Tribuna política

¿Quién paga los costos políticos de la economía?

Por Alejandro Poli Gonzalvo

Hoy se discute si en la actual circunstancia, la sociedad argentina se encuentra ante la posibilidad de iniciar una nueva trayectoria histórica que conserve los logros de la democracia como mecanismo de alternancia para elegir a los gobiernos pero incorpore los valores republicanos, razón principal del progreso en las naciones desarrolladas, degradados entre nosotros por el presidencialismo extremo, el populismo y el autoritarismo económico. En este sentido, la condición imprescindible para que se inicie una trayectoria institucional moderna y a la altura del siglo XXI es que el peronismo deje de ser la fuerza hegemónica predominante y ceda su poder a una nueva coalición política y social. Así sucedió en el pasado cuando Urquiza y la Generación del 37, Yrigoyen, Perón y Alfonsín derrotaron a la hegemonía reinante y abrieron nuevas trayectorias históricas. En esas ocasiones, se conjugaron una clara pretensión colectiva de cambio y líderes personalistas capaces de interpretarla y conducirla. El lado negativo es que la sociedad argentina dependió más de los avatares políticos de esos liderazgos que de la construcción de consensos a largo plazo. Y terminó fracasando en construir una sociedad pujante y con equidad social.

A pocos días del balotaje, los argentinos están demostrando que desean iniciar una nueva época y están disponibles para que esa pretensión renovadora sea encauzada políticamente. Están dadas las condiciones de posibilidad para que se inicie una nueva trayectoria, envuelta en formas de institucionalidad y pluralismo. Dicho esto, ni Macri ni Scioli representan el estilo de líderes personalistas y carismáticos que por su sola presencia entusiasman a la población detrás de banderas de cambio y futuro. Sin embargo, esta debilidad puede ser vista como una inesperada fortaleza: quienquiera que gane las elecciones deberá buscar necesariamente consensos con las fuerzas políticas, sociales e intelectuales que apoyan un futuro diferente del clima de confrontación, verdades absolutas y revanchismo que ha creado el kirchnerismo. En esta línea de razonamientos, el encadenamiento y la sumisión de Scioli al kirchnerismo limita sus posibilidades de aglutinar a buena parte de la sociedad no kirchnerista, hoy mayoritaria, mientras que Macri llega a las elecciones sin ataduras y con un mensaje más coherente de cambio y búsqueda de consensos. La refrescante victoria de María Eugenia Vidal mostró el contraste entre su figura y la de Aníbal Fernández, un contrapunto que se traslada a escala nacional entre la figura de Macri y la de Cristina Kirchner, quien actúa a todas luces como la jefa de campaña de Scioli. Hoy sólo existen dos líderes políticos, y Scioli no es uno de ellos.

La predicción histórica es muy difícil para los actores que viven en una época determinada, pero si la pretensión colectiva del pueblo argentino de cambio existe con la fuerza necesaria para apoyar el inicio de una trayectoria institucional superadora y no se trata de un hartazgo coyuntural, en el caso que triunfe Cambiemos su desafío y la de los sectores opuestos al kirchnerismo será altísimo. El peronismo es una estructura poderosa, anacrónica pero poderosa y no ha logrado hasta la fecha sumarse a la búsqueda de consensos. Habrá que comprobar si Massa, Randazzo, Urribarri y los gobernadores Urtubey, Bordet, Weretilneck, Casas, Uñac, que pertenecen a la misma generación de Macri, Sanz, Carrió, Morales, Cornejo, Lifschitz, Stolbizer, Omar Gutiérrez y la mayoría de los dirigentes del PRO se suman a un acuerdo sobre políticas básicas que garanticen la gobernabilidad. Se debe hablar de gobernabilidad porque la herencia económica que deja la presidente Cristina de Kirchner es una suma de problemas muy graves, postergados sin la menor ética de responsabilidad por parte de quien debe gobernar para la ciudadanía y no para su propio proyecto político, con la inocultable intención de dificultar la gestión a su sucesor y librarse del juicio histórico por su mala praxis económica, una combinación de incapacidad para la gestión y corrupción. Los problemas son enormes pero en la calle no existe la sensación de una crisis económica inminente como no existía cuando Menem dejó la presidencia. Ante esta evidencia, los primeros meses de gobierno transcurrirán por un estrecho sendero de riesgos que tendrán que ser superados para que una nueva trayectoria histórica se consolide.

Pero la clave para que la sociedad sea paciente con la nueva administración es que sea consciente de que la grave situación económica ha sido engendrada por Cristina Kirchner y no por quien tenga que hacerse cargo de solucionarla.

La madurez de la sociedad argentina así como su disponibilidad para alentar un cambio de trayectoria tendrán su correlato en el modo en que comprenda que los graves desequilibrios económicos actuales son atribuibles al kirchnerismo. Dicho de otro modo, si verdaderamente estamos en presencia de una pretensión renovadora de la democracia argentina, la misma también se reflejará en un hecho inédito hasta ahora en el pasado: los costos políticos por la pésima herencia económica le serán atribuidos a la presidente Fernández de Kirchner. Quien entonces no podrá endilgárselos a Macri, que hoy luce como la mejor opción para llevar adelante una trayectoria institucional moderna y socialmente equitativa.

Los primeros meses de gobierno transcurrirán por un estrecho sendero de riesgos que tendrán que ser superados para que una nueva trayectoria histórica se consolide.

 

La clave para que la sociedad sea paciente con la nueva administración es que sea consciente de que la grave situación económica ha sido engendrada por Cristina Kirchner .