editorial

  • El campo renovó sus expectativas. Atrás quedan doce años de enfrentamiento con el gobierno kirchnerista. Cuando los anuncios sean realidades, seguramente habrá respuestas categóricas.

Agro: el nuevo escenario

Terminan doce años de conflicto entre el kirchnerismo y el campo. Nadie discute que fue una de las batallas que marcó a fuego la historia de algo más de una década del gobierno que termina, un período que transcurrió entre tensión permanente, ataques y falta de diálogo, y que llevó al sector rural a movilizarse de una forma inédita en muchos años en la Argentina. La disputa más álgida se inició el 11 de marzo de 2008 cuando la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, presentó las retenciones móviles a la soja y al girasol a través de la famosa y controversial Resolución 125/08. Ése sería el acontecimiento crucial que dos días después marcaría el comienzo de un paro agropecuario que duraría 129 días. Para ello, el campo se unió: la Sociedad Rural Argentina (SRA), la Federación Agraria Argentina (FAA), las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) y Coninagro le dieron luz a la llamada Mesa de Enlace.

Han pasado los años y las decisiones, pero nunca hubo diálogo, aunque el agro lo reclamó. Eso habilitó a Luis Miguel Etchevehere, presidente de la Sociedad Rural Argentina a sostener que “el kirchnerismo es el peor gobierno para el campo en 200 años”. Razones sobran: en 2006, la Argentina era el tercer exportador mundial de carnes. Néstor Kirchner y Guillermo Moreno cerraron las exportaciones. La realidad es que ahora ocupamos el decimotercer lugar. Hace cinco años que estamos sentados sobre 100 millones de toneladas de soja cuando la proyección de los técnicos indican que deberíamos estar en 160 millones. Se han perdido 34 mil productores ganaderos, hay 138 frigoríficos cerrados y 18 mil trabajadores de la carne en la calle. En la lechería el panorama es igual de crítico: según cálculos de la Mesa de Enlace, desde 2003 se perdieron más de 5.000 unidades productivas que, como mínimo, ocupaban 20.000 puestos de trabajo. En el NOA hay problemas con la caña de azúcar, el algodón está casi desapareciendo en la producción norteña. En Misiones y Corrientes, tienen el problema de la yerba mate y el té. Y cuando se va al sur hay serios problemas con las peras y las manzanas.

Hoy, a pesar de este cuadro descripto, parece haber renacido la esperanza en el sector. El presidente electo, Mauricio Macri, designó como ministro de Agricultura a Ricardo Buryaile (42 años, contador, radical, ex vicepresidente de CRA y diputado nacional por Formosa), un hombre de directa relación con el agro. Sus primeras afirmaciones despertaron al agro: el gobierno que viene avanzará en la quita de retenciones a las exportaciones de carne y granos que producen las economías regionales, y habrá una baja de 5 puntos para la soja. Habrá además una compensación por fletes a producciones más alejadas de los puertos, apuntando a devolverle productividad y rentabilidad al sector. El designado ministro de Agricultura expresó que buscará que esa cartera vuelva a tener las potestades que pasaron al Ministerio de Economía; afirmó que pretende un Inta “con extensión” que deje la “politización”. La idea es recuperar competitividad, producción por producción.

El campo tiene mucho para aportar, es motor de la economía y genera el 60% de las divisas que entran al país. Ya se habla que se sembrarán 300.000 hectáreas de maíz fuera de término, que no se habían sembrado en su momento. Además, se espera que en respuesta a ese nuevo escenario, los chacareros liquiden los granos ensilados, con lo cual se inyectarían unos 4.500 millones de dólares a las flojas reservas que hoy exhibe el Banco Central.

El gobierno que viene avanzará en la quita de retenciones a las exportaciones de carne y granos que producen las economías regionales.