ENTREVISTA A PEDRO MAIRAL

A paso de cangrejo

17-1-FOTO DE DIEGO SAMPERE.jpg

El escritor argentino.

Foto: Diego Sampere.

 

Pedro Mairal saltó a la fama por su premiada novela “Una noche con Sabrina Love” (1998), que tiempo después fue llevada al cine por el realizador Alejandro Agresti. No obstante, sus mejores libros han sido los posteriores: “Salvatierra”, “Maniobras de evasión” y, muy en especial, “El año del desierto”, novela que Emecé acaba de distribuir en una cuidada nueva edición.

Uno de los tantos escritores argentinos olvidados, Alberto Vanasco, hacia fines de los años sesenta escribió “Nueva York, Nueva York”, cuya idea, a su vez, traía reminiscencias del relato de Scott Fitzgerald, “El curioso caso de Benjamin Button”, al imaginar el transcurso del tiempo inversamente. Es decir, experimentar con la temporalidad de una cronología invertida.

En el caso de Mairal, al ilustrar un tiempo que se retrotrae, la historia pronto cobra terreno entre la alegoría y la fábula. Los personajes se encuentran atrapados en un eterno retorno donde el único “progreso” posible pareciera ser la involución de un país.

—Intuyo que “El año del desierto” constituye uno de tus mejores logros, ya que es donde mejor trabajás tu prosa en relación a lo fantástico. Ahora bien, no es ciencia ficción, tampoco es una obra histórica... ¿cómo nació esa idea donde el tiempo, en cierta forma, parece ir hacia atrás?

—Eso estaba en el aire en el 2002, cuando empecé la novela. Había una sensación de retroceso, de que se había caído el sistema para siempre. En realidad cayó el telón pintado del primer mundo y vimos que detrás estaba el basural. Tuvimos cinco presidentes en diez días, varios amigos míos, nietos o bisnietos de inmigrantes, se fueron a Europa a buscar trabajo. Era un rewind lo que pasaba. Yo tomé esa sensación de precariedad de los aspectos civilizados que damos por sentado y decidí instalar la novela en ese deterioro. Una crisis hasta la destrucción total.

—Podríamos decir que la novela se inicia con una parodia de lo que fue el estallido del 2001, ¿qué zona ocupa la política dentro de la historia?

—Claro que hay una matriz política en la novela, además de alguna manera sucede no la historia argentina pero sí la pesadilla de la historia argentina hacia atrás y a toda velocidad. De todas formas cuando ya había terminado de escribirla me di cuenta de que la historia está muy relacionada con la enfermedad que tuvo mi madre, que sufrió una especie de retroceso, fue perdiendo el lenguaje, se sumió en el silencio, sufrió como un retroceso hacia la infancia. Cuando escribí el libro no me había dado cuenta de eso.

—Creo que la novela gana mucho teniendo a una mujer como protagonista. María Valdés Neylan se ha convertido en una muchacha que operó muy íntimamente con la historia nacional, y con ese indefinido territorio llamado Buenos Aires...

—Me pareció que si el personaje iba a atravesar 500 años de historia hacia atrás entonces era más interesante contarlo desde la perspectiva de una mujer porque la vida de las mujeres cambió mucho más en esos cinco siglos que la de los hombres. En mi historia esa mujer iba a ir perdiendo derechos a medida que pasara el tiempo e iba a ir perdiendo su independencia y el control sobre su vida.

—Más allá de una lograda metáfora, ¿qué significa para vos Pedro, la “intemperie” en esta novela?¿qué representa ese fantasma del campo que crece y lo devora todo?

—No es algo que haya pensado como símbolo de otra cosa. Es simplemente un borramiento, una especie de antimateria que avanza y va destruyendo toda construcción humana, el lento triunfo de la naturaleza pero acelerado.

—Cuando apareció la primera edición de la novela recuerdo que por momentos pensé en “La cautiva” de Echeverría y “En esa época”, de Bizzio. La ciencia ficción clase B y el lenguaje de la televisión. ¿Hubo influencias directas con cierta tradición?

—Sí, hay muchas presencias literarias en la novela. Algunas explícitas y otras menos. No me acuerdo si ya había leído “En esa época”, de Bizzio, pero es una novela que me gusta mucho y ojalá esté esa libertad narrativa en mi novela también. Bizzio retoma mitos argentinos como la zanja de Alsina, que se excavó para detener los malones, una especie de muralla china al revés rodeando el territorio habitado de la provincia de Buenos Aires. En su novela mientras excavan encuentran un plato volador. En cuanto a libros de la tradición literaria, no es “La cautiva” el texto de Echeverría que me interesa sino “El matadero”. También pensé mucho en Mansilla y su “Excursión a los indios Ranqueles”.

