Preludio de tango

Jorge Casal

E-PRELUDIO-img682.jpg
 

Manuel Adet

Nació en Buenos Aires, en Villa Urquiza para ser más preciso, el 14 de enero de 1924. Argentino de nacimiento, pero concebido en Italia, porque cuando sus padres gringos llegaron a Buenas Aires, la madre tenía un embarazo de cinco meses, según cuentan los comedidos.

Se llamaba Salvador Carmelo Pappalardo, más tano que la polenta y los tallarines. Según sus propias palabras, el tango no le gustó de entrada y la fama de Gardel le parecía excesiva. Esto fue así hasta el día que escuchó una grabación del Morocho, “Los ojos de mi moza” y allí se produjo el encantamiento o la revelación; o allí entendió por qué tanta fama y tanto respeto.

Como hijo de tanos laburantes de aquellos años se formó en la calle. Todo lo aprendió a la calle. En esos tiempos, trabajaba en un bicicletería y conoció a otro muchacho al que también le gustaba el tango. Se llamaba Roberto Florio, pero todavía no era famoso. Ninguno de los dos lo era. Cantaban en clubes, cantinas y bodegones. A veces cantaban por la comida, a veces por unos pocos pesos.

Hasta que llegó una oportunidad de probar su voz en radio Splendid. No le fue bien. Paciencia, a seguir cantando donde lo inviten. Un amigo en esos meses le dijo que el maestro Florindo Sassone estaba seleccionando vocalistas para su orquesta. La prueba se realizó en la casa del maestro. Según parece, a Sassone no le gustó nada el tal Pappalardo. El joven se resignó a otro fracaso y se empezó a acostumbrar a la idea de que el tango no era lo suyo. Y de pronto “el milagro”. A la prueba la escuchó María, la esposa de Sassone, según se dice, profesora de canto y la única persona a la que el maestro escuchaba. Ella fue la que le dijo que ese pibe de apellido italiano era extraordinario y que debía contratarlo lo más rápido posible antes de que lo contratara otro.

Y así fueron las cosas. Sassone lo llamó a Pappalardo y lo incorporó a la orquesta. En el camino, quedó un “turquito” sanjuanino llamado Domingo Ale y que poco tiempo después será conocido como Alberto Podestá. Pappalardo, por supuesto, también se verá obligado a cambiar de nombre porque con ese apellido le iba a resultar muy incómodo conquistar el estrellato. Dicen que primero pensó en Turi Lardó, Turi porque en italiano quiere decir Salvador y Lardó, porque son las dos últimas sílabas de su apellido. Sin embargo se impuso Casal. ¿Jorge o Carlos? Finalmente una amiga lo convenció de que el nombre debía ser Jorge, Jorge Casal.

Fue un gran cantor al que se lo disputaron los grandes maestros del tango. Algunos problemas en la garganta, tal vez algunas malas decisiones no le permitieron una fama merecida, pero en su momento brilló entre los grandes con su voz potente, rica en matices que para algunos críticos estaba a la altura de Raúl Berón y Alberto Marino. Fue un gran cantor, repito, y basta para ello escuchar algunas de sus grabaciones con Sassone y con Troilo para verificar que no hay exageraciones en el juicio.

Casal debutó con Sassone en Radio Splendid el 18 de noviembre de 1946. Arranca con “Canción de cuna”, el tema propuesto por Sassone, pero de allí en más, según sus palabras, el repertorio lo eligió él. Temas a disfrutar: “La última cita”, “A la luz de un candil”, “Rencor”, “Volver”.

Casal va a estar con Sassone desde fines de 1946 hasta 1950. No va a guardar un buen recuerdo de Sassone. “No era una buena persona”, acusa, y le reprocha que nunca le haya reconocido que se equivocó cuando lo desaprobó en su momento. No habla bien de Sassone, pero le es leal. En esos años, recibe propuestas tentadoras de Pedro Laurenz, Carlos Di Sarli y Miguel Caló, propuestas económicamente ventajosas y, sin embargo, a todos les dice que no, porque el “Gringuito” entiende que la lealtad es una obligación, la lealtad con el director que, con las complicaciones del caso, le dio la posibilidad de ingresar a los grandes escenarios del tango.

En 1950, Aníbal Troilo intenta convencerlo. Conversan varias veces hasta que Casal le dice que sí. A Troilo, le cayeron muy bien los códigos de lealtad del muchacho, y así se lo dice. De todos modos, Casal no ingresa a la orquesta más famosa de Buenos Aires porque es un buen amigo, sino porque a Pichuco le pareció que el muchacho era el cantor indicado para reemplazar, nada más y nada menos que a Edmundo Rivero.

Alrededor de cinco años estará con Troilo. De ese paso por la orquesta, quedarán grabados veinte temas. Allí se destacan, entre otros, su tema más taquillero: “La cantina”, el poema de Cátulo Castillo con música de Pichuco. ¿Hay algo más? Por supuesto: “Che bandoneón”, “Amigazo”, “Una canción” y “Carmín”.

En 1952, hay una gira a toda orquesta por Brasil y en 1953 presentan en el Teatro Enrique Santos Discépolo, el tema de Castillo y Troilo, “Patio de la morocha”. En esos años, será convocado a participar en diferentes películas. Son participaciones como cantor o como personaje secundario; Casal tiene una linda pinta y canta bien, pero no es un actor y eso se nota a la legua.

En 1950, participa en la película “Al compás de tu mentira”, dirigida por Héctor Canziani con guión de Abel Santa Cruz y la participación actoral de Pedro Quartucci, Francisco Álvarez y Delfy de Ortega. En 1952, le encargan hacerle un doblaje a Jorge Salcedo en la película “Mi noche triste”, dirigida por Luca Demare y la participación estelar de Diana Maggi. En 1954, actúa en “El cartero”, dirigida por Homero Cárpena y la actuación de Tito Lusiardo y Beatriz Taibo. Por último, en 1955 está presente en “Vida nocturna”, una producción dirigida por Leo Fleyder y que cuenta con las actuaciones de Pepe Marrone, Tato Bores, Olinda Bozán y Guillermo Battaglia.

En 1955, se separa de la orquesta de Troilo e inicia su itinerario como solista. Con Pichuco, se encontrarán en 1959 en el Teatro Alvear en la obra de Enrique Santos Discépolo, “Caramelos surtidos”. Como solista contará en algún momento con las guitarras de Roberto Grela; allí, están Héctor Ayala, Domingo Laine y Ernesto Báez, en el guitarrón.

Dos grabaciones merecen destacarse de ese período: la milonga de Julio Camilloni y Alfredo Gobbi, “A mis manos”, y el tangazo de Alberto Ballesteros y Enrique Delfino: “Dicen que dicen”. ¿Se acuerdan de la última estrofa?: “Dicen que dicen, vecina que era, toda ternura la que murió, que fue el orgullo de un mozo taura, de fondo bueno como era yo”. Jorge Casal murió el 25 de junio de 1996.