Celebrar la Navidad

Por María Teresa Rearte

San Juan anuncia el misterio de la Encarnación del Verbo con la terminología griega del Logos. “La Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros” (1, 14). Misterio de fe, por el que se expresa que el Dios invisible se manifiesta en el Hijo visible. Es un hecho histórico, que el evangelista Lucas sitúa en un contexto determinado. Esto es, en los días en que se conoció el decreto para el primer censo del emperador César Augusto.

Siguiendo el relato evangélico sabemos que Dios asume la condición humana de la forma más humilde. Se hace pequeño y vulnerable, hasta insignificante. El evangelio de Lucas dice que nace en un establo “porque no había lugar para ellos en la posada” (2, 7).

No obstante, la celebración de la Navidad, que hace memoria del nacimiento de Jesús, nos lleva a participar de una gran alegría. En Jesús, Dios misericordioso se revela como el que “ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10).

Sin embargo, como afirmaba San Juan Pablo II, “la mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia, y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de misericordia” (Dives in misericordia, 9). La misericordia desconcierta al hombre actual, que ha avanzado tanto en el orden de la ciencia y la técnica, que ha podido dominar la tierra más que en el pasado. Pero no tiene respuesta para el drama del sufrimiento humano.

Por lo que el Papa Francisco nos invita a vivir este Año Jubilar de la Misericordia, a la luz de la palabra de Dios: “sean misericordiosos, como el Padre es misericordioso” (Lc 6, 36). Y afirma con claridad que “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre” (Misericordiae vultus, 1).

En esa línea trazada por la convocatoria pontificia, la Navidad del Señor es una oportunidad y un motivo para comprender que el niño es siempre una revelación de la vida como don de Dios. “Es una verificación del respeto ante el misterio de la vida, en el que, desde el primer momento de la concepción el Creador marca la impronta de su imagen y semejanza... La dignidad del niño exige, por parte de los padres y de la sociedad, una profunda sensibilidad de la conciencia. El niño es el punto neurálgico, en cuyo derredor se forma o se quiebra la moral de las familias y a continuación la moral de las naciones y de la sociedad” (Juan Pablo II. “Mensaje de Navidad”, 1979).

Los tiempos que corren dan cuenta de contextos sociales de maltrato infantil, incluso con trágico saldo. En los que a veces parece haber un corrimiento desde la violencia de género hacia la violencia contra la infancia. No se dispone de datos estadísticos que yo al menos conozca sobre el problema. Pero se impone preguntarnos: ¿por qué la violencia? ¿Por qué la violencia contra los niños? Y tener presentes también a los niños que son víctimas de la pobreza, el hambre y las enfermedades. De las guerras...

Por más clima festivo, de coloridos adornos y ruido que acompañen a la Navidad, ¿de qué sirve esto, si los seres humanos no dejan nacer a Jesús en su corazón? Por eso, más que hablar de fiesta de la Navidad he querido titular esta nota como “celebrar la Navidad”, que toque nuestro interior. Que le hable al corazón del hombre. Que mueva a la conversión. Y que, por otra parte, confirme la fe de los creyentes en Cristo, que le siguen con un corazón fiel.

El evangelista Juan motiva la reflexión cuando dice que la Palabra “estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por ella. Pero el mundo no le conoció. Vino a su casa y los suyos no le recibieron” (Jn 1, 10-11).

Dios hecho Niño entra en la historia. Que sea para incluir y salvar. Que sepamos recibirlo. Como canta la liturgia en esta noche santa: “Cristianos, venid adoremos / a Aquél que así nos ha amado, / al Dios hecho Hombre que vino...”. ¡¡¡Feliz Navidad!!!

La misericordia desconcierta al hombre actual, que ha avanzado tanto en el orden de la ciencia y la técnica, que ha podido dominar la Tierra más que en el pasado. Pero no tiene respuesta para el drama del sufrimiento humano.