—Otra de las vertientes más interesantes que presenta la novela es el valor simbólico que tiene el humor. Una suerte de válvula de escape, ¿no?, ¿cómo desarrollaste esa sutil conjugación entre sarcasmo y absurdo?

—Siempre escribo con bastante humor porque creo que es una manera de ir metiendo al lector en la historia. El humor siempre está en nuestra vida. En general hay miedo al humor en la literatura, pareciera que el humor le quita seriedad a un autor, pero yo creo que a veces hay más inteligencia en hacer reír que en mostrar situaciones desgarradoras. “El año del desierto” es una novela dura, con mucho drama humano, violencia, desesperación, destrucción... El humor -no los chistes- era indispensable para que la historia fuera tolerable.

—Es una historia, que también, problematiza el tema del lenguaje aplicado a la narración. Se trata de un lenguaje fresco, casi coloquial, pero a su vez literario.

—En un momento se me ocurrió que cada capítulo, a medida que va pasando el tiempo hacia atrás, estuviera escrito en el castellano de cada época, como si el lenguaje también sufriera una involución hacia el castellano recién llegado de España en el siglo XVI. Pero se volvía imposible porque estaba contado por una sola persona y nada justificaba esa deformación lingüística en su relato. De todas maneras quedan huellas de esa intención porque en cada época aparecen ciertas palabras de su tiempo que María no entiende y tiene que ir incorporando.

—Tengo entendido que a diferencia de “Una noche con Sabrina Love” y “Salvatierra”, “El año del desierto” necesitó de cierta edición. Es decir, un trabajo donde se redujeron una cantidad importante de detalles fácticos. Además de los datos duros, ¿recordás en qué difería la historia con respecto a la primera versión?

—Con la ayuda de Damián Ríos, cuando era editor de Interzona, le saqué unas cuarenta páginas al primer borrador. Había muchos datos que yo había investigado, pero que no hacían a la historia. Investigué mucho sobre la historia de la vida cotidiana en Buenos Aires: cómo se prendía fuego cuando no había encendedores ni fósforos, ese tipo de cosas... Porque en mi libro iban a ir desapareciendo los avances tecnológicos y reaparecían modos antiguos. Pero la investigación sirve en la narrativa en la medida que no se nota. Sirve si está puesta con naturalidad. Si suena a wikipedia, no sirve. Por eso taché bastante.

—Sos un escritor todoterreno. Tenés en tu haber un best seller, un libro de crónicas, varios poemarios... Con este libro, Emecé comienza a reeditar tus novelas. ¿Te has convertido en un clásico de la literatura argentina contemporánea con sólo 45 años? Me gustaría conocer tu opinión respecto al mercado editorial argentino.

—Esa cualidad todoterreno que mencionás me permitió conocer muchos aspectos del mercado editorial. Tuve la suerte de publicar tanto con editoriales grandes como con otras más chicas, independientes. Siempre me involucro mucho con el proceso de publicación. El papel, las tapas... A veces hasta voy a la imprenta. El mercado editorial argentino no sé qué es. Conozco algunos editores interesantes. Me interesan los editores entusiastas. Y están tanto en los grandes grupos que publican narrativa como en las editoriales de poesía.

—Hoy, a casi diez años de la primera edición de esta novela, ¿estás conforme con ella?¿tu opinión varió con los años?

—Sí, me gustó releerla de punta a punta. Pasa por momentos tan distintos que parecen varios libros juntos. Para esta reedición casi le empiezo a sacar cosas pero me di cuenta de que la novela está hecha de detalles, continuidades, transiciones, y corría el riesgo de arruinar ese trabajo que casi casi le pertenece a otra persona, porque el autor era yo, pero hace más de una década.

—Me gustaría conocer, si es posible, tu opinión sobre algunos escritores anteriores a tu generación. Digamos, posteriores a Cortázar-Bioy y anteriores a De Santis-Gamerro. Aquellos “padres literarios”, nacidos en la década del 40-50. Sasturain, Guebel... ¿Hubo alguno que te abrió la cabeza y te haya impulsado a querer comenzar a imaginar historias prodigiosas?

—Aira creo que funcionó como un liberador de conciencia para toda una generación. Creo que sobre todo la última parte de mi libro, la que sucede entre las tribus, le debe mucho a esa libertad.

—¿Cuál es tu actual desafío para continuar escribiendo?

—Defender mi tiempo de escritura. Desenchufar el wi-fi. Concentrarme.

—¿Leés a los nuevos escritores?

—Sí.

—¿Por qué?

—Los nuevos escritores te ayudan a entender la época.

—¿El 2016 nos traerá algún nuevo libro?

—Probablemente en abril de 2016 salga una novela breve, nueva. Por ahora es todo secreto, porque si cuento se le va el gas.

Por Augusto Munaro