editorial

  • Los dos partidos históricamente mayoritarios han sido sancionados por los electores, aunque esa sanción no les hizo perder la condición de mayoritarios.

España, en un laberinto político

En las recientes elecciones de España, hubo varios perdedores, pero curiosamente no se avizora hasta el presente ningún ganador. Por lo pronto, lo que se prevé en lo inmediato es un intenso período de negociaciones entre los partidos mayoritarios. Una posibilidad es que de esas tratativas surja el nuevo presidente; la otra es un empantanamiento, y la convocatoria a nuevos comicios en los próximos sesenta días.

Tal como se expresaron las urnas, el conservador Mariano Rajoy fue el candidato más votado, aunque al mismo tiempo fue quien perdió más votos; algo parecido puede decirse del socialista Pedro Sánchez. Esto quiere decir que los dos partidos históricamente mayoritarios han sido sancionados por los electores, aunque esa sanción no les hizo perder la condición de mayoritarios que, guste o no a algunos, sigue siendo la garantía de unidad política para una España que, gracias a esa fórmula de convivencia, vivió en el siglo veinte los cuarenta años más prósperos de su accidentado periplo histórico.

Sin duda, el ejercicio continuado del poder ha erosionado la credibilidad del orden político nacido luego de la muerte de Franco. Así se explica que ambos partidos hayan sido impugnados por corrientes ideológicas que les discuten la autenticidad de los ideales que dicen defender. Podemos es al Psoe lo que Ciudadanos es al PP, opciones ideológicas que desde su especificidad pretenden presentarse como superadoras de los presuntos vicios o claudicaciones de estas tradicionales formaciones políticas.

Hasta la fecha, el nombre del futuro presidente de España (y sus regiones autonómicas) sigue siendo una incógnita. Sánchez se ocupó de rechazar públicamente cualquier hipótesis de unidad con el PP, la variante considerada como la más práctica por empresarios y factores del poder. Por su parte, una alianza de Rajoy con Ciudadanos no alcanza para alcanzar la mayoría, pero un acuerdo del Psoe con Podemos permitiría que Sánchez fuera presidente, aunque al precio de someter al socialismo a las exigencias de la izquierda populista y radicalizada.

Curiosamente, el balance de la gestión de Rajoy está muy lejos de ser ruinoso. Desde el punto de vista económico, la administración conservadora logró equilibrar las cuentas con los menores costos sociales posibles. Han sido los episodios de corrupción y la tendencia conservadora a reducir la política a la comisión de actos administrativos lo que ha permitido el crecimiento de una fuerte oposición ideológica.

¿Qué puede ocurrir en el futuro? Imposible saberlo. Tal como se presentan los hechos, lo más probable es que se realice una nueva convocatoria electoral para destrabar la crisis. No son pocos los que especulan que los nuevos comicios operarían como una suerte de segunda vuelta con una clara polarización entre conservadores y socialistas. Es una posibilidad, pero nada más que eso. En principio, un acuerdo de Psoe con Podemos no está descartado, pero además no es seguro que en una segunda vuelta los votantes decidan volver a los partidos tradicionales.

Conclusión: la situación de España es políticamente compleja. Un giro a la izquierda populista no es descartable. Sánchez aspira a ser presidente y en nombre de esa ambición está dispuesto a pagar el precio que sea necesario. Habrá que ver si España lo acompaña en esa dirección.