de los productores americanos: “No farmers, no food”: sin chacareros no hay comida. Ni más, ni menos.